LA FELICIDAD CONYUGAL
LA FELICIDAD CONYUGAL
¿Qué es el amor? Puede ser esta una pregunta que se haga Robe Iniesta, Jorge Javier Vázquez, o quizás uno de los filósofos, educadores, escritores y más aclamados de nuestro tiempo, capaz de sacar a relucir su verborrea mística y hacernos llegar un testimonio de la privilegiada facción oculta de sus pensamientos, que tan solo expectoraba a través de la pluma y que se adhiere a nosotros como esas lágrimas que derramamos al vernos simientes cautivos de la historia de Masha y de Sergei.
Disculpe el erudito lector mi incongruente léxico ruso pues apenas consigo recordar sus apellidos ya que, aunque la historia me ha conmovido, tiendo a asociar sus desventuradas personalidades con las letras “A” y “B”. El acérrimo lector de esta obra comprenderá mis inquietudes y las razones por las que hago uso de estas partículas.
Quizás por una cuestión de holgazanería o, quizás, en un fuero muy profundo e interno deseo rendir un tierno homenaje a unos personajes que me destrozaron el alma.
“La Felicidad Conyugal” llega a nosotros como un disparo gutural y sin paños calientes, esperando una sencilla brizna romántica y sentimental y, en lugar de privar a nuestro subconsciente de un desahogo a la vida –ya que, emulando en cierta medida a Baroja, el humano tiende a verter sobre su vida la mentira para poder aceptar la verdad de esta-, Tolstoi nos golpea con su profundidad y su emotiva sensibilidad.
“La Felicidad Conyugal” es una lucha de equilibrios, como veremos más adelante. Es una clara guerra entre el balance emocional de los personajes a través de un prisma femenino que es el incipiente desarrollo personal de la protagonista, Masha Alexandrovna. Siendo la primera novela de Tolstoi, que se embarcaba en la ficción más sensitiva con tan solo treinta años y tras haber escrito una serie de ensayos biográficos que resaltaban su gran dominio del espectro nostálgico con “Infancia”, “Adolescencia” y “Juventud”, aparca a un lado sus grandes aspiraciones, llegando a culminar obras tan reconocibles como Anna Karenina o “Guerra y Paz”, para acercarnos a la belleza de la cotidianeidad y los momentos de intrínseca privacidad que se comparten en el matrimonio de “A” con “B”.
Desde este preciso momento, doy comienzo al análisis y a la opinión personal de la obra, pretendiendo que este no sea más extenso que la misma y deseando que las premisas lleguen al lector póstumo de la novela para hacerle recapacitar, y en ningún caso adoctrinar con mi opinión, sobre las maravillosas divagaciones que a nuestras manos llegan con la lectura de sus páginas.
¿De qué trata La Felicidad Conyugal?
Como ya hemos anunciado, “La Felcidad Conyugal” representa una cuestión de equilibrios y de sacrificios mutuos que ha de hacer una pareja para encontrar lo idílico de dicha relación. Pero aunque Tolstoi llega a esbozar lo que para el matrimonio significaría este concepto, no es sino una alegoría de lo que en sí mismo aceptamos como individuos.
Para el lector, la sola idea del encuentro, de la definición de amor, de la resolución de los conflictos puntuales que se presentan puede saciar la sed de brillantes incógnitas que se plantean a lo largo del libro, pero invito al curioso a que expectore en su interior y recuerde alguna de las palabras que de la pluma de Tolstoi se desprendieron para hacernos partícipes de una verdad incipiente que asoma por debajo de la puerta de nuestros comportamientos más superficiales.
El equilibrio se plantea como una serie de acontecimientos, como una sucesión de actos que, a media que avanza la obra, comprendemos casi como nuestros. Una muerte, la de un familiar directo de Masha, da comienzo a este relato, incitando a la aparición de un noble caballero que, Escuela de Yasnaia Poliana amigo de la familia, que profesa un gran amor a la joven Masha, pero que, conforme la adultez hace acto de presencia en su vida, tiende a convertir ese amor que siente por ella en la romántica atracción que concluirá con una austera e insignificante boda.
