EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

El Cantar de los Nibelungos

Siempre me ha fascinado el concepto de la ópera. La forma en la que la miscelánea de elementos culturales sobrevive sobre el escenario y plasma una cantidad ingente de talento gracias a una idea preliminar.

 

Pero desde el siglo XIX, la ópera, tal y como se entendía anteriormente y el arte en general da un vuelco con la aparición del padre de la dinámica argumental actual, el alemán Richard Wagner. Con su concepto, el GesamtKünstWerk, o La Obra de Arte Total, impregnada con las leyendas germánicas y con la importancia de una depurada obra de arte, perfecciona la ópera y todo aquello que simboliza para los amantes de las bellas artes. De hecho, su tetralogía, El Anillo del Nibelungo, está considerada como la obra magna de este autor, intentando aunar en ella todas las artes en un solo gesto, en una sola mirada y en una sola obra colosal.

 

Esta obra, que no detallaremos en profundidad pues no es objeto ni protagonista de este artículo, se basa en las andanzas de los héroes germánicos de la edad media, siendo el Cantar de los Nibelungos la piedra angular de las ensoñaciones del guion de Wagner.

 

El Cantar de los Nibelungos fue escrito entre los siglos XII y XIII y carece de un autor material conocido. Basa sus narraciones, normalmente desarrolladas por un juglar, en la expansión territorial de los pueblos a orillas del Rin y el continuo movimiento de las tropas germanas en aras de conocer nuevos territorios tanto al norte como al este de Europa.

 

De esta manera, encontramos aventuras sin igual y expediciones casi inimaginables por parte de pueblos poco desarrollados, pero esta nueva idea de comunicación y de trasmisión oral sienta un nuevo precedente.

¿De qué trata El Cantar de los Nibelungos?

Ya conocemos el contexto del Cantar de los Nibelungos, pero su aparición en la literatura europea consiguió abrir un nuevo episodio en la historia de la cultura con la presentación de unos héroes reales y humanos en los que cualquier gallardo caballero podría llegar a convertirse.

 

Estos arquetipos de personajes navegarán por Europa a lo largo de varios siglos hasta llegar a nuestros días, habiendo arrastrado a innumerables escritores, entre los que reconocemos a Cervantes, con su eterno y reconocible viaje del héroe o a Shakespeare, con sus continuas referencias a la unión sanguínea y al pacto de venganza con el que se sella cada una de sus obras.

 

Estas construcciones quizás no se han tenido en cuenta en nuestros días para dar fe de estos cánones, pero Sigfried es, por excelencia, la figura del héroe alemán que todos conocen en Centroeuropa.

 

Esta obra, cargada de simbolismos, no es sino la recopilación de cientos de aventuras que los burgundios desarrollaron hasta su desaparición frente al castillo de Atila en tierras extranjeras. Y podría llegar a resumirse en una sola línea, cuya implementación al texto, por parte del autor, es inequívoca señal de su dominio de la escena y del drama implícito en ella:

Esta edición presenta la versión española en prosa de una de las obras más sobresalientes de la épica universal, el «Cantar de los Nibelungos», la única epopeya heroica que se conserva de la época literaria de los Staufer. El poema consta de treinta y nueve cantos, divididos en dos núcleos narrativos básicamente diferentes, el poema de Sigfrido y la venganza de Krimilda, en los que encontramos elementos relacionados tanto con la época heroica germana como con el auge de la literatura cortesana.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

La codicia, los celos, la venganza, son los ingredientes fundamentales para configurar una obra exitosa que cuenta con todas las peculiaridades de uno de esos episodios de Juego de Tronos que no puedes quitarte de la cabeza.

 

Esta mezcla heterogénea, entre mitología nórdica, germánica, leyendas actuales de la época y una epopeya geográficamente épica, convierten a El Cantar de los Nibelungos en una obra de arte en sí misma.

