WILLIAM FAULKNER
William Faulkner (1897-1962)
William Faulkner nace el 25 de septiembre de 1897 en New Albany, Misisipi, en el corazón del sur de Estados Unidos. Desde joven, muestra una inclinación innata por la narrativa, lo que lo lleva a convertirse en uno de los escritores más influyentes de la literatura estadounidense del siglo XX. A lo largo de su vida, Faulkner se dedica a explorar las profundidades del alma humana y la complejidad del entorno sureño, con un estilo que combina lo sublime con lo sombrío.
Faulkner es conocido por su habilidad para experimentar con la estructura narrativa y el flujo de conciencia, desafiando las convenciones literarias de su tiempo. Su obra maestra, El ruido y la furia, es un claro ejemplo de su genio creativo y su fascinación por la fragilidad de la mente humana. A menudo, Faulkner decía que la historia del sur estadounidense estaba siempre presente como «un hedor bajo el sol», lo cual refleja su aguda observación y crítica social.
Entre sus frases célebres, destaca: «El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado», capturando la persistencia de la historia y su influencia en el presente. Faulkner, con su característico humor mordaz, solía bromear sobre su afición por la bebida, una pasión que, irónicamente, lo llevó a escribir algunas de sus mejores obras durante noches interminables de escritura inspirada.
En 1949, Faulkner recibe el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento a su contribución invaluable al mundo de las letras. Su vida, aunque llena de altibajos y desafíos personales, está marcada por un compromiso inquebrantable con su arte y una visión única del mundo.
El 6 de julio de 1962, William Faulkner fallece. Aunque haya dejado este mundo, sus relatos siguen vivos en cada rincón de Yoknapatawpha, recordándonos que, en las palabras de Faulkner, la verdad de la condición humana se encuentra en la intersección del mito y la realidad.
CURIOSIDADES
Su debut literario, Soldiers’ Pay (1926), pasó prácticamente desapercibido, pero marcó el inicio de una trayectoria destinada a transformar la narrativa moderna. Le siguieron novelas que fueron afinando su voz: compleja, fragmentaria, profundamente psicológica.
El destino literario de William Faulkner comenzó, curiosamente, con un error tipográfico: su apellido original, “Falkner”, se transformó en “Faulkner” en una edición temprana y, lejos de corregirlo, decidió conservarlo como una especie de seña del azar que marcaba su carrera. Ese nombre acabaría firmando un universo literario propio, el mítico condado de Yoknapatawpha, escenario de más de una docena de novelas y decenas de cuentos, un territorio moral comparable al de Balzac o García Márquez, donde el Sur estadounidense se convierte en metáfora de la culpa, la memoria y el tiempo. Pionero del monólogo interior y del flujo de conciencia, Faulkner transformó la narrativa moderna al romper la linealidad del relato y adentrarse en las profundidades de la mente humana, tomando como referentes a autores europeos como James Joyce y Virginia Woolf, cuyas técnicas reinventó en clave americana.
Faulkner se interesaba menos por la acción externa que por los pliegues de la conciencia, y pronto desarrolló un estilo inconfundible, influido por James Joyce y Virginia Woolf, donde el tiempo se descompone y el pensamiento interior se convierte en protagonista.
El reconocimiento llegó con The Sound and the Fury (El ruido y la furia, 1929), una novela que desafió toda convención literaria mediante el uso del monólogo interior y la ruptura de la linealidad narrativa. En ella, la decadencia de una familia sureña sirve como símbolo del derrumbe moral del Sur estadounidense. El público quedó desconcertado, pero la crítica intuyó que algo radicalmente nuevo había nacido.
En la década de 1930, Faulkner dio forma a su gran invención: el condado ficticio de Yoknapatawpha, un territorio imaginario —basado en el Lafayette real— que funcionaba como un microcosmos del Sur y sus tensiones raciales, sociales y espirituales. En ese escenario ubicó algunas de sus obras maestras: As I Lay Dying (1930), Light in August (1932) y Absalom, Absalom! (1936), novelas donde la fragmentación del relato se alía con la tragedia moral de los personajes.
Yoknapatawpha no solo fue un espacio literario: fue su manera de comprender la historia estadounidense desde el trauma, el mito y la memoria. A través de sus múltiples narradores, Faulkner reconstruyó el Sur como un territorio del alma, un lugar donde la culpa, el racismo y la herencia del pasado aún pesan sobre los vivos.
