HUGO BALL

Hugio Ball (1886-1927)
Hugo Ball nació el 22 de febrero de 1886 en Pirmasens, Alemania, en el seno de una familia católica de clase media. Se formó en literatura y filosofía en Múnich y Heidelberg, y desde joven mostró un espíritu inquieto, proclive tanto a la espiritualidad como a la rebeldía intelectual. Durante su primera etapa estuvo vinculado al teatro expresionista, trabajando como actor, director y dramaturgo, y ya entonces comenzó a rechazar las convenciones del arte tradicional.
La experiencia traumática del estallido de la Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en su vida. Consciente de la brutalidad del conflicto y del fracaso moral de Europa, Ball se exilió en Suiza, país neutral, donde se refugió en Zúrich. Fue allí donde, junto con su pareja y más tarde esposa Emmy Hennings, fundó en 1916 el Cabaret Voltaire, espacio de reunión para artistas, escritores y agitadores que daría origen al movimiento Dadá.
El 14 de julio de 1916, Hugo Ball leyó su primer poema fonético, vestido con un extravagante traje de cartón y pronunciando sílabas sin sentido como «gadji beri bimba» o «blassa galassa tuffm i zimbrabim». Aquella noche fue una especie de invocación poética, un rito, una liberación de la lógica y del lenguaje articulado. Nacía así, por accidente casi místico, la poesía dadá: un lenguaje despojado de significado para recobrar el asombro puro de la expresión humana.
Sin embargo, la radicalidad de Ball no era únicamente estética. Veía en el arte una forma de resistencia espiritual frente a la descomposición moral del mundo. Su dadá era una forma de exorcismo, un intento de volver al lenguaje original, antes de que fuera colonizado por la propaganda, el nacionalismo o la técnica. Esta dimensión mística lo llevó, poco después, a distanciarse del movimiento.
En 1917 abandonó el Cabaret Voltaire, y progresivamente se fue retirando de la vida pública. Se acercó de nuevo al cristianismo, en una forma íntima y casi medieval, refugiándose en la escritura de textos místicos, ensayos filosóficos y diarios. En 1920 publicó su Diario Dadá, una obra clave para comprender el nacimiento y espíritu del movimiento.
Murió joven, a los 41 años, el 14 de septiembre de 1927, en Sant’Abbondio
Curiosidades de Hugo Ball
Durante su famosa actuación de 1916 en el Cabaret Voltaire, Hugo Ball apareció vestido con un traje hecho de cartón azul brillante, con conos en la cabeza y cilindros en los brazos. Apenas podía moverse. La imagen, icónica, capturó el espíritu dadá: una mezcla de teatro, absurdo y simbolismo. Él mismo escribió: “No podía caminar, solo dar pequeños saltos. Mi voz era incomprensible. Parecía un sacerdote de algún ritual antiguo”.
Su poema Karawane, compuesto solo de sonidos como “jolifanto bambla ô falli bambla”, se considera una de las cumbres de la poesía fonética. No tenía ningún sentido racional, pero sí una sonoridad hipnótica. Ball creía que el lenguaje había sido pervertido por la política y la técnica, y que solo liberándolo del significado podía redimirse.
Aunque hay controversia, se atribuye a Hugo Ball la elección del nombre “Dadá” tras abrir al azar un diccionario franco-alemán. “Dadá”, dijo, es una palabra sin sentido, pero que suena en muchas lenguas como algo infantil, puro, primigenio. Justamente lo que el movimiento quería rescatar: una forma de expresión anterior al pensamiento racional.
Su compañera de vida, Emmy Hennings, fue tan fundamental como él en la gestación del movimiento. Actriz, cantante y poeta, había vivido una vida intensa y marginal antes de conocer a Ball. En el Cabaret Voltaire, ella recitaba, cantaba y encarnaba el espíritu dadá con igual fuerza. Ambos compartían una visión mística y poética del arte.
Después de la breve explosión de Dadá, Ball dio un giro radical: se retiró al campo suizo y volvió al catolicismo. Su fe, sin embargo, no era institucional. Leía a místicos como Meister Eckhart y se dedicó a escribir una biografía de San Francisco de Asís, a quien consideraba el “primer artista dadá”.
Publicado en 1920, este diario recoge sus reflexiones durante la gestación de Dadá. No es solo un testimonio artístico, sino también filosófico y existencial. Allí se mezclan anotaciones de actuaciones, reflexiones sobre el lenguaje, críticas a la guerra y confesiones de búsqueda interior. Es considerado uno de los documentos más valiosos de las vanguardias.
Ball fue voluntario en la Primera Guerra Mundial, pero pronto desertó, horrorizado. Esa experiencia lo marcó profundamente. Vio en el lenguaje bélico una traición a la verdad, y en la cultura europea una hipocresía criminal. El absurdo del arte dadá no era gratuito: era una denuncia al absurdo real de la civilización moderna.
Antes de Dadá, Ball trabajó en los escenarios de Berlín y Múnich, colaborando incluso con el gran Max Reinhardt. Pero sus obras eran rechazadas por ser demasiado experimentales. Intentó ingresar en la vida política tras la guerra, pero pronto se desencantó. Decía: “La política es la prostitución del alma”.
Aunque fue el impulsor del movimiento, Ball no tardó en alejarse del círculo más ruidoso de Dadá. No comulgaba con el nihilismo total de algunos como Tzara. Creía que el arte debía ser una forma de revelación, no solo destrucción. Su distanciamiento fue pacífico, pero firme. En sus últimos años se mantuvo al margen.
Ball murió en 1927, sin ruido, lejos del escándalo dadá. Sus últimos textos son meditaciones sobre el espíritu, la ética y el lenguaje como revelación. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Ball no murió desengañado: encontró en la fe y la poesía una vía de sentido, tras haber buceado en el sinsentido.
OBRAS
En junio de 1924, el que fuera «primer dadaísta», Hugo Ball, publicó una pionera reseña sobre las obras del entonces jurista, Carl Schmitt. Allí convertía a Schmitt en el gran «ideólogo» alemán del momento y exponía sus formas de pensar de manera hasta hoy no superada. Meses después pretendió asentarse en el seno del publicismo católico alemán con una nueva edición de su polémico libro de 1919, Para una crítica de la inteligencia alemana, ahora titulada Las consecuencias de la Reforma; donde volvía a escrutar las dinámicas intelectuales e ideológicas que se dieron en Alemania, desde Lutero hasta Bismarck, para llegar al desastre de la Gran Guerra.
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*
Cuando Hermann Hesse cumplió cincuenta años, en 1927, su amigo Hugo Ball, a quien conocía desde 1920 y con quien compartía entonces la condición de «enemigo de la patria» por su oposición a la guerra, le dedicó el libro que hoy presentamos. Más que estricta biografía, Hermann Hesse, su vida y su obra es minuciosa descripción de un pe-riplo espiritual desde la proximidad de quien comparte universo («Ha sido a lo largo de muchos años un ejemplo para nosotros, que en muchos momentos de necesidad nos ha estimulado confortándonos y en muchos mo-mentos de debilidad nos ha reconvenido exhortándonos», afirmó Hesse de Ball).
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*