LA TRÁGICA HISTORIA DE LA VIDA Y LA MUERTE DEL DOCTOR

FAUSTO

Fausto - Christopher Marlowe

Ya conocemos la historia de Fausto, un erudito personaje del renacimiento quien vendiera su alma al diablo a cambio de diversos dones extrasensoriales y sobrenaturales. 

También conocemos la suciedad del alma de Marlowe, que acabó denunciado por blasfemia en todos sus círculos. Quizás este Fausto tenga mucho que ver con su autor, Marlowe, quien introdujo el Teatro Isabelino en la sociedad inglesa del siglo XVI y allanó el camino para que otros más grandes alcanzasen la gloria. Conozcamos la Trágica historia de la vida y la muerte del Doctor Fausto.

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¿De qué trata el Fausto de Marlowe?

Muy sencillo: Chico conoce demonio, demonio convence a chico. Chico conoce pecados y placeres, chico muere entre terribles penurias y arrepentimientos. El mito de Fausto es el más representado hoy en día, pues es equiparable a este sentimiento humano de la ambición. 

 

¿Quién no ha pensado alguna vez vender su alma al demonio por cualquier bagatela, como hacerse invisible, revertir el tiempo o hacer que vuelvan al mercado los quesitos de fresa y plátano de la Vaca que Ríe?

 

Christopher Marlowe (Cambridge, 1564) falleció a los veintinueve años dejando escritos siete dramas. Su vida fue turbulenta, y con las conjeturas sobre sus puntos oscuros se podrían llenar volúmenes. Fue acusado de blasfemo, ateo y homosexual. Tuvo un fin trágico. A partir del personaje histórico de Jorge Fausto se crearon diversas leyendas que pasaron a la imprenta en 1587. Inmediatamente traducidas al inglés, sirvieron de inspiración al joven Marlowe, con lo que empezó la serie literaria de lo que había de constituir uno de los mitos de nuestra era: el sueño renacentista del hombre universal.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Fausto habla de la ambición, del deseo disoluto, del conocimiento completo, del ansia de la aventura y del arrepentimiento celestial. Habla mucho sobre la derrota del hombre al no encontrar un motivo por el que aferrarse a la vida y habla del amor. 

 

Fausto es un doctor reputado, pero su fama, lejos de precederle, es poco notoria; al menos no lo suficiente como para servir a este desmesurado devoto. Embebido en un halo de nostalgia y de curiosidad, se interesa por los libros de nigromancia y por la magia oscura, invocando con ello a Mefistófeles en un último acto de esperanza. 

 

Resulta que el díscolo Mefistófeles le ofrece la sabiduría divina (más que divina Diablólica) a cambio de su alma. ¡Qué pocos capítulos de Los Simpsons vio Fausto¡ Spoiler: no sale bien. 

 

Empieza entonces el periplo de Fausto por la historia y por la Tierra. Viaja, se acuesta con mujeres, disfruta de los placeres disolutos y conoce a los 7 pecados capitales de la mano de Lucifer y tras la batuta de Marlowe, creando una de las escenas más enigmáticas del Teatro Isabelino. 

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Después empieza a engañar a los campesinos alemanes, que observan cómo Faustus les toma por tontos. Algunos pasajes de la obra poseen un tono cómico que ennoblece al mito, trayéndonos varios momentos desternillantes en los que incluso arranca Fausto una sonrisa a Mefistófeles. 

 

Tras comprender que se ha pasado el juego, Fausto vuelve al mundo real. Y reconozcámoslo, el tío ha aprovechado bien esos 24 años de travesuras, pues ha conocido al Papa, al Emperador de Alemania Carlos I, a Felipe II, y a los duques de no sé qué ducado. Además se ha agenciado el número de teléfono de Elena de Troya ni más ni menos. 

 

Pero después de esos momentos de asueto, Mefistófeles solicita el alma de Fausto, cumpliéndose ya el lapso parlamentado de 24 años. Tras un imperecedero monólogo de Fausto, este es arrancado de los brazos de la vida, cumpliendo con lo prometido, mostrando un último resquicio, tardío ya que estamos, de súplica y arrepentimiento que no hará otra cosa que enfurecer a los demonios, destripando su cuerpo y haciendo que sus extremidades se dispersen por el escenario. 

 

En definitiva, y como építome, Fausto sí existió en realidad, y aunque la leyenda ha crecido y se ha multiplicado sin razón ni lógica, la vida del tal Juan Fausto o Johann Faustus, debió de contener diatribas intelectuales y momentos de inquietud oscura que construyeron la historia de Fausto, tan explotada en la literatura desde el Renacimiento. 

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