Contenidos

Memorias del subsuelo
Todo aquel que desee un análisis profundo de la obra de Dostoievski debe acudir a la edición de Memorias del subsuelo preparada por Bela Martinova para Cátedra letras universales que explora en profundidad la obra sin ambages y con una óptica hermenéutica que no seremos capaces de implantar en este análisis por una cuestión de logística, de espacio, y sin vergüenza a escondernos, de pereza.
El subsuelo es acogedor y es diáfano y cuenta con la aprobación de aquellos que aterrizan en él. Sin embargo, en camino hacia el subsuelo es recóndito y maquiavélico que tan solo puede transitar el hombre del subsuelo.
Dostoievski traslada esta figura a la del pobre funcionario, convertido en actal inmaculado de la teoría actancial en la literatura rusa, como lo pueden ser también los sujetos-perdidos (gaviota) de la novela de Chejov o los arquetipos inmaculados de Goethe. Este funcionario llega a enquistarse en el seso de la burocracia social hasta que tiende a convertirse en el insecto de Kafka.
Para el escritor ruso, la conciencia era la enfermedad del hombre, entendida no como acto reconciliador con uno mismo, sino como la necesidad de racionalizar todo lo acontecido. Y lo observamos en este ser del subsuelo, que explora con inquina cualquier acto que lo rodea, como las consignas en su contra, los movimientos de sus jefes o el unívoco comportamiento de una prostituta cualquiera al abrigo de la noche moscovita.
Si un autor escribe “a cada cual lo que le dé la gana”, al instante, bebería a la salud de esa frase, porque amo todo lo bello y lo sublime. Exigiría que me tuviera respeto y perseguiría a todo aquel que no me lo tuviera. Viviría tranquilo y moriría triunfante.
Memorias del subsuelo (p.84) Tweet
Para más inri, la figura del burócrata se convierte en el hombre del subsuelo, alumbrando al burócrata del saber, que influye tanto en la visión cosmogónica del universo de Dostovievski, tan obsesionado con la ofensa y la humillación, tanto en su obra homónima, como en las más maduras y relevantes de su biblioteca.
Fiódor M. Dostoievski escribe «Memorias del subsuelo» en un momento social y político bastante complejo, al que se une la delicada situación personal por la que el autor estaba atravesando: su mujer se moría y su tormentosa relación sentimental con una joven le causaba dudas y remordimientos que incidían en una evidente crisis personal. El resultado de esa situación histórica, personal, vital y anímica es una obra que en pocas páginas concentra más contenido filosófico que ninguna otra obra del autor, y en la que se plantean las cuestiones más extremas que un hombre pueda hacer. «Memorias del subsuelo» es una obra contradictoria, no exenta de matices. En forma de diálogo, un hombre sin nombre ni identidad concreta, excepto la de ser un funcionario, como se presenta a sí mismo desde las primeras páginas, va narrando las memorias de su tragedia personal.
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*
Bueno, señores, ¿y por qué no echamos de una vez abajo esa cordura, para que todos esos logaritmos se vayan al demonio y finalmente podamos vivir conforme a nuestra absurda voluntad? Y tampoco eso importa mucho, pues lo verdaderamente lamentable sería que enseguida encontraría adeptos para seguirle; así es el hombre Y todo eso ocurre por un motivo tan fútil que no merece la pena ni recordarlo.
Memorias del subsuelo (p. 90). Tweet
El hombre del subsuelo
En palabras de Martinova, si al hombre del subsuelo le hubiera sido posible elegir entre ser individuo con conciencia o insecto volador sin conciencia, sin duda hubiera optado por lo segundo, dado que sería definitivamente libre de la duplicidad perterburguesa.
Para el hombre del subsuelo, la venganza cobra un valor justificativo de sus actos, convirtiéndose incluso en una moral, porque así lo dicta su conciencia, suficiente y consciente de todo.
La obra gira en torno al ya mencionado funcionario, que explora las fronteras del subsuelo, retrotrayéndose a su juventud, momento en el que consiguió su trabajo como burócrata y desde el pedestal inverso en el que ahora observa sus acciones. Vilipendia su comportamiento con mujeres, con sus compañeros de trabajo, pero a la vez ensalza su capacidad de atesorar su libre albedrío y no responder así a las fruslerías y bagatelas de sus coetáneos, envilecidos por la razón y por el camino recto.
