EL ORO DEL RIN
EL ORO DEL RIN
¡Rheingold! ¡Rheingold! ¡Rheingold!
Richard Wagner
Así gritaban las ondinas al comienzo y al final de esta maravillosa ópera de Wagner, que da comienzo al éxtasis literario y musical, ofreciéndonos una de las más bellas historias y trayéndonos consigo la Obra de Arte Total o GesamtKünstWerk cuyo preludio nos ofrecería la novela que hoy nos reúne aquí: El Oro del Rin.
Wagner tardó casi treinta años en escribir estas cuatro óperas: El Oro del Rin, la Valkiria, Sigfrido y El Ocaso de los Dioses. Todas ellas, en conjunto, forman El Anillo del Nibelungo, su obra magna y con la que nos demuestra su lucidez y su portentosa creatividad. Y es que estas obras no son meras novelas u otras de teatro, sino que en ellas se intentan unir todas las artes; danza, pintura, escultura, música, literatura… regalándonos un espectáculo visual al que pocos se han resistido.
Y es que puede asustar. Libretos de más de dos horas y media (la obra que menos), un mundo fantástico y místico donde las leyendas y la mitología son parte fundamental. Con cientos de personajes e intervenciones.
Hágame caso, ávido lector, deje sus prejuicios y miedo a un lado y disfrute de esta maravillosa obra de arte, la cual no es posible exponer en un museo, pero que deja con la boca abierta a miles de espectadores y lectores. Adéntrese en el Nieblenheim y en el Valhalla, y conozca la historia, de primera mano del Anillo del Nibelungo.
EL ORO DEL RIN
La trama de la obra, como en general lo son las obras de teatro y las óperas, es sencilla y argumentalmente directa. Para adaptarse a un espacio y tiempo concreto, esto ha de ser así, pues las intervenciones de los personajes son, a todas luces, más importantes que las acotaciones escritas y, por lo tanto, se debe ofrecer al actor o al cantante unos segundos para expresar, con seguridad, sus líneas sin que un avispado lector las recorra con sus ojos sin atención alguna.
Es decir, que leer este libreto de Wagner no supondría más de una hora, mientras que la obra en general, sobrepasa las dos horas y media. Pero la música que ofrece en sus silencios es eterna y necesaria para comprender su argumento.
Al comienzo de la obra, y acompañados de los instrumentos de viento, como trompetas, oboes, y también de cuerda muy suave, como el violín, la orquesta nos da a comprender que el día acaba de comenzar, y con una luz verde esperanza (ya hemos explicado en varias ocasiones la relación del verde con ella) aparecen las Ondinas.
Estas guardianas de las profundidades del río y encargadas de la custodia de la naturaleza y la protección de su entropía, descubren que Alberich, un enano nibelungo las está rondando para obtener de ellas un fugaz amorío. Después de rechazar sus favores en una de las escenas más románticas del libreto, Alberich descubre un destello en las profundidades del Rin. El oro que ellas mismas habían guardado durante tanto tiempo.
Confiadas y seguras, ofrecen a Alberich el oro, sabedoras de que no podrá nunca tomarlo, a cambio de su rechazo al amor. ¡Cuidado! Pues este es uno de los emblemas y Late Motives de la obra, pues sí, aunque del Oro no se desprenda sonido alguno, este es un personaje más y, como todos, tiene su propia personalidad y, con ella, manipula a placer a los otros personajes.
Hay un eslogan principal de la novela: El Oro, símbolo de la ambición, ha de ser siempre priorizado y se debe sacrificar todo cuanto uno tenga, por él. Por eso, a lo largo de la representación, pocos serán los personajes que se resistan a su llamada. Poco después, el enano convertirá el oro en anillo y con él y su poder, escondido bajo las aguas del Rin, intentará gobernar el mundo poseído por su arrogancia.
El íntimo vínculo entre la estructura musical y dramática permite a Scruton descubrirnos la singular concepción de la humanidad en Wagner, para quien la nalidad del arte consistía en «mostrarnos la libertad en su forma más inmediata, contingente y humana, recordándonos lo que signi ca para nosotros». La dramatización de temas como el amor, la muerte, el sacrificio y la libertad permitieron a Wagner mostrar las más profundas verdades de nuestra condición y, con ello, renovar nuestra fe en ellas.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Esperen, amigos, pues estas palabras me suenan demasiado como para no resaltar la increíble coincidencia que esto supone. En efecto; un enano que descubre, en el fondo del río, un oro, o un anillo único, que posee un poder inimaginable y que desatará la guerra en la tierra de los hombres, alimentando la codicia y la ambición a partes iguales dentro de un universo de fantasía y caracterizado con un aspecto medieval.