Pero como este amor, colocado a un lado de la balanza, debe sustentar otro pilar fundamental que ocupa el otro, hemos de hallar esa incógnita, desvelada por Masha, apenas en la segunda página de la novela corta. Comenzamos, con esta intervención, con las citas referentes a la parte más sensible y más introspectiva de cuantas haya podido conocer el lector. Si el amor es el tema principal, su contrapunto es el paso del tiempo, en el que observamos cómo Masha evoluciona desde un estado de plenitud juvenil hasta la más depravada conciencia adulta:
“¿Para qué? ¿Para qué hacer algo si de forma gratuita se desaprovechaban mis mejores años?”
Lev Tolstoi
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Consciente de su juventud y de su eternidad, pues unido al de la invencibilidad, son los sentimientos que acompañan a los adolescentes, encuentra regocijo en la observación, en la aventura y en el arrojo digno de alguien con dieciséis años.
Aparece, al fin, la figura de Serguei, con doce años más, que coquetea de forma servil y apacible con la joven Masha, demostrando su atracción, pero corrigiendo su postura con su parte de equilibrio paternal que ha desembocado en su persona. Los padres de Masha decidieron dejar a Serguei a cargo de las fincas y de las propiedades de la familia, así como el cuidado, excluyendo de este a una sirvienta que hacía las veces de madre, de las dos hijas del matrimonio.
Por ello, aunque se sienta atraído por la joven, pretende siempre reprenderla cuando ella demuestra signos de vitalidad adulta, cuando se viste con ropajes indignos o cuando se acicala para recibir al deudor de sus emociones. Ese equilibrio es parte fundamental del relato. Y es cuando Serguei se muestra más pletórico cuando Masha recibe de él todo cuanto desea. Cuando le invade el espíritu del “Loco enamorado” o del “Loco Entusiasmo”, que no es sino una proyección de la juventud que un día atesoró Serguei, es el momento preciso en el que más cerca se hayan el uno del otro, en contraposición a las situaciones en las que la cotidianidad de la sombría etapa del adulto golpea a la pareja con su rutina y su agobio personal para el joven que todo lo busca.
De esto da cuenta, al fin, Masha, que confundida con las miradas de atracción y las severas acometidas verbales cuando su comportamiento no es del gusto del hombre, recuerda que apenas es en la delicadeza y la normalidad de un momento cuando Serguei encuentra más deleite en la figura de su apadrinada:
“Él buscaba la coquetería de la sencillez en un momento en el que yo no podía ser sencilla”.
Lev Tolstoi
La sola mención del nombre de Anna Karénina sugiere inmediatamente dos grandes temas de la novela decimonónica: pasión y adulterio. Pero, si bien es cierto que la novela, como decía Nabokov, «es una de las más grandes historias de amor de la literatura universal», baste recordar su celebérrimo comienzo para comprender que va mucho más allá: «Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo».
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Pero qué instante tan maravilloso cuando todo a tu alrededor parece traducirse en una sucesión de acciones reivindicativas de tu espíritu. Cuando, aun sabiendo que el mundo gira por inercia propia, sientes que la gravedad impulsa el planeta a tu favor y que la embriagante sensación de protagonismo no es más que el comienzo de una vida en la que serás parte principal del elenco del Universo y el solipsismo, que plantará su semilla en tu psique, tan solo te dejará divagar y por las ignotas vertientes de las reflexiones vacuas en las que te preguntas, como digna reina del hormiguero, qué hacen todas esas hormigas.
Qué escurridizo pensamiento el de Masha, tal y como el que tenemos todos como seres humanos imberbes y egoístas. Pero la juventud nos da ese poder, y Tolstoi lo regenera en el cuerpo de Masha, que, aunque encuentra una debilidad en el yugo de su amor, pretende saciarla con la presencia de la “Locura Entusiasta” de Serguei, al que encuentra irremediablemente atractivo. No por sus facciones físicas, sino más bien por lo que representa de lo prohibido y por la aventura que sobre ella se cierne cada vez que a su mente viajan los sentimentales azoramientos mentales que turban su descanso, haciendo que, incluso, sea capaz de entender el amor desde una perspectiva juvenil:
Por contraposición, ya que Masha está imbuida en una tesitura juvenil precoz y está subyugada a que ese sentimiento prevalecerá en el tiempo, Serguei padece del mal adulto y no comprende otro mundo que el de la pasión y el cariño encuadrados desde una perspectiva disociativa y alejada de la imprevisibilidad de un sentimiento impulsivo. Serguei tenía como protagonista de su vida a otros seres, como a Masha, mientras que ella era la principal actriz de la suya. Y solo en ciertos momentos, la locura entusiasta se apoderaba de su cuerpo para recuperar la juventud que un día perdió. En la mayoría de los espacios que deja el subconsciente en blanco para que el sirviente adulto ocupe el lugar del joven, la postura era más prudente y precavida.