 

La historia comienza, hasta donde ha entendido, por la dificultosa narración, en cantos, este humilde escritor, con la aparición de Sigfried, o Sigfrido, hijo de Sigmund y Siglinde, a los que Wagner, en su ópera, convierte en hermanos, hijos de un mismo padre, que es, en efecto, Wotan, o Zeus en la mitología nórdica y escandinava.

 

En El Cantar de los Nibelungos, alejado en gran medida de la libre interpretación de Wagner, Sigfried es convertido en héroe de su ciudad por los habitantes del lugar, y enamorado de una joven Krimilda, a la que había visto en contadas ocasiones y vencido por el amor a primera vista, decide emigrar a una tierra extraña, la tierra de los burgundos, para pedir la mano a la joven y casarse con ella.

La grandeza trágica de Sigfrido, de Crimilda, del «traidor» Hagen de Troneja, de la indómita Brunilda de Islandia, así como de una historia que desde su propio comienzo se precipita hacia la hecatombe final, han hecho de la obra estímulo e inspiración para numerosos artistas posteriores, como el compositor Richard Wagner e incluso, siquiera lejanamente, el escritor J. R. R. Tolkien y su «Señor de los Anillos».

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Aparecen, a lo largo de la obra, ciertas referencias a una vida pasada, que marcaba ya la presente de Sigfried y que nos avisan de su heroicidad. Convertido en un hércules más actual, Sigfried había conseguido matar a un peligroso dragón y, después de haberle seccionado el cuello, este se había bañado en su sangre, convirtiendo a su figura en invencible y en casi cuerpo blindado.

 

Una hija, según su futura esposa, Krimilda, se había posado en la espalda, impidiendo que la sangre de dragón recorriese su cuerpo por completo y dejando una debilidad en el cuerpo del héroe que debía ser luego aprovechada por sus enemigos. Este es un dato fundamental para obra, así como el simbolismo en ella subyace.

 

La similitud entre los héroes es inapelable. Sigfried se parece a Aquiles, héroe en la mitología griega cuya madre sumergió su cuerpo en la laguna estigia para provocar una invencibilidad solo puesta en duda por el famoso talón, lugar desde el que la madre tuvo que sostener al joven para evitar que este se ahogase.

 

Otra de estas historias, o leyendas, es la del enano Alberich, cuya altura no resulta llamativa durante el desarrollo de la obra, pues es Wagner el que dota a los Nibelungos de un corta estatura. Alberich o Albericio, lucha contra Sigfried y este último, ganando el combate, le arrebata a Alberich una capa de invisibilidad, que en pocas ocasiones se menciona a lo largo de la obra, mas que para una macabra operación que acaba en desastre machista. Alberich y el resto de los Nibelungos ofrecen a Sigfired su famoso tesoro, pero que será legado a su viuda Krimilda una vez este pierda la vida a manos de nuestro villano favorito, Hagen de Trónege.

 

Sigfried llega, por lo tanto, al reino de Gunther, y le pide la mano de su hermana, Krimilda. Este joven rey del reino de Worms, a las orillas del Rin, no confía en la palabra de Sigfried, y le pide que le acompañe, junto a dos bravos guerreros a buscar a una mujer digna de Gunther de Worms.

 

Por ello, junto a Hagen y su hermano, los cuatro viajarán a Islandia, tierras norteñas, en busca de territorios inexplorados y de la famosa Brumhilde, cuyo corazón hay que ganarse a través de tres importantes pruebas.

 

Gracias a la ayuda de la capa de invisibilidad de Alberich, Sigfried ayuda a Gunther a pasar todas las pruebas y a ganarse el corazón de Brunhilde, quien encuentra a Gunther atractivo pero del que desconfía. En el lecho se produce uno de los episodios más dantescos de la novela, en el que se describe una violación a Brunhilde, correlacionándose este hecho destructivo con la resistencia que proyecta ella sobre los hombres que sobre ella desean actuar. Gracias a Sigfried, Gunther domina a Brunhilde y el héroe se lleva un poderoso recuerdo de su hazaña. Un anillo y un trozo de tela.