Exactamente, El Señor de los Anillo, obra magna también de J.R.R.Tolkien, y posterior adaptación cinematográfica, tan famosa y con tantos adeptos que ya puede ser tildada de Religión, no es sino la copia exacta de la premisa del Anillo del Nibelungo, cuyas similitudes ya veremos a lo largo de los análisis de las mismas.
Pero, aunque el lector piense que la creatividad desbordante de Wagner inspiró a muchos otros autores futuros, cosa que no es mentira, Richard Wagner también bebió de fuentes germánicas y mitológicas, utilizando El Cantar de los Nibelungos, conjunto de historias y leyendas medievales, para desarrollar su trama.
Este Cantar de los Nibelungos, anónimo, nos cuenta la historia de Sigfrido, cuyo recorrido argumental no es muy extenso, pero cuya trama es atractiva y dinámica. Si lo desean, pueden conocer la historia al completo en el Análisis del Cantar de los Nibelungos, en otra de las entradas de Diderot. Aunque rescataremos, a medida que los aspectos coincidentes aparezcan, las similitudes entre las tres obras.
Volviendo a trama original de El Oro del Rin, de Wagner, Alberich, enano desencantado del amor, renuncia de por vida a este placer para recibir y robar el Oro del Rin a las Ondinas, quienes reclaman la vuelta del mismo a Wotan, el Zeus germánico, que no hace caso de sus peticiones.
«Solo quien renuncia al poder del goce amoroso, solo quien rechaza el placer del amor, solo él logra el prodigio de forzar al oro hacerse sortija».
Richard Wagner
Alberich, no duda en este aspecto, pues la indiferencia de las Ondinas, le ha abierto los ojos de una vez y comprende, después de tanto tiempo, que el amor no merece la pena, siendo el oro su único compañero a partir de este momento.
Como veremos más adelante, sobre todo al final de la ópera, las maldiciones de Alberich tomarán un cariz premonitorio, siendo este como una especie de oráculo que vaticina el futuro de los personajes adscritos al oro.
«Os apago la luz, le arrebato a la roca el oro forjaré el anillo vengador pues oígalo la corriente, así maldigo al amor «
Richard Wagner
Thomas Mann reservó su entusiasmo y sabiduría de lector meticuloso para aquellos autores cuyas obras le hicieron soñar. Como figura central de este panteón de padrinos culturales se alza Richard Wagner, pasión fundamental del escritor y piedra de toque de algunas de sus novelas. Este libro ofrece una visión plural y cambiante del compositor, a quien Mann admiró sobre todo por haber sabido trascender las limitaciones específicas de su campo y aspirar a la universalidad.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
¡Qué bello es este mensaje del Nibelungo que, hastiado y cansado del amor, camina hacia la indiferencia, con la única compañía del anillo, símbolo también de unión que nunca se hará de cumplir!
En el Cantar de los Nibelungos nunca se hace referencia al anillo de Alberich, pues es invención y añadido de Wagner, enamorado de los objetos simbólicos y desencadenantes. En la obra original, Alberich es tan solo un personaje citado de pasada que ofrece a Sigfrido su capa de invisibilidad y otorga, tras haber perdido un enfrentamiento, el oro de los codiciosos enanos a Sigfrido. Oro que luego se quedará Hagen.
La escena se vuelve dramática y las Ondinas claman al cielo. Al final, Alberich escapa con el oro. Pero olvidemos, de momento, esta trama para dirigirnos hacia las inmediaciones del Valhalla.
Durante siglos, los dioses han estado esperando la construcción de su castillo, su increíble vivienda, a manos de los Gigantes, Fafner y Fastolf, quienes, con sus manos, no han desperdiciado ni un segundo en levantar del mismo, impulsados por la promesa de Wotan. Al terminar el Walhalla, los dioses les entregarían a Freia, protectora de las manzanas que ofrecen la belleza y la vida eterna, acompañada de la juventud y la vitalidad, a los dioses.
Pero Fricka, mujer de Wotan, reniega de este acuerdo y le pide que lo cancele. Wotan, también un poco molesto con el trato, acude a la excusa de Loge, un mitad hombre, mitad Dios, que sirve a Wotan son diligencia, pero que posee sus propios intereses. Su habilidad es el fuego, por eso ofrece a los nibelungos este para calentar sus fraguas.
¿Qué os es duro, sagrado cuando los hombres codiciáis el poder?
Richard Wagner
Decía Fricka, la mujer de Wotan al descubrir que la ambición de los hombres no tiene rival. Después de la aparición de los gigantes, reclamando lo que justamente es suyo, el cuerpo de Freia, los dioses concretan que deberían buscar un sustitutivo a los favores que Freia les puede ofrecer y Loge, consiguiendo desviar la atención de los gigantes comenta una tenebrosa historia sobre el sacrificio.
