JEAN RACINE

Jean Racine (1639-1699)
Jean Racine nace el 22 de diciembre de 1639 en La Ferté-Milon, Francia. Es hijo de Jean Racine, recaudador de impuestos, y Jeanne Sconin, pero queda huérfano a los cuatro años. Su infancia transcurre bajo la tutela de sus abuelos paternos, quienes pronto lo envían al convento jansenista de Port-Royal, donde recibe una educación rigurosa.
Es durante estos años cuando se vincula a los círculos jansenistas, junto con figuras como Blaise Pascal y Antoine Arnauld. El jansenismo, un movimiento religioso austero y severo, promueve una visión pesimista de la naturaleza humana y la predestinación divina, ideas que influirán en su obra. Sin embargo, con el tiempo, Racine se aparta de esta corriente, en parte debido a su deseo de escribir para el teatro, actividad que los jansenistas consideraban moralmente cuestionable.
A lo largo de su vida, Racine se dedica principalmente a la dramaturgia y la poesía. Su obra más famosa, «Phèdre» (1677), es una tragedia en la que explora la pasión destructiva a través de la figura de Fedra, consumida por un amor incestuoso e imposible. La obra, basada en Eurípides y Séneca, se convierte en el modelo absoluto del clasicismo teatral, con su lenguaje refinado y su estructura rigurosa.
También destaca «Andrómaca» (1667), una tragedia que consolida su fama en la corte de Luis XIV. La obra narra los amores no correspondidos entre varios personajes de la guerra de Troya y refleja la fatalidad del destino y las pasiones desbordadas.
Jean Racine muere el 21 de abril de 1699 en París, dejando un legado inmortal en la literatura francesa.
Curiosidades de Racine
Desde joven, Racine muestra un talento excepcional para la literatura y la poesía, convirtiéndose con el tiempo en el más grande dramaturgo trágico del teatro clásico francés. En Port-Royal, estudia bajo la influencia de Jean Hamon y Pierre Nicole, quienes le inculcan un profundo conocimiento del griego y del latín, permitiéndole acceder a las tragedias clásicas de Eurípides y Sófocles.
Racine mantiene una relación de rivalidad con Pierre Corneille, el otro gran trágico francés, cuya influencia se percibe en sus primeras obras. Sin embargo, Racine refina el modelo corneliano, abandonando la exaltación heroica por una exploración más profunda de las pasiones humanas.
Uno de los episodios más polémicos de su vida es su enfrentamiento con Molière. En sus inicios, Racine confía a Molière la representación de su obra «Alejandro Magno», pero, insatisfecho con la puesta en escena, la retira y la entrega a la compañía rival del Hôtel de Bourgogne. Este acto genera resentimiento entre ambos dramaturgos.
Racine es conocido por su dominio del verso alejandrino, su exploración de las pasiones humanas y su fidelidad a la regla de las tres unidades (acción, tiempo y lugar), estableciendo el ideal del teatro clásico francés. Sus tragedias, aunque inspiradas en la antigüedad, presentan personajes psicológicamente complejos y conflictos universales.
Además de su labor teatral, Racine se convierte en historiador real de Luis XIV, lo que lo lleva a escribir menos para la escena en sus últimos años. Tras su retiro del teatro, escribe dos dramas religiosos, «Esther» (1689) y «Athalie» (1691), por encargo de Madame de Maintenon para la casa de educación de Saint-Cyr.
A pesar de su éxito en la corte de Luis XIV, Racine vive un periodo de crisis personal en la década de 1670, influido por la muerte de algunos de sus amigos jansenistas y su propio sentimiento de culpa por haberse apartado de su educación religiosa. Su retiro del teatro en 1677, tras «Fedra», responde tanto a este conflicto interior como a su nuevo papel en la corte.
Racine también fue un hombre pragmático: supo adaptarse al favor real y se convirtió en un cortesano influyente, asegurándose una vida acomodada. Sin embargo, su temperamento melancólico y su sensibilidad lo marcaron profundamente, y sus últimos años estuvieron ensombrecidos por enfermedades y preocupaciones religiosas.
Su legado sobrevive no solo en la literatura francesa, sino en toda la tradición teatral occidental, donde su arte sigue siendo un modelo insuperable de concisión, intensidad y perfección trágica.
OBRAS
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