 

Este episodio también tiene cierta relación con los mitos griegos. Como los doce trabajos de hércules; en esta ocasión, es Gunther el que debe superar las pruebas para casarse con Brunhilde, pero los trabajos son arduos y la imperiosa necesidad de ser superados.

 

Y es que este hecho será fundamental en el devenir de la obra, en cuya elaboración intervienen diversos ingredientes que se han ido cosechando a lo largo de la novela.

La obra más importante de la Edad Media

Este rencor, casi etéreo e infundado que sufre Brunhilda hacia Sigfried hace que las mujeres, tanto Krimilda, ya casada con Sigfried, y Brunhilda, esposa y reina de Worms, a orillas del Rin, hace que se plante, en el terrorífico plantío emocional de la trama, una limitante sensación de venganza que se verá colmada unos cuantos cantos en el futuro.

 

Incluso al hijo de estos, de Gunther y Brunhilde, se le llama Sigfrido, en honor al héroe, como una especie de metáfora sobre su participación en el coito inicial. ¿Quién sabe si Sigfrido introdujo partes de su cuerpo en el interior de Brunhilda mientras, con la capa de invisibilidad, reducía a la mujer para que Gunther se aprovechase de ella?

 

Al albor de un nuevo reinado, en el que Sigfried cuenta con más protagonismo que el propio rey, Brunhilda trama un plan para atraer a la hermana de Gunther, Krimilda, y hacer que el matrimonio se doblegase ante ellos. Pero después de comprobar que Sigfrido no solo no rendía pleitesía al rey, sino que se creía por encima de él mismo, y que Krimilda tenía en más alta estima a su propio marido caballero que a su hermano rey, montó en cólera y comenzó un enfrentamiento con Krimilda que desembocaría en la muerte de Sigfried.

 

Hagen, amigo íntimo desde la juventud, de Krimilda, hizo de confesor y esta le dio la información necesaria para asestar una lanzada mortal a Sigfried, indicándole el punto exacto en el que la hoja se había posado sobre su cuerpo impidiendo que este fuese completa, aunque metafóricamente, invencible.

 

Este hecho es fundamental para la trama y, desde ese momento, Krimilda dice haber perdonado a Gunther y a Hagen, autores materiales de la muerte de su marido, pero lo que hace durante los años es urdir una elaborada y maquiavélica venganza que culminará como muchos de los dramas de Shakespeare.

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Hasta este punto, los temas a tratar han sido el deseo, la capacidad y la necesidad de expansión, los celos, la desconfianza, la soberbia, la altivez, y la supremacía de un imperio. Cómo el autor es capaz de tocar tantas vertientes personales en apenas 1.000 estrofas es una incógnita que aún no hemos conseguido rescatar.

 

Pero después de eso, los años acontecen sin que imprevisto alguno entorpezca los planes de Brunhilde y Gunther, quienes gozan de popularidad y de paz mientras su hermana se ha visto obligada al exilio por decisión propia ante los recuerdos que afloran en una tierra repleta de buenos momentos junto a su amado.

Krimilda se casa con Atila. Sí, Atila el Huno. Y juntos tienen un hijo, cuyo futuro es muy incierto. Para celebrar la unión de los reinos, Atila invita a Gunther y a todos los caballeros de Burgundia a acudir al reino de los Hunos para que, de una vez se formalice la presentación. Para puntualizar un hecho, es Atila el que, tras la muerte de su afable esposa, requiere de la presencia de Krimilda en el reino.

Después de unos años, Gunther acepta, pero Hagen sabe la verdad, todo es una estratagema de Krimilda para cumplir con su venganza y dar muerte a los asesinos de su marido, Sigfried.

Sin prestar atención a las palabras de Hagen, el valeroso y lúcido caballero, todos viajan al país de los Hunos y, tras varias aventuras que, por su poca importancia analítica, no voy más que a citar, se presentan ante Atila y su esposa.