Es curioso, antes de entrar en barrena con la conexión de las historias, cómo la orquesta acompaña el movimiento de los gigantes con bombos, con tambores y con una sinfonía que recuerda unas fuertes y caóticas pisadas de los personajes tenebrosos que son Fafner y Fastofl.
Loge narra, entonces, la única historia que habla sobre el sacrificio humano y la fuerte implicación del enano Alberich, renunciando al amor por su verdadera pasión, en encantado Oro del Rin.
“Solo vi a uno que rechazó el amor. Por oro rojo renunció al favor de la mujer. Las luminosas hijas del rin me lamentaron su necesidad: el nibelungo, Alberich de la noche, pretendió en vano el favor de las bañistas; el oro del Rin robó allí vengativamente al ladrón: este le parece ahora el más preciado bien, más augusto que el favor femenino”.
Richard Wagner
OTRAS OBRAS DEL ROMANTICISMO
«Clavijo» es la primera obra que Goethe firmó con su nombre. Goethe escoge para esta pieza el género de la tragedia burguesa, en la cual se tratan los temas propios de esta clase, como el honor familiar, la virtud femenina y los vicios, y se realiza una crítica de la alta sociedad. Goethe nos presenta a un personaje en conflicto, que se debate entre la vida burguesa y privada en compañía de su prometida y la vida pública y aristocrática que, por nacimiento, le está vetada, pero a la que quizá pueda acercarse mediante su trabajo.
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En «Los años itinerantes» hay un rechazo de las revoluciones y un alegato contra los abusos del despotismo. La paz ha de ser no solo preservada mediante el orden, sino lograda mediante la justicia. En la saga de Wilhelm Meister los miembros de la Sociedad de la Torre se someten libremente a una ordenación de la vida, crean una comunidad y construyen una organización que transmitirán a las generaciones venideras, con la intención de sentar las bases de una colectividad que sirva de un modo eficaz para evitar lo trágico.
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«Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister» constituye, por antonomasia, la «novela de formación» o «bildungsroman». En esta obra, compendio de todas las tendencias narrativas del siglo XVIII, el autor ofrece un diagnóstico de su época al intentar responder a una pregunta: ¿cómo se puede llegar a ser feliz?
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Este ebook presenta «Fausto (texto completo, con índice activo)» con un sumario dinámico y detallado. Fausto, de Johann Wolfgang von Goethe es una obra trágica, dividida en dos partes, la primera publicada en 1808 y la segunda, de manera póstuma, en 1833. Enfrascado en un intenso monólogo, el personaje principal, el sabio doctor Fausto, cuestiona la vida y el valor de las cosas mundanas y los sentimientos, mientras invoca a un ser maligno para recuperar, a la vieja tradición de rito maléfico, la juventud perdida y el tiempo para el amor.
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Y es que hay algo de mágico en estas intervenciones de Loge, que utiliza el discurso romántico para convencer a los gigantes de que el oro vencerá su necesidad de lujuria antes de lo que lo podría hacer Freia y su compañía. Y aquí nos encontramos con dos símbolos muy poderosos.
En este sentido, los dos más importantes de la novela, el oro y su significado sobre la ambición, y la mujer como imán eterno de los hombres. Y resulta curioso, porque mientras el oro atrae por igual a hombres y a mujeres, puesto que Fricka, en la cuarta escena se siente también hipnotizada por su dorado perfume, el aroma de la mujer es tan solo un motivo de guerras entre los hombres, en masculino.
Y quizás de aquí podamos obtener un aprendizaje curioso y necesario para comprender la atracción de las mujeres y las joyas, prácticamente inalcanzables, delicadas, pétreas, límpidas, marmóreas y perfectas.
Fafner y Fastofl deciden aceptar el trueque y quedarse con el oro y su leyenda, mientras que Freia se quedaría en el Walhalla, junto al resto de los dioses. Solo hay un problema; hasta que la promesa sea cumplida, y como un acto de venganza hacia los dioses, por haberles intentado estafar tras la construcción del castillo, los gigantes raptan a Freia, con la seguridad de devolverla una vez el oro haya sido rescatado de la mano de Alberich, el enano, que azota a los nibelungos, obligándoles a forjar un yelmo de invisibilidad y un anillo mágico para gobernarlos a todos.
Observen aquí el símil con la novela original del Señor de los Anillos, en la que Frodo consigue esconderse de sus captores poniéndose el anillo único, desapareciendo al instante de la vista de todos.
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Después de que Freia sea raptada, los dioses caen en una terrible enfermedad: el envejecimiento, pues, como hemos apuntado con anterioridad, Freia era la encargada de proteger el manzano sagrado del que los dioses germánicos conseguían toda su energía.
