RAMÓN PÉREZ DE AYALA

Ramón Pérez de Ayala (1880-1962)

Ramón Pérez de Ayala nació el 9 de agosto de 1880 en Oviedo, en el seno de una familia burguesa acomodada que valoraba la educación y la cultura. Asturias, con su paisaje verde y su trasfondo minero y tradicional, marcaría una parte importante de su sensibilidad literaria. Estudió en el Colegio de los Jesuitas de su ciudad natal, experiencia que le generó una fuerte reacción anticlerical y que más adelante reflejaría en muchas de sus obras con aguda ironía. Se trasladó a Madrid para estudiar Derecho, pero su verdadera pasión se inclinaba por las letras y la política.

Desde muy joven, Pérez de Ayala se integró en los círculos intelectuales de la capital, acercándose a los movimientos de regeneración y al ambiente modernista. Su primera etapa literaria estuvo influida por el simbolismo y la poesía parnasiana, pero pronto giró hacia una narrativa más reflexiva, ensayística y filosófica. Fue un hombre profundamente preocupado por el rumbo de España, algo que se transparenta en su obra narrativa, donde el ensayo y la crítica social se entremezclan con la ficción.

Sus novelas más conocidas, como A.M.D.G. (1910), una despiadada sátira del sistema educativo jesuítico, y Belarmino y Apolonio (1921), que expone el conflicto entre razón y fe, reflejan una constante indagación en los dilemas morales e intelectuales del ser humano. En su literatura, Pérez de Ayala combinó la influencia de Cervantes con la tradición europea, en especial la de los moralistas franceses y los ensayistas anglosajones.

Comprometido con la modernización del país, también participó activamente en la política. Fue diputado por la República y embajador en Londres durante el primer bienio de la Segunda República. Su talante liberal, europeísta y humanista le convirtió en una figura clave de la generación del 14, junto a Ortega y Gasset y Manuel Azaña.

La Guerra Civil marcó un punto de inflexión: se exilió en Buenos Aires, donde residió hasta su muerte en 1962. En el exilio mantuvo un perfil bajo, alejado de la política activa pero atento al devenir de España. 

