TRISTÁN TZARA

Tristán Tzara (1896-1963)
Curiosidades de Tristán Tzara
El seudónimo “Tristan Tzara” fue una construcción deliberada, llena de misterio. Existen múltiples versiones sobre su significado. Algunos sostienen que “Tzara” significa “triste tierra” en rumano, mientras que otros lo relacionan con la palabra francesa “tristesse” (tristeza) y la contracción de “tara” (país). Es decir: el hombre triste de una tierra triste. Esta ambigüedad era muy del gusto de Tzara, que jugaba constantemente con los significados ocultos del lenguaje
Según la leyenda —y al más puro estilo Dadá—, el nombre del movimiento se originó al pinchar al azar una palabra en un diccionario: “dadá”, que en varios idiomas puede significar cosas tan dispares como “caballo de juguete” o simplemente un balbuceo infantil. La idea era clara: romper con la racionalidad que había llevado al mundo a la guerra y abrazar lo irracional como forma de libertad. Tzara convirtió ese gesto fortuito en la semilla de una de las mayores revoluciones estéticas del siglo XX.
Tzara no solo escribía manifiestos: los escenificaba. En sus lecturas públicas lanzaba objetos al público, gritaba palabras sin sentido, y se negaba a concluir los textos de forma lógica. Era habitual que estas “performances” acabaran en tumultos y escándalos. Uno de los más recordados fue en París, cuando durante una velada literaria leyó su Manifeste Dada a gritos mientras rompía relojes en el escenario. Su objetivo era desconcertar, incomodar, dinamitar cualquier expectativa.
Aunque compartían el espíritu revolucionario de las vanguardias, Tzara y Breton mantuvieron una relación tensa. Al principio, el líder surrealista lo admiraba profundamente, pero pronto surgieron fricciones. Breton consideraba que el Dadá estaba “demasiado cerca del caos” y le acusó de nihilista. Tzara, por su parte, pensaba que el surrealismo estaba volviéndose doctrinario y demasiado cercano al marxismo ortodoxo. Su ruptura fue célebre y sirvió para marcar la transición de Dadá al surrealismo.
Pese a su rechazo inicial a cualquier forma de política organizada, Tzara evolucionó hacia una forma de compromiso ético. Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia francesa y ayudó a otros intelectuales perseguidos por el nazismo. Esta etapa marcó un giro importante en su obra, donde la poesía pasó a ser una herramienta de denuncia. A diferencia de otros artistas que claudicaron ante los totalitarismos, Tzara mantuvo una postura crítica incluso dentro del comunismo, al que se adhirió más por convicción humanista que por disciplina ideológica.
En París, Tzara fue amigo cercano de artistas como Pablo Picasso y Georges Braque. Aunque provenían de disciplinas distintas, compartían una visión de la creación como ruptura. Picasso incluso ilustró algunas de sus obras. Ambos veían el arte como una forma de sacudir conciencias, aunque Tzara iba más allá, proponiendo la abolición total del sentido. Una de sus frases más provocadoras fue: “Pensamiento es hecho en la boca”.
Tzara propuso métodos automáticos y azarosos para crear poesía. Uno de los más famosos fue su “método para hacer un poema dadaísta”: tomar un periódico, recortar palabras, agitarlas en una bolsa, sacarlas al azar y pegarlas en ese orden. Así nacía el poema. Para él, este método destruía la lógica burguesa del lenguaje y liberaba el inconsciente creativo. Esta técnica inspiraría luego a los surrealistas y más adelante a movimientos como el cut-up de William Burroughs.
Aunque es más conocido por su etapa dadá, en sus últimos años Tzara escribió poesía más serena y reflexiva. Obras como Le visage intérieur muestran un viraje hacia un lirismo más íntimo, donde el amor, la soledad y el paso del tiempo adquieren protagonismo. Esta transformación no fue una traición a sus principios, sino una evolución natural de su espíritu inquieto.
La figura de Tzara ha sido reivindicada no solo por los movimientos artísticos, sino también por pensadores posmodernos que ven en él un precursor de la deconstrucción y la crítica del lenguaje. Su rechazo a los sistemas cerrados, su ironía permanente y su uso provocador del absurdo lo convierten en una figura clave para entender las rupturas estéticas del siglo XX.
Tristan Tzara murió el 25 de diciembre de 1963. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París, junto a otros grandes de la cultura francesa. Como era de esperar, su funeral no fue un acto solemne: sus amigos lo recordaron con lecturas irreverentes y poemas incoherentes. Quizá la mayor fidelidad que le pudieron rendir fue no tomárselo demasiado en serio.
OBRAS
Tristan Tzara (1896-1963), nacido en Rumanía como Samuel Rosenstock, es el creador del movimiento DADA, renovador de las vanguardias del siglo XX y autor de una obra poética, crítica y teatral en la que se alían el humor corrosivo, la indagación formal constante y la búsqueda de un compromiso entre el arte y el hombre. «El hombre aproximado» (1931), en opinión de Marcel Raymond, es la única obra poética de gran altura que se puede adscribir con justicia al surrealismo.
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*
Zurich, 1916. En plena guerra mundial, las oscuras callejuelas y ruidosos tugurios de este ciudad suiza acogen a una nutrida flota de refugiados políticos, agentes secretos, jóvenes objetores renuentes a marchar al frente, artistas, literatos y poetas exiliados. Entre todos ellos, un grupo de amigos encabezados por el rumano Tristan Tzara da a conocer el movimiento Dada en una serie de manifiestos. Su lugar de reunión es el mítico Cabaret Voltaire, en el número 1 de la Spielgasse, frente al domicilio de Lenin y Krupskaia.
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*