EL ADVERSARIO
EL ADVERSARIO
Llego a esta breve novela, si es que se le puede catalogar como tal, luego veremos el porqué, y me llama la atención su maquiavélica portada. En ella encontramos, según la edición de 2019 de Anagrama, un hombre que observa cómo el rostro de otro, que ocupa una valla publicitaria, arde y es carcomido, se supone, por la culpabilidad y por la vergüenza.
Al comienzo de la lectura, y pensando que se trataba de una novela al uso, interpreté que el adversario, este personaje que surge alrededor de la figura de Jea-Claude, estaba completamente mediatizado y el público, como en una especie de ventana de Overton, habían colocado a hombre al servicio del rumor. Nada más lejos de la realidad. Conozcamos el análisis de El Adversario y su interpretación personal.
¿De qué trata El Adversario?
Antes de continuar, es necesario contextualizar la obra. Y, por ende, conocer el caso. A finales del siglo pasado, Jean-Claude Romand es rescatado de un incendio en su propio domicilio de donde extraen también los cadáveres de su mujer y de sus dos hijos.
Cuando van a comunicarle a los padres de Jean-Claude la terrible noticia, los encuentran brutalmente asesinados. A la postre, descubren que la mujer y los niños también han perdido la vida a manos de una tercera persona y reconocen, al progenitor, como sospechoso y posible homicida.
Este, lectores, se trata de un caso real. Carrère no utiliza seudónimos, ni altera los nombres y las personalidades de los personajes reales. Se trata de una lectura lineal en la que el escritor se involucró de manera directa. Un salvaje relato sobre los intentos de Carrère por comprender la mente de un verdadero asesino.
El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó, sin éxito, darse muerte. La investigación reveló que no era médico, tal como pretendía y, cosa aún más difícil de creer, tampoco era otra cosa. Mentía desde los dieciocho años. A punto de verse descubierto, prefirió suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Fue condenado a cadena perpetua. Este libro narra esta escalofriante historia real que es un viaje al corazón del horror. El resultado es una obra excepcional que ha sido comparada con A sangre fría de Truman Capote.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
El caso, en general, se saldó con más de quince años de condena para el acusado, que se derrumbó varias veces a lo largo del juicio. Pero de él, también proliferó una extraña amistad cercana entre Carrère y Romand, quienes intercambiaron misivas también incluidas en El Adversario.
Pero conozcamos dos aspectos realmente fundamentales para la interpretación de la intrahistoria que subyace en El Adversario. El primero de ellos es el trato de la parresia. Según los filósofos griegos, la parresia se trataba de un conducto hacia la libertad más experimental. Este concepto viene a significar la necesidad, o casi la obligación, de decir la verdad y de ser veraz con el prójimo, o con las personas en nuestro derredor.
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Esa imperiosa sinceridad estaba ausente en la vida de Jean-Claude, que desde los dieciocho años había mentido a su familia respecto al trabajo que realizaba, a las calificaciones que obtenía y a los ingresos que, a base de estafar a los propios familiares, conseguía para mantener a una familia.
Esta es una de las razones de la vergüenza que sufría Romand y que le impulsaron a su propia erosión más personal y catártica. Esta alusión constante a la mentira impulsaba a Romand a verse ante un reconocible abismo en el que debía sumirse tarde o temprano.
T.S.Eliot, hablando en relación a la parresia, argumentaba que un hombre sin hogar no es libre, y por lo tanto no tiene parresia. Que un hombre que ha deshonrado a sus padres no tiene parresia. Que un hombre que miente, vilipendia, y es adulador, no dispone de felicidad y es lo contrario al parresiasta. Este hecho es importante, porque Romand cumplía con todas las premisas para ser un adulador nato, actitud que provocó su deriva hacia la autodestrucción.
“¿EXISTE LA VERDAD”, se llega a plantear Romand durante el juicio mientras recuerdan los hechos descritos durante 1971.
Emmanuel Carrère
OTRAS OBRAS DE CARRÈRE
«Limónov no es un personaje de ficción. Existe y yo lo conozco», advierte Emmanuel Carrère. Esta novela biográfica o biografía novelada reconstruye la vida de un personaje real que parece surgido de la ficción. Un personaje desmesurado y estrafalario, con una peripecia vital casi inverosímil, que le permite al autor trazar un contundente retrato de la Rusia de los últimos cincuenta años y al mismo tiempo aventurarse en una indagación deslumbrante sobre las paradojas de la condición humana.
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En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto. De esta manera presentaba Emmanuel Carrère la edición francesa de este libro verdaderamente extraordinario: inolvidable, desgarrador, de una potencia narrativa inaudita. De vidas ajenas recibió el Premio Globe y otros galardones, y la prensa cultural francesa lo eligió mejor novela del año. «Me ha impresionado mucho… Una experiencia literaria brutal. Es un poco lo que hace Truman Capote con A sangre fría, hacer literatura con una gran investigación periodística, partiendo de la realidad. Me apasiona» (Pedro Almodóvar, El Mundo).
