PRINCIPE SHOTOKU

Príncipe Shōtoku (574–622)

El Príncipe Shōtoku, también conocido como Shōtoku Taishi, es una de las figuras más veneradas y complejas de la historia del Japón antiguo. Nacido en el año 574 como miembro de la familia imperial, fue regente y estadista durante el reinado de su tía, la emperatriz Suiko, y se le atribuye un papel esencial en la consolidación del Estado japonés, la introducción del budismo y la adopción de modelos administrativos y culturales del continente, particularmente de China.

Su figura se sitúa en un momento de transformación profunda: Japón aún no era una nación unificada, sino un mosaico de clanes con poder disperso. Shōtoku emergió como un reformador visionario, promotor del centralismo estatal y del budismo como fuerza civilizadora. Aunque su vida se enmarca dentro de una nebulosa de leyendas, documentos como el Nihon Shoki (Crónicas de Japón) y el Kojiki (Registro de cosas antiguas) lo presentan como un ser casi mítico, dotado de sabiduría precoz, capaz de escuchar diez causas legales a la vez y memorizar miles de sutras budistas.

Fue autor, o al menos inspirador, de la famosa “Constitución de Diecisiete Artículos” (604), un documento que, más que una constitución en el sentido moderno, fue una declaración ética que buscaba armonizar el poder político con los ideales budistas y confucianos. En ella, Shōtoku defendía la paz social, la obediencia al emperador y el gobierno basado en la virtud.

Shōtoku también envió embajadas a la dinastía Sui de China, estableciendo una política exterior audaz y afirmando la igualdad diplomática del Estado japonés frente al poderoso imperio chino. Se le atribuye la frase con la que encabezó una misiva al emperador chino: “Del hijo del Cielo donde el sol sale al hijo del Cielo donde el sol se pone”, una declaración de independencia ideológica notable para su tiempo.

Impulsó la construcción de templos budistas, entre ellos el célebre Hōryū-ji, uno de los templos de madera más antiguos del mundo, que aún se conserva. Su patronazgo del budismo marcó el inicio de su arraigo definitivo en Japón y su fusión con el sintoísmo en las prácticas religiosas del país.

Tras su muerte en 622, Shōtoku fue elevado casi a la categoría de santo. Durante siglos fue objeto de culto, tanto en el ámbito religioso como en el ideológico. Su figura ha sido invocada como símbolo de armonía, gobierno justo y conexión espiritual con el budismo. No obstante, muchos aspectos de su biografía permanecen en la penumbra entre historia y leyenda, lo que no hace sino aumentar su aura.

Curiosidades del Príncipe Shotoku

Según las leyendas, el príncipe nació hablando y caminando, lo cual fue interpretado como señal de que se trataba de un ser extraordinario, enviado por los dioses para guiar a Japón. Algunos textos antiguos afirman que fue una reencarnación de un bodhisattva (un ser iluminado que renuncia al nirvana para ayudar a otros a alcanzar la iluminación), lo cual reforzaría su papel como difusor del budismo. Estos relatos, aunque inverificables, influyeron profundamente en el culto que se le rindió tras su muerte.

La “Constitución de Diecisiete Artículos” escrita en 604, atribuida a Shōtoku, no establece leyes concretas sino principios morales y políticos. El artículo primero, por ejemplo, invoca la “armonía” como base del gobierno. El documento refleja una síntesis entre el budismo y el confucianismo, y marca el inicio del ideal del gobernante virtuoso, sabio y guiado por principios éticos antes que por intereses dinásticos o militares.

En una época en la que China se consideraba el centro del mundo civilizado (tianxia), Shōtoku se atrevió a dirigirse al emperador de la dinastía Sui como su igual, usando una fórmula diplomática inédita y provocadora: “Del hijo del Cielo en la tierra donde sale el sol al hijo del Cielo en la tierra donde se pone el sol”. Esta frase, aunque aparentemente inocente, implicaba una visión geopolítica independiente y fue el primer gesto claro del incipiente nacionalismo japonés.

El templo Hōryū-ji, situado en Nara, fue impulsado por Shōtoku y alberga una de las más antiguas estructuras de madera del mundo (siglo VII). Más allá de su valor arquitectónico, el templo es un símbolo tangible del compromiso del príncipe con la difusión del budismo, y ha sido durante siglos un centro de estudio religioso y arte. En sus recintos se guardan estatuas, sutras y reliquias asociados directamente a su figura.

Shōtoku fue una figura tan venerada que apareció durante mucho tiempo en los billetes de yen japonés, sobre todo en el de 10.000 yenes, durante buena parte del siglo XX. Esta presencia icónica subraya su condición de figura fundacional del Japón como nación unificada y civilizada. Al usar su imagen, el Estado japonés contemporáneo reforzaba el vínculo entre la ética budista-confuciana, la autoridad imperial y la continuidad histórica.