Hmm…La mayoría de las veces nuestra voluntad resulta errónea a causa del equívoco punto de vista que tenemos sobre nuestras ventajas. Por ello, a veces deseamos cosas absolutamente absurdas, pues a causa de nuestra estupidez, vemos en ellas el camino más fácil para la consecución de alguna presunta ventaja. Pero el día en que todo esté explicado y calculado sobre el papel (lo que es muy probable, ya que resulta repugnante pensar que haya leyes de la Naturaleza que el hombre jamás descubrirá), entonces será cuando desaparezcan los así llamados deseos. Porque el día en que la voluntad esté completamente confabulada con la razón, será cuando razonaremos y ya no desearemos, pues resultará imposible desear algo que no tenga sentido para la razón, teniendo en cuenta que no podremos proceder contrariamente a ella deseando algo malo para uno mismo… Y puesto que para entonces la voluntad y la razón estarán ya completamente calculadas, ya que algún día descubrirán las leyes del nuestro, así llamado, libre albedrío, será cuando se establezca, y no es broma, algo parecido a una tabla matemática, de modo que realmente terminemos por desear conforme a ella.
Memorias del subsuelo (p. 91-92) Tweet
Novela de indudable trasfondo autobiográfico, EL JUGADOR (1866) refleja los dos grandes impulsos -el juego y la pasión amorosa- que dominaron la vida de Fiódor Dostoyevski (1821-1881). En medio de una galería de personajes desarraigados y trashumantes que deambulan por la ciudad-balneario de Wiesbaden (el «Roulettenburg» de la ficción), la patética figura de Aleksei Ivanovich personifica el goce y la angustia del tipo humano que acaba por canalizar toda su capacidad de protesta en la pasión por el juego como vía de acceso, mediante el dolor y el envilecimiento, a una libertad vorazmente deseada.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
La teoría del Palacio de Cristal
Martinova también rescata su reflexión sobre el Palacio de Cristal en la novela, que simboliza la racionalidad utópica y el proceso científico deshumanizado. En concreto, para Dostoievski la ciencia tiene un papel fundamental en la elaboración de sus novelas por la negación de los personajes de su uso.
Volviendo al Palacio de Cristal, Dostoievski se refiere al Crystal palace de Londres, una gigantesca estructura de vidrio y hierro construida para la Exposición Universal de 1851. Es un símbolo del progreso tecnológico, el racionalismo y el optimismo científico del siglo XIX.
El hombre del subsuelo critica esta estructura, suprimiendo la libertad individual y el libre albedrío, que para él son esenciales para alcanzar el éxtasis humano. A través del Palacio de Cristal, el ser humano ignora los deseos irracionales, contradictorios y profundos del ser humano y reduce al hombre a una máquina. En palabras de Schiller, la esencia humana está ahora repartida en fragmentos de hombre, que hay que buscar en cada uno de nosotros para, al juntar millones, encontrar atisbos de la raza humana. Con esto, Schiller encuentra al hombre reducido a fragmento, teniendo eternamente en sus oídos tan solo el ruido monótono de la rueda que se mueve, no pudiendo alcanzar la armonía de su esencia.
¡Buena gente, déjenme salir para vivir a la luz del día! Viví, sin haber vivido, mi vida solo sirvió para que los demás limpiaran su suciedad en ella; se malgastó en borracheras de la plaza Sennaia; ¡Buena gente, denme otra oportunidad para vivir en el mundo!”
Memorias del subsuelo (p.168) Tweet
El narrador asegura que prefiere tener el derecho de hacer el mal o equivocarse antes que vivir en un paraíso racional forzado como el Palacio de Cristal. De hecho, neguemos también nosotros el triste Palacio de Cristal. ¡Al diablo el Palacio de Cristal!