Uno de los enfrentamientos a los que hace referencia el autor es con un barquero, necesario para pasar a los caballeros y a sus corceles de un lado a otro del río. Hagen asesina a este hombre, aunque primero lo engaña, haciéndose pasar por otra persona. ¿Pudiera ser este otro efecto simbólico del profundo conocimiento del autor sobre la mitología griega?

¿Podría este barquero simbolizar a Caronte y, ante la negativa de pasar a los caballero a la otra orilla, estar salvándoles la vida, pues no era su momento de morir? ¿Y si Hagen, asesinando al barquero, condenó a sus amigos a cruzar al país de los Hunos, siendo este el símbolo oficial de una muerte a la que no estaban destinados y que admitieron con terrorífica causalidad?

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Disfrutando de una calma tensa, las relaciones entre los Hunos y los Burgundos siempre fueron inhóspitas y carentes de tacto. Muchos de ellos lucharon y otros perdieron la vida. Y en este punto surgen varios héroes, como Hildebrando, o Teodorico, quienes ayudarán a Krimilda a cumplir con su venganza.

 

El episodio en el que todos los caballeros de Worms se quedan atrapados en una sala y Krimilda ordena que le prendan fuero resulta dantesco, descabellado pero realmente bello y desolador para la mujer.

 

Hagen y Gunther sobreviven, y después de platicar con varios vasallos y de perder a otros buenos amigos, son llevados ante Krimilda como cautivos con la única condición, por parte de Teodorico, su captor, de que no pierdan la vida, mas sean solo apresados de por vida.

 

Krimilda pide a Hagen, ya encadenado, que le confiese dónde se esconde el oro de los Nibelungos, pues Hagen se había hecho con la herencia que su marido le había dejado y la había hundido en el Rin. Pero este no confiesa y Krimilda le trae la cabeza de su propio hermano. Ante la negativa de Hagen, Krimilda lo mata y Atila y Teodorico, observando el monstruo en el que se había convertido Krimilda, la asesinan descuartizándola, perdiéndose así el paradero del tesoro y dando comienzo a la leyenda del ORO DEL RIN.

Otras obras medievales

Esta epopeya es espectacular, tanto por el trato del tiempo, como por la inclusión de pasajes de aventuras, como por su relevancia histórica, así como por la importancia del desarrollo de los personajes. Cada uno cuenta con un LeitMotiv, casi inventado por Wagner seis siglos después.

 

La gallarda figura de Sigfrido marca el ritmo de la obra durante la primera parte, pero es Krimilda la que intenta, con su furiosa venganza, alcanzar el deseo imposible de paz con la muerte de Hagen y de su hermano.

 

El simbolismo escondido en la obra es apabullante, y desolador, pues ni en mil vidas podremos comprender tanto como el autor nos quiere hacer saber. Para rescatar un momento inolvidable, es menester recordar el instante en el que Brunhilda se reencuentra con Krimilda y se da cuenta de que esta lleva el anillo y el paño que Sigfrido robó a la mujer durante la violación…

 

¡Qué de elementos fundamentales nos esconde el autor, para que nosotros, como curiosos lectores, indaguemos en la historia trascendental que en esos movimientos de palacio se ha creado!

La figura del Cantar se ha visto engrandecida en España con el Cantar de Mio Cid, o en Francia con el Cantar de Roland, pero es Europa entera la que le debe esta monstruosa herencia cultural al Cantar de los Nibelungos, sin el cual no podríamos comprender ninguno de nuestras dinámicas narrativas actuales.

El camino del héroe, el afán de venganza, la terrible aventura de la guerra, la superioridad intelectual, la importancia de la mitología y la correlación con los aspectos más mundanos de nuestra existencia. Desde aquí, casi ochocientos años después, gracias por este legado cultural del que ahora nos aprovechamos.

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