Curiosidades de Ramón Pérez de Ayala

Pérez de Ayala fue alumno de los jesuitas en Oviedo, una experiencia que lo marcó profundamente. El rigor, la disciplina y el dogmatismo del colegio le produjeron un rechazo visceral que canalizó literariamente en A.M.D.G. (Ad Maiorem Dei Gloriam). Esta novela, publicada en 1910, causó un escándalo en su tiempo por su ataque directo a la pedagogía de los jesuitas. Fue prohibida en varios colegios religiosos y censurada en ciertos ambientes católicos, pero se convirtió en uno de los primeros textos españoles que denunciaba abiertamente el autoritarismo educativo del clero.
A su llegada a la capital, Ramón era conocido por su elegancia, su hablar pausado y su gusto por los cafés literarios. Frecuentaba tertulias en el Ateneo de Madrid, donde entabló amistad con intelectuales como Valle-Inclán, Azorín, Ortega y Gasset o Juan Ramón Jiménez. No era raro verlo vestido con sombrero hongo y bastón, más cercano a la estética modernista que a la austera imagen del escritor comprometido.
Aunque formalmente se lo reconoce como novelista, muchos críticos consideran que su verdadera especialidad fue el ensayo camuflado. En Belarmino y Apolonio, por ejemplo, no se cuenta una historia convencional: es más bien un diálogo filosófico, donde cada personaje representa una actitud vital o intelectual. Esta obra anticipa, de alguna forma, el ensayo dialogado que Ortega cultivaría en años posteriores.
Amante de la literatura inglesa, Pérez de Ayala tradujo a varios autores británicos y fue un gran admirador de Shakespeare. También introdujo en el ensayo español la ironía y el tono civilizado de los moralistas británicos. Cuando fue nombrado embajador en Londres por la República, consideró el cargo como una «culminación espiritual». En sus años allí estrechó lazos con intelectuales británicos y buscó proyectar una imagen moderna de España.
Pérez de Ayala fue un orador exquisito, pero no rimbombante. Tenía un estilo sereno, elegante, reflexivo. En sus intervenciones parlamentarias evitaba el grito o la descalificación directa. Su oratoria era persuasiva, construida con argumentos y humor fino. Esto lo convirtió en una figura respetada incluso por sus adversarios políticos.
En tiempos de extremismos políticos, Pérez de Ayala encarnó un liberalismo ilustrado, alejado tanto del conservadurismo reaccionario como de los populismos de izquierdas. Esto le valió desconfianzas en ambos bandos: los conservadores lo tachaban de masón y antiespañol, mientras que algunos sectores progresistas lo veían tibio. Él, sin embargo, se mantuvo fiel a su ideal de una España civil, laica, europea y dialogante.
Cuando estalló la Guerra Civil, Pérez de Ayala se encontraba en el extranjero. Se exilió finalmente en Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte en 1962. Aunque no se le conoce militancia política en el exilio, su tristeza por el fracaso de la República fue profunda. Rechazó regresar a la España franquista, incluso cuando se le ofrecieron honores o reconocimientos. Prefirió el anonimato en Argentina antes que someterse a un régimen contrario a sus principios.
Pérez de Ayala no era un autor prolífico en términos cuantitativos, pero sí obsesivo con la calidad. Reescribía constantemente sus obras, y algunas de sus novelas tienen versiones muy distintas según la edición. Esta práctica le valió tanto admiración como reproche: algunos lectores lo acusaban de “intelectualizar” en exceso sus tramas, otros lo alababan por su perfeccionismo y pulcritud estilística.
El propio Ayala se consideraba un discípulo de Cervantes, y su amor por el autor del Quijote trasciende lo literario. En Belarmino y Apolonio o Tigre Juan, su prosa se llena de giros cervantinos, de ironía, de personajes que dialogan consigo mismos como si fueran espejos morales. Creía que la obra de Cervantes contenía una ética del buen vivir que debía revivirse en los tiempos modernos.
Tras la Guerra Civil, su nombre fue borrado de muchos manuales, y sus libros dejaron de editarse con frecuencia en España. Fue en el tardofranquismo cuando algunos estudiosos empezaron a reivindicar su figura como uno de los grandes humanistas del siglo XX. Hoy en día, se le reconoce como un precursor de la novela intelectual española, heredero tanto del Siglo de Oro como del pensamiento europeo contemporáneo.

OBRAS

A.M.D.G.» suscitó desde su aparición, en 1910, una notable polémica. Aún hoy, no son pocos los que reducen esta novela de Pérez de Ayala a un juvenil panfleto antijesuítico. Hace más de cincuenta años que se editó por última vez «A.M.D.G.». La presente edición permitirá a un amplio grupo de lectores tomar contacto con la novela. Verán en ella un relato urdido a partir de recuerdos pasados, un fresco de costumbres escolares que supone, sí, la denuncia de una pedagogía y una religiosidad que al autor le parecían socialmente dañinas

*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*

Don Amaranto de Fraile, a quien conocí hace muchos años en una casa de huéspedes, era, sin duda, un hombre fuera de lo común, no menos por la traza corporal cuanto por su inteligencia, carácter y costumbres. Algún día quizá se me ocurra referir por lo menudo lo que hube de averiguar de su vida, y sobre todo recoger por curiosidad sus doctrinas, opiniones, aforismos y paradojas; de donde pudiera resultar un libro que si no emula las Memorabilia en que Xenofonte dejó reverente y filial recuerdo de su maestro Sócrates, será de seguro porque ando yo tan lejos de Xenofonte como don Amaranto se aproximaba, tal cual vez, a Sócrates: un Sócrates de tres pesetas, con principio. Pero todo esto no conviene ahora a mi propósito

*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*