NIKOLAI GOGOL

Nikolai Gogol (1809-1852)

Nikolái Vasílievich Gógol nace el 1 de abril de 1809 en Soróchintsi, una pequeña aldea de la actual Ucrania, que entonces formaba parte del Imperio ruso. Su familia pertenece a la pequeña nobleza terrateniente y su padre, Vasili Gógol-Yanovski, es un escritor aficionado que compone obras teatrales en ucraniano, lo que introduce al joven Nikolái en el mundo de la literatura y el folclore de su tierra natal. Su madre, María Ivánovna, profundamente religiosa, tendrá una gran influencia en su carácter.

Con el apoyo de Pushkin, Gógol se adentra en la sátira social y escribe algunas de sus mejores obras, como El inspector (1836), una ácida comedia sobre la corrupción burocrática rusa, y Las almas muertas (1842), una novela que retrata con ironía y melancolía la decadencia de la nobleza terrateniente. Inspirada en El Quijote, Las almas muertas estaba planeada como una trilogía, pero Gógol solo completa el primer volumen y quema el manuscrito del segundo en un arrebato místico.

A partir de 1836, el escritor se sumerge en una crisis espiritual. Viaja por Europa, pasa tiempo en Roma y cae bajo la influencia de predicadores religiosos que lo convencen de que su obra es inmoral. A su regreso a Rusia, se obsesiona con la penitencia y el ayuno extremo, lo que lo debilita física y mentalmente.

En sus últimos años, Gógol se aísla y cae en una profunda depresión. En 1852, siguiendo el consejo de un fanático religioso, deja de comer y muere el 4 de marzo, probablemente de inanición, aunque también se han sugerido diagnósticos como un colapso nervioso o una enfermedad intestinal.

Curiosidades de Gogol y su ataúd vacío

La muerte de Nikolái Gógol, ocurrida el 4 de marzo de 1852, estuvo rodeada de un halo de misterio y dramatismo que parece extraído de sus propias obras. Su obsesión con la muerte, su extraña relación con la religión y su deterioro físico por el ayuno voluntario hicieron que sus últimos días fueran casi tan enigmáticos como su legado literario. Sin embargo, la verdadera intriga surgió muchos años después, cuando su tumba fue abierta y se descubrió un detalle inquietante: su cuerpo no estaba en la posición esperada, e incluso se decía que el ataúd estaba vacío.

Desde joven, Gógol había sentido un terror irracional ante la posibilidad de ser enterrado vivo, un miedo que, en el siglo XIX, no era tan descabellado. En una época sin los avances médicos actuales, los errores de diagnóstico eran comunes y no faltaban historias de personas que despertaban dentro de su ataúd.

Este temor se agravó en sus últimos años, cuando cayó en una profunda crisis espiritual y psicológica. En 1852, influenciado por un fanático religioso, Gógol dejó de comer casi por completo y se sometió a prácticas ascéticas extremas, debilitándose hasta la inanición. Poco antes de morir, pidió a sus allegados que no lo enterraran de inmediato, por si acaso solo estaba en un estado de letargo. Sus últimas palabras, según se cuenta, fueron:
«¡Una escalera! ¡Denme una escalera!»
Frase que muchos han interpretado como el grito desesperado de un hombre que presentía su destino.

Décadas después de su muerte, en 1931, el gobierno soviético ordenó la exhumación del cuerpo de Gógol como parte de un plan para trasladar los restos de varias figuras ilustres al cementerio del Monasterio de Novodévichi, en Moscú. Fue entonces cuando los obreros encargados de la exhumación hicieron un descubrimiento inquietante.

Al abrir la tumba, algunos testigos afirmaron que el cráneo de Gógol no estaba en su sitio o incluso que el ataúd estaba vacío. Otras versiones aseguran que el cuerpo estaba girado de lado, con signos de que había intentado moverse dentro del ataúd, lo que avivó la leyenda de que fue enterrado vivo.

Entre los relatos más macabros, se decía que su cráneo había desaparecido, presuntamente robado por coleccionistas privados o por miembros de la intelectualidad rusa de la época, fascinados con el escritor. Una versión apunta a que fue tomado por el actor Konstantín Stanislavski, quien lo habría usado para representar el cráneo de Yorick en Hamlet. Aunque no hay pruebas concluyentes, la historia del cráneo perdido sigue alimentando el misterio.

A pesar de estas historias, muchos historiadores creen que la posición alterada del cuerpo podría deberse al desplazamiento natural de los restos dentro del ataúd con el paso del tiempo, algo común en exhumaciones. También es posible que el esqueleto no estuviera en el estado esperado por la intervención de los sepultureros o por la descomposición.

Sin embargo, la idea de que Gógol despertó dentro de su ataúd y murió asfixiado sigue siendo una de las leyendas más persistentes de la literatura rusa. Su miedo a la muerte, su extraña enfermedad y la exhumación rodeada de rumores han creado una narrativa casi gótica, digna de sus propios cuentos.

Sea un hecho real o una fábula, lo cierto es que la historia del ataúd vacío de Gógol refuerza su imagen de escritor trágico y excéntrico, cuya vida estuvo marcada por lo absurdo y lo inquietante, exactamente como sus relatos.

OBRAS

El capote, escrito por Nikolái Gógol entre los años 1839 y 1841, y publicado en 1842, nos presenta uno de los más conmovedores personajes de la Literatura: Akaki Akákievich Bashmachkin, un funcionario de la escala más baja de la administración civil, que se ve ultrajado por las injusticias sociales y la indiferencia egoísta de los fuertes y ricos, y cuyo destino es el de ser un «hombre insignificante».

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Ofrecemos una edición maravillosamente ilustrada con más de 200 imágenes clásicas de esta obra maestra de la literatura rusa. Un pequeño terrateniente, Pável Ivánovich Chíchikov, se dedica a comprar campesinos muertos para registrarlos como vivos y conseguir así las tierras que se concedían a aquellos que poseyeran un cierto número de siervos. Gógol utiliza este argumento como pretexto para ofrecer la versión más cruda y detestable del ser humano, logrando que esta obra, publicada por primera vez en 1842, sea un clásico con una vigencia formidable en nuestro mundo actual.

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«Cuentos de San Petersburgo» da título a una serie de relatos que fueron publicados en diferentes momentos, entre 1835 y 1842. Existen dos elementos unificadores en este libro: el primero, y más obvio, la presencia de San Petersburgo; el segundo, que están protagonizados por personajes solitarios que viven una situación de conflicto a causa de un elemento perturbador (una oculta presencia demoníaca) que trastoca la precaria armonía de su mundo.

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