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Todo producto de él reflejaba su vergüenza, y la sola presencia de los padres en su vida, ya le recordaba las mentiras que, desde los dieciocho años llevaba contando a todo el mundo. Pero Carrère no bebe exclusivamente de los filósofos griegos, ni de Eliot, para darle voz a Romand, sino que también utiliza a Unamuno para poder introducir a sus propios personajes dentro de la novela, o la Nivola.
Dentro de esta no ficción, que en muchas ocasiones Carrère tribuló para convertirla en ficción, tal y como asegura él dentro del texto, el escritor intenta dar voz a Romand, casi protagonista de su propia novela. De esta manera, casi encontramos un paralelismo fenomenológico en cuanto a la relación e interacción con los personajes de la novela de Unamuno, Niebla, y la metanovela de Carrère, El Adversario.
Por último, para dinamitar el análisis de El Adversario, resulta obligatorio hacer referencia al título y explicar su interpretación y origen, siempre desde una perspectiva personal y subjetiva.
“Para los creyentes, el instante de la muerte es aquel en el que ven a Dios, no ya oscuramente, como en un espejo, sino cara a cara. Incluso los no creyentes ven algo parecido: que en el momento de pasar al otro lado los moribundos ven desfilar en un relámpago la película completa de su vida, por fin inteligible. Y esta visión que hubiese debido poseer para los ancianos Romand la plenitud de las cosas cumplida, había sido el triunfo de la mentira y el mal. Deberían haber visto a Dios y en su lugar habían visto, adoptando los rasgos de su hijo bienamado, a aquel a quien la biblia llama Satán, es decir, el Adversario.”
Emmanuel Carrère

Estas líneas de Carrère, son una clara alusión a la contraposición de elementos dentro de una novela caótica. En este sentido, bebe mucho del caos imperante en Macbeth, dramaturgia construida sobre los polos contrapuestos de ideas protagonistas, y del Apocalipsis de San Juan, en el que reconozco la clara interpretación de la apertura del primero de los sellos del cordero divino.
¿Es, El Adversario, el Anticristo? Es esa persona aduladora que proviene del bien y que pretende salvar a todos los mortales, como intentaba Jean-Claude con su complejo de Salvador, y que comparte un evangelio falaz, auspiciado en la mentira de toda una vida, y que resulta ser el enemigo de todos los humanos, convirtiéndose en traidor de su confianza. Parece que no hay una definición más acertada de lo que era Romand para su familia. El primer sello, el primer jinete del Apocalipsis y un verdadero monstruo.
Pero Carrére es sutil y servicial a la palabra y no deja rastro de su simbolismo. Por contraposición, se deja incluso atraer por la personalidad de Jea-Claude, hasta el punto de intercambiar correspondencia durante años y guardar, para él, toda la información del caso una vez pudiera salir de la cárcel.
Dentro de El Adversario, conviven cientos de técnicas narrativas, que no dependen de un género completo. Añado un breve esquema, a modo de síntesis de lo aprendido durante las lecciones, que pueden servir al lector ocasional para vagar por sus líneas y reconocer al adversario de Carrère en varios de los subgéneros a los que está supeditada.
Pero no se engañen, El Adversario navega por el límite de lo genérico y resulta de la hibridación de varios de los mismos.
“De que Jean Claude Romand no presenta una farsa para los demás, estoy seguro, pero el mentiroso que hay en él, ¿no la representa para sí mismo? Cuando Cristo entra en su corazón, cuando la certeza de ser amado, a pesar de todo, hace que rueden por sus mejillas lágrimas de alegría, ¿no sigue siendo el adversario quien le engaña? Pensé que escribir esta historia solo podía ser una crítica o un plegaria”.
Emmanuel Carrère
Por ejemplo, utiliza una narración no línea, saltando a diferentes momentos de la historia para enfrentar versiones de Jean Claude; como dijimos, una cuestión de contrastes narrativos. Narra en primera persona, lo cuál puede ser un rasgo de crónica documental. Pertenece al género global de al no ficción, pero dentro de este convive entre el New Journalism, la novela documental, y las literaturas del yo, pudiendo entreverse diferentes recursos como los testimonios reales, la correspondencia epistolar, la biografía, el periodismo literario y la crónica de un hecho apoyada en el relato testimonial.
En definitiva, El Adversario resulta importante por su hibridación y por la dinámica forma de narrar la historia. A título personal, esperaba un ritmo más trepidante y una historia más suculenta. Pero Carrère consigue lo que se propone, pues, en formato libro, estoy leyendo las diferentes noticias subjetivas que podrían haberse encontrado en cualquier periódico contemporáneo.
Carrère y su cercanía a Romand le permiten dinamizar un nuevo género y verse regocijado por la aceptación del mismo. Pero… la moral asoma y dilapida también su verdad, dependiente de la parresia, para darse cuenta de que…