En definitiva, con crítica mordaz y un universo creado por y para satisfacer la necesidad de ese libre albedrío y la imposición de la equivocación, Memorias de subsuelo se alza como una de las obras más importantes del realismo ruso, sin llegar a tener la madurez de Los hermanos Karamazov, o Guerra y Paz, pero proponiendo una reflexión a los lectores sobre la imposición de una revolución interior, en busca de ese insecto que adolece de responsabilidades y de razón.
Hasta tal punto estamos desligados de la vida, que hasta sentimos aversión hacia la auténtica «vida viva» y no soportamos que nadie nos la recuerde. Hemos llegado al extremo de tomarla por un trabajo, como si de un servicio se tratara, y en nuestro fuero interno nos persuadimos de que es mucho mejor vivir conforme a los libros. ¿Y qué andamos frecuentemente escarbando por ahí, de qué nos encaprichamos, y qué es lo que pedimos? No lo sabemos ni nosotros mismos. Y todavía sería peor para nosotros si se cumplieran todos nuestros deseos y caprichos más remotos. ¡Inténtenlo, ofrézcannos más autonomía, desaten las manos a cualquiera de nosotros, amplíen el campo de nuestras actividades, debiliten la influencia de la tutela, y… les aseguro, que al instante pediríamos ser nuevamente protegidos por la tutela! Sé que ustedes probablemente se enfaden conmigo y griten dando patadas al suelo: «¡Hable usted de sí mismo y de sus miserias del subsuelo, pero no ose decir “todos nosotros”!» Permítanme señores, pero no me estoy disculpando con esta generalización. Respecto a mí, he de decir, que he llevado hasta el último extremo aquello que ustedes no se han atrevido a llevar ni a mitad del camino, y por si fuera poco, toman por cordura su propia cobardía y se tranquilizan engañándose a sí mismos. ¡Hasta posiblemente resulte que esté yo más «vivo» que todos ustedes! ¡Vayan con más cuidado! ¡Ni siquiera sabemos en qué consisten las cosas vivas, ni qué es lo vivo, ni qué nombre tiene! ¡Déjennos solos y sin libros, y al momento nos extraviaremos, nos perderemos, no sabremos qué hacer, ni dónde dirigirnos; qué amar y qué odiar, qué respetar y qué despreciar! Nos pesa ser hombres, hombres auténticos, de carne y hueso. Nos avergonzamos de ello, lo tomamos por algo deshonroso y nos esforzamos en convertirnos en una nueva especie de seres omnihumanos. Hemos nacido muertos y hace tiempo que ya no procedemos de padres vivos, cosa que nos agrada cada vez más. Le estamos cogiendo gusto. Pronto inventaremos la manera de nacer de las ideas. Pero por ahora basta; no quiero escribir más «desde el subsuelo»…
Memorias del subsuelo (p.194). Tweet
Ítem | Calificación |
---|---|
1. DESCRIPCIÓN | 7/10 |
2. MADUREZ NARRATIVA | 7/10 |
3. RIQUEZA LINGÜÍSTICA | 7/10 |
4. DESARROLLO DE PERSONAJES / PLANTEAMIENTO DE LAS TESIS Y/O PROTAGONISTAS | 8/10 |
5. HISTORIA / TRAMA / CONDUCCIÓN DEL ENSAYO | 5/10 |
6. DESENLACE / FINAL DEL ENSAYO | 10/10 |
7. DIÁLOGOS / RELACIÓN ENTRE PERSONAJES / CALADO DE LOS PERSONAJES | 5/10 |
8. PROFUNDIDAD Y SIMBOLOGÍA | 7/10 |
9. UNIVERSALIDAD / IMPACTO EN UNA SOCIEDAD | 8/10 |
10. RELEVANCIA HISTÓRICA EN SU CONTEXTO | 7/10 |
Total | 71/100 |
En «Los hermanos Karamázov», su última obra y síntesis monumental de su pensamiento y de su arte, desarrolla su íntimo convencimiento de la necesidad de un cambio radical en los destinos sociales y morales de la humanidad. El autor plasma un trágico cuadro de la sociedad de su tiempo y denuncia la corrupción engendrada por el poder del dinero, las pasiones incontroladas, el egoísmo y la ignominia espiritual.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.