IVÁN GONCHAROV

Iván Goncharov (1812-1891)
Iván Aleksándrovich Goncharov nació el 18 de junio de 1812 en Simbirsk (actual Uliánovsk, Rusia), en el seno de una familia acomodada de mercaderes. Su padre, Aleksandr Ivanovich Goncharov, falleció cuando Iván tenía solo siete años, dejando la crianza y educación del niño en manos de su madre, Avdotia Matvéyevna, y de un padrino influyente, Nikolái Tregubov, quien desempeñó un papel crucial en su formación. Desde pequeño, Goncharov mostró una gran inclinación por la lectura y la escritura, sumergiéndose en los clásicos rusos y europeos con gran avidez.
En 1852, tuvo la oportunidad de embarcarse en un viaje alrededor del mundo a bordo de la fragata Pallada, como secretario del almirante Yevfimy Putyatin en una misión diplomática a Japón. Durante este periplo, Goncharov visitó Inglaterra, África, India y Japón, experiencia que quedó plasmada en su crónica de viajes La fragata Pallada (1858), un libro detallado que muestra su capacidad de observación y su talento narrativo.
Tras su regreso a Rusia, Goncharov se dedicó a escribir la que sería su obra maestra, Oblómov (1859), novela que retrata la figura de Iliá Ilich Oblómov, un aristócrata incapaz de abandonar la inercia y la pereza, atrapado en su mundo de sueños y nostalgias. La novela fue un éxito inmediato y consolidó a Goncharov como una de las voces más importantes del realismo ruso.
A pesar del reconocimiento que obtuvo con Oblómov, Goncharov publicó solo una novela más, El abismo (1869), que no logró el mismo impacto. Su vida posterior estuvo marcada por la reclusión y una creciente misantropía. Murió el 27 de septiembre de 1891 en San Petersburgo, en un estado de profunda soledad, convencido de que la literatura rusa no le había otorgado el lugar que merecía.
Curiosidades de Ivan Goncharov
El impacto de Oblómov fue tan profundo que generó un término propio: «oblomovismo» (oblomovshchina en ruso). Este concepto describe una actitud de pasividad extrema, incapacidad para actuar y un apego enfermizo al ensueño y la inacción. El propio Goncharov señaló que el oblomovismo no solo era una característica del protagonista de su novela, sino una dolencia social que aquejaba a la aristocracia rusa del siglo XIX, incapaz de adaptarse a los cambios que traía la modernidad.
Lo más interesante es que el término sigue vigente en la actualidad, utilizándose en Rusia para describir a personas que, por comodidad o temor, evitan enfrentarse a la realidad y tomar decisiones. Incluso Sigmund Freud llegó a analizar la psicología de Oblómov, comparándolo con el fenómeno de la parálisis neurótica.
A diferencia de otros personajes literarios marcados por la pereza —como el Bartleby de Herman Melville o el Príncipe Myshkin de Dostoievski—, Oblómov no se resiste activamente a la acción, sino que es víctima de una inercia existencial absoluta. Goncharov dedicó más de una década a perfilar este personaje, convencido de que la pereza de Oblómov no era simplemente un rasgo de carácter, sino una tragedia ontológica.
En una de las escenas más famosas de la novela, Oblómov pasa más de cien páginas sin levantarse de la cama, no por enfermedad, sino por un agotamiento casi metafísico. Esta escena ha sido objeto de numerosos análisis psicológicos y filosóficos, siendo vista como una representación del miedo a la vida y al cambio.
Goncharov y Turguénev, dos de los más grandes novelistas del siglo XIX, mantuvieron una relación compleja, marcada por la admiración mutua y la rivalidad. Goncharov estaba convencido de que Turguénev le había plagiado ideas de Oblómov en su novela Padres e hijos (1862), especialmente en la caracterización de Bazárov, el nihilista protagonista.
Las acusaciones de Goncharov llevaron a un distanciamiento definitivo entre ambos escritores, aunque Turguénev nunca reconoció haber tomado inspiración de Oblómov. Este conflicto alimentó la sensación de Goncharov de que no era suficientemente valorado por la crítica y el público, lo que contribuyó a su aislamiento en sus últimos años.
A pesar de ser un novelista consagrado, Goncharov trabajó durante años en la censura estatal, lo que le llevó a revisar obras de autores como León Tolstói y Fiódor Dostoievski. Paradójicamente, Goncharov, quien era un ferviente defensor del realismo, fue en ocasiones muy severo con las novelas de Dostoievski, a quien consideraba demasiado exagerado en sus tramas y en su tratamiento psicológico.
Aunque nunca lo admitió públicamente, sentía una gran envidia por la creciente fama de Tolstói, cuyo éxito con Guerra y paz y Ana Karénina eclipsó la obra de Goncharov en sus últimos años de vida.
A medida que envejecía, Goncharov se volvió cada vez más obsesivo con su legado. Releía compulsivamente Oblómov y corregía detalles menores, convencido de que su obra no estaba siendo apreciada en su justa medida. En sus últimos años, vivió prácticamente aislado, escribiendo largas cartas donde se quejaba de la falta de reconocimiento y de las injusticias que, según él, la crítica había cometido contra su trabajo.
A pesar de sus miedos, Oblómov sigue siendo una de las novelas fundamentales del realismo ruso, y su legado perdura en la literatura y la cultura popular.
OBRAS
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