“Tenía la sensación de que mis sueños, mis pensamientos y mis plegarias eran seres vivos que ahí, en la oscuridad, vivían conmigo, revoloteaban alrededor de mi cama, se quedaban a mi lado. Y cada uno de mis pensamientos era un pensamiento suyo, y cada uno de mis sentimientos era un sentimiento suyo. Entonces no sabía que eso era el amor, pensaba que siempre podía ser así, que era un sentimiento que se daba porque sí.”
Lev Tolstoi
La obra de Tolstói reflejó toda una época de la vida de Rusia: para él «la novela tiene como finalidad la descripción global de la vida humana»; y los sucesos que se desarrollan en «Anna Karénina» revelan una observación atenta y directa de un ambiente del que el propio autor fue partícipe. Aunque desde su aparición fue acogida como una reacción contra el movimiento naturalista francés, sigue en esta obra los modelos del naturalismo hasta superarlos.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Pero el tiempo pasaba, y con la magnitud de esta relación, la animosidad de Masha hacia el treintañero iba también en aumento. Tanto que hasta dejó de lado su amor para que prevaleciese la locura y la aventura. En ocasiones, ambos se escapaban y el fuero interno en el que reinaba la calma se veía colmado de alicientes impetuosos. En un momento dado, Masha dio cuenta de que, aunque en Serguei reinaba una dualidad, la amaba con locura y, aunque de sus labios se precipitasen nimias expresiones, ella las traducía en simbología amorosa que a todos nosotros llegaban con su testimonio. Pero qué delicia representaba ese instante y qué dócil y maleable resultaba el tiempo para la joven, que no comprendía por qué, en aras de una felicidad conyugal máxima, el mundo no era partícipe de ese sentimiento continuo.
“Por qué no sentirá (el resto del mundo) lo que sentimos nosotros? ¿Por qué no todos son jóvenes, por qué no todos son felices como esta noche y como él y yo?”
Lev Tolstoi
Desgarradora esta cuestión. ¿Por qué no son todos jóvenes? ¡Qué dolor! Pues ojalá pudiéramos viajar allí y recobrar el tiempo perdido. ¿O es que, acaso el humilde lector nunca ha experimentado este sentimiento al observar a su progenitores nadar en el abismo de la locura cuando la pizpireta bondad reinaba en nuestras vidas, inconmensurablemente confundidos al no entender por qué la felicidad no colmaba sus horizontes al igual que los nuestros?
De esta manera, Masha, avanzaba en su conocimiento del mundo. Demostrando al principio una nula sensibilidad y apiadándose, conforme pasaba el tiempo, de los hijos de la noche que un día fueron tan jóvenes como ella.
Tras una boda que nada significa para Masha, más que un terrible trámite burocrático, experimenta una sensación de felicidad momentánea, una especie de “Tranquilidad Entusiasta”, que se equilibra a la locura de Serguei, que tanto enamoró a la joven. Y, al fin, tal y como a Serguei le ocurre constantemente, es consciente de la felicidad de esos pequeños momentos; tanto que, temerosa, desea no perderlos jamás.
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Y comienza, después de estos sentimientos de bondad, la recaída de la pareja, que comienza a sentir una vorágine de emociones que les enfrentan entre ellos. A decir verdad, estas escenas de la vida en sociedad de Masha no son más que la introducción a la experiencia vital de Anna Karenina o a las relaciones personales desarrolladas en Guerra y Paz, obra cumbre del autor.
Pero el devenir de los acontecimientos, el conocer el mundo que le rodea, el sentirse primero protagonista de la realeza y verse relegada a un ostracismo público, motivado por la ascensión al poder de la juventud, interpretada por el personaje de “S.”, hacen que Masha se suma en una tristeza metafórica que no significa más que el cambio de etapa, algo que echa de menos cada vez que a su mente vienen los recuerdos de una vida que debió exprimir al máximo.