Pero Loge, al que no le afectan los efectos de la vida eterna, consigue descubrir qué es lo que ocurre y ofrece a Wotan el último trozo de manzana. La escena termina, con una música intensa y los personajes de Loge y Wotan descendiendo al Niebelheim para conocer a Alberich y recuperar su oro para realizar el intercambio con los gigantes.
Wotan, representante de la adusta reflexión humana, de la rectitud y de la fuerza dominante del líder, cae también presa de la atracción del anillo de Alberich, quien cae en la trampa de Loge, medio-dios del Fuego y que le convence para transformarse en serpiente, imperando el color verde en la escena, y luego en rana, siendo este el último vestigio de esperanza en la obra, cayendo en la maldición de Alberich.
Alberich, que ha mandado construir el TarnHelm (o el yelmo mágico que proviene del oro del Rin) y el anillo mágico, es engañado por Wotan y Loge. El Tarnhelm, elemento importante en la ópera, resulta ser un yelmo que todo aquel que lo porte podrá ser invisible o transformarse en cualquier otro animal, como es el caso de Alberich, en serpiente o dragón, y Fastolf, al comienzo de Sigfrido, en dragón también.
Ya veremos las similitudes con El Cantar de los Nibelungos, que narra cómo Sigfrido asesina al dragón y se baña en su sangre, aunque en las óperas se ha interpretado o concluido por parte de Wagner que ese dragón se trataba de Fastofl, al que luego roba el yelmo y el anillo.
En El Cantar de los Nibelungos, Alberich le ofrece, en gesto de buena amistad, una manta a Sigfrido, que lo convertirá en invisible, ayudando al rey a superar los obstáculos que le impone Brunhilda, en Islandia, y a abusar de la pobre Valkiria.
Wotan observa el sacrificio de Alberich, que prefiere perder su vida que perder el anillo de vista.
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Al final, despojan a Alberich del anillo y este les maldice, sabiéndose que serán importantes estos episodios proféticos, pues aunque el nibelungo no sea muy locuaz, todas las acciones que perpetra desencadenan una gran guerra que habrá de destruir el Walhalla, concluyendo con El Ocaso de los Dioses.
El azul es predominante en la escena, y la esperanza, por lo tanto, se ha esfumado. Prueba de ello son las acotaciones de Wagner, que consiguen atrapar al espectador y dar una lección sobre la dominación de la escena dramática.
Los gigantes reclaman el oro del Rin, pidiendo que, ante la pena que surge de perder a Freia, solicitan cubrir a la diosa con todo el oro del Rin, robado de Alberich, el cuerpo de Freia para olvidar su rostro y no verse colmados de melancolía y nostalgia de su cuerpo.
Y es curioso, porque Loge hace una apreciación al comienzo de la segunda escena, haciendo referencia a que, si roban el oro a Alberich, a un ladrón, ni Loge ni Wotan tendrán que someterse al sacrificio que hizo el enano. Y resulta que, una vez con el oro, es el propio Wotan el que pierde la decencia y, enamorado del anillo, reniega de entregárselo a los gigantes, que lo solicitan siendo este condición sin ecuanon para devolver a Freia.
Al final de la escena, debe de aparecer Erda, diosa de la naturaleza, quien está al mando de las Nornas, brujas que controlan el pasado, el presente y el futuro y personaje que solo aparece cuando una calamidad social está a punto de acontecer. Esta convence a Wotan de que la mejor decisión pasa por deshacerse del anillo, dárselo a Fafner y a Fastolf y recuperar a Freia.
Consiguen cubrir a Freia de oro, una figura casi exacta para ofrecer a los gigantes una copia más o menos fidedigna. Los gigantes, ahora presa también de la ambición que rodea al oro, pelean entre ellos. Aquí Wagner vuelve a demostrar una lucidez excelsa pues, con este acto, el oro ya rompe el último vínculo que reinaba sobre la tierra con una fuerza humana lógica. La hermandad.
La relación entre hermanos se rompe, tal y como lo había hecho antes el amor de Alberich y casi la vida personal de Wotan, y se pelean a muerte, saliendo vencedor Fafner, y haciendo mutis por el foro, cargado de oro y con el anillo del Nibelungo en su poder.
Esta obra, cargada de símbolos, es tan solo el comienzo de una de las óperas más famosas de la historia. No por su contenido, como sí lo es por ejemplo la cabalgata de las Valkirias, sino por su enrome carga de filosofía y sensibilidad, que ha transgredido los años y ha significado tanto para los futuros escritores.
Los dioses, olvidando, por el momento, el oro, consiguen llegar al Walhalla, dejando diferentes frentes abiertos, como el malvado Loge, que prepara una venganza contra los mismos, por haber sido siempre un segundón, un servidor y un apartado de la divinidad.
En definitiva, un preludio de la mejor ópera jamás escrita.
«LA VIDA, PERO NO EL ANILLO»
Richard Wagner