Durante los años treinta y cuarenta, Faulkner consolidó su prestigio internacional, aunque sus problemas financieros lo llevaron a trabajar en Hollywood. Allí colaboró en guiones como To Have and Have Not (1944) junto al director Howard Hawks. Sin embargo, su verdadera vocación seguía en el papel.
Su vida, sin embargo, fue tan intensa y contradictoria como su obra. Mantuvo con Ernest Hemingway una relación ambigua de respeto y rivalidad: Faulkner lo consideraba demasiado contenido, mientras Hemingway lo veía excesivamente enrevesado. A pesar de su prestigio, el escritor tuvo que buscar en Hollywood una salida económica, escribiendo guiones que detestaba pero que le permitían seguir dedicándose a la literatura. En 1949, al recibir el Premio Nobel de Literatura, pronunció un discurso inolvidable en el que proclamó que la misión del escritor era “ayudar al hombre a perdurar recordándole el valor de su corazón”. Su existencia estuvo marcada por los problemas financieros, el alcohol y una reserva casi hermética, pero su influencia perduró: fue el gran heredero del linaje narrativo del Sur y un faro para escritores como Flannery O’Connor, Carson McCullers o Cormac McCarthy.
En 1949 recibió el Premio Nobel de Literatura, un honor que reconocía su capacidad para capturar la complejidad de la experiencia humana mediante un lenguaje profundamente innovador. Su discurso en Estocolmo —una defensa de la dignidad del hombre y de la responsabilidad moral del escritor— se considera uno de los más memorables en la historia del galardón.
OBRAS
Por primera vez, William Faulkner introduce el monólogo interior y revela los diferentes puntos de vista de sus personajes: Benjy, deficiente mental, castrado por sus propios parientes; Quentin, poseído por un amor incestuoso e incapaz de controlar los celos, y Jason, monstruo de maldad y sadismo.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Addie Bundren, antigua maestra de escuela, yace agonizante mientras sus hijos y su marido aguardan el momento de su muerte y se disponen a cumplir su voluntad de ser enterrada en el cementerio de Jefferson, a más de sesenta kilómetros de distancia, junto a sus antepasados. La narración de las peripecias que corren los pobres e ignorantes miembros de la familia Bundren a lo largo del extraño y accidentado traslado del cadáver en carromato de mulas, da pie a William Faulkner (1897-1962) para levantar en las páginas de «Mientras agonizo» (1930) una de sus novelas más ricas.
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Addie Bundren, antigua maestra de escuela, yace agonizante mientras sus hijos y su marido aguardan el momento de su muerte y se disponen a cumplir su voluntad de ser enterrada en el cementerio de Jefferson, a más de sesenta kilómetros de distancia, junto a sus antepasados. La narración de las peripecias que corren los pobres e ignorantes miembros de la familia Bundren a lo largo del extraño y accidentado traslado del cadáver en carromato de mulas, da pie a William Faulkner (1897-1962) para levantar en las páginas de «Mientras agonizo» (1930) una de sus novelas más ricas.
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En Luz de agosto aparecen retratados algunos de los personajes más memorables de Faulkner: la cándida e intrépida Lena Grove en busca del padre de su hijo; el reverendo Gal Hightower, atormentado por constante visiones de soldados de caballería confederados, y Joe Christmas, un misterioso vagabundo consumido por los orígenes raciales de sus antepasados.
Faulkner, además de haber sido el creador de una forma de narrar que ha influido poderosamente en las generaciones que le han continuado, fue el cronista de los más notables hechos, costumbres y personajes de su tierra.
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En «¡Absalón, Absalón!» (1936), Quentin Compson -vástago del linaje cuya ruina se describe en «El ruido y la furia»- recrea, con la ayuda de su compañero de habitación de Harvard, los obstinados esfuerzos de Thomas Sutpen para regir una gran plantación y fundar una dinastía. La destrucción y el fracaso son la conclusión final de una historia de violencia, orgullo, incesto y crimen.
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El villorrio -primera parte de la «Trilogía de los Snopes», a la que también pertenecen La ciudad y La mansión – comienza con la llegada de diversos miembros de una familia a una aldea de Jefferson, precedidos por un ambiguo rumor de extrañas venganzas en más de una granja.
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Lee Goodwin es acusado de asesinato. El escenario del crimen es una casa oculta entre los árboles que alberga una destilería ilegal. Allí viven, entre otros, Ruby, una mujer que ha renunciado a todo por Lee, y Popeye, un sádico gánster marcado por una infancia terrible.
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