Después de acaloradas discusiones, salen a relucir las inflexiones de Serguei, que ha permanecido en un segundo plano durante la narración pues a nosotros, como parte de ese solipsismo, solo se nos muestra el pensamiento de ella, la narradora en primera persona.
“Tú sacrificas y yo sacrifico. ¿Acaso puede haber algo mejor? Una lucha de generosidades. ¿No es eso la Felicidad Conyugal?”
Lev Tolstoi
Una lucha de generosidades. Nada más que añadir.
La muerte de la madre de Serguei sacude a la familia. Recuerda, este momento, al del inicio del relato, donde encontrábamos al familiar de Masha muerto, dando comienzo a la historia. Es, por lo tanto, una lucha de generosidades. Ambos deben perder y ganar por partes iguales. Pero Masha se sentía cohibida en su nueva tesitura, a la que había llegado el papel de madre también, pues su primogénito había nacido.
En su hogar, reencontrándose con sus viejos recuerdos, hace alusión a lo feliz que llegó a ser entre esas cuatro paredes y cuánto añora a la mujer que había sido y de la que no quedaba más que la memoria y la nostalgia. Ese temible sentimiento que resulta el evolucionar dejando todo atrás; la vuelta al hogar y lo que ello representa. Las indómitas alegrías y tristezas que una vez experimentaste y que van ligadas a un lugar físico, a una realidad y a un espacio tangible al que regresar.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Esta es la magnífica y lúcida despedida de la niña que habitaba en ella. Cuando días después se dedica a tocar el piano, tal y como antaño lo hacía para él, despierta un entusiasmo que creyó olvidado, un “Loco Entusiasmo” que le hace ver que quizás su terrible verdad no se cumpla, como en las predicciones que ella atestigua. Pero ese entusiasmo, que posee esporádicamente pues ya es una persona adulta, se esfuma para dejar paso de nuevo a la concepción de un nuevo niño, sobre el que vuelca una gran alegría pero un desconcierto también desagradable. Pues se da cuenta, reconvertida pues al espectro adulto, de que esos años ya nunca volverán.
Y es hermoso que Masha aleccione a Serguei sobre el aviso que este debía haberle hecho, pero Serguei asegura que ella era la única que debía descubrir su camino pues, de habérselo mostrado, de haber hecho esa terrible reflexión que supone el crecimiento y la evolución, no habría madurado jamás, siguiendo siempre atrapada en el Loco Enamoramiento de los primeros pasos y en el ciclón y en la vorágine de la soledad marchita del que nunca desea crecer.
Para mí, la novela termina mucho antes del final, con una frase que resume todo el entramado. Pero antes, me gustaría resumir lo ocurrido en este artículo, reseñando la importancia de esta relación, que no es sino la metáfora de una matrimonio adulto y a través de las décadas, acotado aquí a cinco o seis años en los que multitud de ocasiones escenas simbólicas nos hacen darnos cuenta de la importancia de un gesto, de una caricia, o de los contrapuntos en la vida.
A mi juicio, y siempre partiendo de la humilde opinión que en este lector ha surgido, Masha acepta su adultez y se dedica al cuidado de sus hijos y de su marido, obteniendo, por contrapartida, otra Felicidad Conyugal que aquella a la que estaba acostumbrada, realizando un último acto de sacrificio y dejando atrás todo lo que fue para sacar acompañar a Serguei y a su descendencia en el vasto y pedregoso camino de la evolución humana y el crecimiento personal.
Pero esta última reflexión queda abierta a interpretación de los lectores, algo de lo que me aprovecho para relatar mi análisis. Pero para mí, la nota álgida de lucidez se presenta diez páginas antes, cuando la verdad soma al fin en la última conversación del matrimonio y Serguei saca a relucir la verdad escondida a simple vista; el equilibrio perfecto, el balance final y la verdadera hipótesis de la Felicidad Conyugal. Una magistral muestra de dominio léxico y sensibilidad:
“Tú te mojas la cabeza, y envidias a las hojas y a la hierba porque las moja la lluvia. Te gustaría ser la hierba y las hojas, y también la lluvia. Yo solo me alegro de que existan, como me alegro de todo lo que en este mundo tiene belleza, juventud y felicidad”.
Lev Tolstoi