SU SHI

Su Shi (1037 -1101)

Su Shi, también conocido como Su Dongpo, fue una de las figuras más polifacéticas y brillantes de la dinastía Song del Norte. Nacido en Meishan (hoy provincia de Sichuan), en el seno de una familia de eruditos, Su Shi no solo fue un poeta eminente, sino también calígrafo, pintor, político, filósofo, gastrónomo y ensayista. Su vida fue una continua oscilación entre el esplendor cortesano y la adversidad del exilio, marcada por una inteligencia vivaz, un carácter impetuoso y una sensibilidad que lo conectaba tanto con lo sublime como con lo cotidiano.

Desde su juventud demostró un talento extraordinario. Estudió bajo la guía de su padre Su Xun, también literato, y junto a su hermano menor Su Zhe, con quien formaría el trío conocido como “los Tres Sus”. A los veinte años ya había impresionado a los examinadores imperiales con su dominio literario. Pronto comenzó su carrera como funcionario, ocupando diversos cargos en la administración del imperio Song. Pero su vida política fue todo menos estable: sus opiniones francas y su crítica constante a las políticas reformistas del canciller Wang Anshi le valieron repetidas destituciones y períodos de exilio.

Lo que distingue a Su Shi de muchos de sus contemporáneos es la amplitud de su talento. Fue maestro de la prosa y del verso, pero también gran innovador del ci, una forma poética lírica destinada inicialmente a ser cantada, que él elevó a nuevas alturas. En sus poemas hay humor, nostalgia, compasión, visión filosófica y una notable capacidad para encontrar belleza en los detalles de la vida cotidiana. Su tono podía pasar de lo grave a lo jovial, de lo melancólico a lo luminoso, en una misma línea.

Durante su exilio en Huangzhou, escribió algunas de sus obras más profundas, como “Noche en la terraza roja”, una meditación sobre el tiempo, la fugacidad y la amistad, envuelta en imágenes de luna, río y viento. También allí desarrolló su pasión por la cocina, creando el famoso “dongpo rou” —un estofado de cerdo que aún se cocina en China con su nombre.

Murió en 1101 en Changzhou, tras haber regresado brevemente a la corte. Dejó una obra inmensa y diversa, que abarca desde cartas personales hasta tratados filosóficos, desde canciones alegres hasta elegías profundas. Su figura, admirada tanto por literatos como por burócratas y monjes, representa el ideal del junzi confuciano unido al espíritu libre del taoísta. Su Shi fue un hombre que no dejó de escribir ni en la desgracia ni en la gloria, y cuya risa —como él mismo escribió— podía resonar incluso en la inmensidad del universo.

GRANDES CLÁSICOS CHINOS

Curiosidades de Su Shi

En 1079, Su Shi fue acusado de “difamación del gobierno” por sus poemas críticos hacia las reformas de Wang Anshi. El poema en cuestión —aparentemente inofensivo— utilizaba una metáfora poética para criticar la rigidez burocrática y el autoritarismo. Fue arrestado, interrogado y encarcelado en la prisión de Huitong durante más de cuatro meses. Aunque escapó a la pena de muerte, fue desterrado a Huangzhou. Esta experiencia amargamente política le inspiró una de sus obras maestras: “Noche en la terraza roja”, donde convirtió su humillación en una reflexión sobre la fugacidad de la gloria humana y la grandeza serena de la naturaleza. El poema, irónicamente, se volvió más duradero y glorioso que los decretos que lo condenaron.

Durante su exilio en Huangzhou, Su Shi cultivó su huerto, construyó su propia casa con bambúes y, sobre todo, perfeccionó el arte de la cocina. Fue allí donde creó su célebre receta de estofado de cerdo, el dongpo rou, cocido lentamente en vino de arroz, salsa de soja y azúcar, hasta alcanzar una textura melosa. La historia cuenta que lo preparó como ofrenda para los obreros que ayudaban a construir un dique. El plato fue tan celebrado que pronto pasó a conocerse con su nombre. Su Shi, más que un político derrotado, se convirtió en un filósofo epicúreo: alguien capaz de encontrar dicha en un cuenco humeante, incluso en medio del destierro.

Su Shi también destacó como calígrafo y pintor. Su estilo, vigoroso y libre, rompía con los convencionalismos de la época, y anticipaba una estética que sería central en el arte chino posterior: la expresión personal como eje de la creación. En sus caligrafías se aprecia el mismo ritmo y espíritu que en sus poemas. Para él, escribir un carácter era como componer un verso o pintar un bambú: un acto total de presencia espiritual. Su frase “la pintura debe hablar como un poema; el poema debe verse como una pintura” resume su visión artística: fusión de imagen, palabra y espíritu.

En su juventud, Su Shi tuvo un intenso romance con una famosa cantante y poetisa llamada Qiji. La relación fue tan apasionada como breve: las convenciones sociales y la carrera de Su lo obligaron a separarse de ella. Décadas después, aún la evocaba en sus poemas con ternura y melancolía, como en aquellos versos donde confiesa que no puede olvidar “la canción bajo la luna, ni su voz de jade entre las sombras”. Esta historia, aunque menos conocida que sus odas filosóficas, muestra la hondura emocional del poeta, atrapado entre el corazón y el deber, la carne y la ética.

A lo largo de su vida, Su Shi transitó por las tres grandes corrientes de pensamiento de China: el confucianismo le dio estructura y compromiso con la sociedad; el taoísmo le ofreció libertad interior y comunión con la naturaleza; el budismo —especialmente el Chan (Zen)— le enseñó el desapego y la aceptación del dolor. Esta mezcla única se refleja en sus escritos: uno puede encontrar en él la solemnidad ética del funcionario, la risa cósmica del sabio taoísta y la lucidez serena del monje meditativo. Su Shi no fue devoto de un solo camino, sino peregrino de todos. Como escribió en una ocasión: “Pregunté al viento por el sentido de la vida, y él rió sin responder. Así aprendí todo lo necesario”.