A ESTE LADO DEL PARAÍSO
A ESTE LADO DEL PARAÍSO
Se presenta ante nosotros la ingobernable sensación de virilidad que acompaña a la juventud y al invencible sentimiento de eternidad del que siempre hace gala el joven aventurero Amory Blaine.
La primera novela de Fitzgerald, con apenas veintitrés años, se publica en el seno de la américa afectada por la Gran Guerra y por la generación que confabula en contra del progreso personal, político, religioso y romántico. Y es que, A este lado del paraíso no deja de ser una frezo crítica hacia todos estos aspectos sociales que destellan en el horizonte literario del estudiante de Princeton.
La historia que se nos presenta es la de Amory Blaine, un virtuoso estudiante con una carrera brillante por delante que cuenta con un físico encomiable y una presencia despampanante y que bebe de todas las personas que a su vera se reúnen para influir sobre él. A modo casi de autobiografía, Fitzgerald nos acerca a su infancia y a su juventud, que pasó sin pena ni gloria y sin llamar la atención de nadie, enmarcada dentro de un conflicto internacional y sumida en la mediocridad de una generación que, antes y después de la guerra, no tenían más aliciente que la diversión y el ocio desmedido.
Consigue Amory, al igual de Fitzgerald, bocetar los personajes que a su paso salen en el camino y que dejan su impronta en la futura personalidad del hombre que será, tomando de la iglesia, de la familia y de las amistades todo cuanto sea capaz de atesorar utilizándolo para conseguir un desarrollo completo del personaje.
«Oh, tú, mujer maravillosa, Qué maravillosa mujer. Tus palabras encantadoras me subyugan»
F.Scott Fitzgerald
OTRAS OBRAS DE FITZGERALD
Dick y Nicole Diver, una glamurosa pareja norteamericana, llegan a la Riviera francesa de los felices años veinte, época en que allí se daba cita la beautiful people de todo el mundo. Son ricos, inteligentes, elegantes, irresistiblemente atractivos. Pero algo se oculta tras su aparente perfección: Nicole tiene un secreto, Dick una debilidad, y juntos se dirigen irremediablemente hacia las rocas contra las que su aventura parece abocada a estrellarse.
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.
Aunque F. Scott Fitzgerald era un autor popular cuando publicó El gran Gatsby, esta no se convirtió en novela de culto hasta después de su fallecimiento. Gatsby encarna el arquetipo del millonario cuyo éxito radica en la juventud y la popularidad, y que al mismo tiempo oculta con celo sus miserias personales y el origen de su fortuna. Es, en resumen, la metáfora perfecta de los Estados Unidos de los felices años veinte y de la ley seca. Imitada hasta la extenuación y siempre admirada, El gran Gatsby es, casi un siglo después, la auténtica Gran Novela Americana.
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¿Quién es Gatsby, el personaje que da nombre a uno de los mitos creados por la novela del siglo XX? Es un misterio, el hombre que se inventó a sí mismo y ha montado una inmensa fiesta para reconquistar a Daisy Buchanan, que una vez lo quiso. Estamos en los felices años veinte, en Nueva York, y Gatsby organiza fiestas en su fabulosa mansión de Long Island en las que la atracción más enigmática es el dueño de la casa, un millonario que quizá sea un asesino o un espía, un muchacho sin nada que se convirtió en rico, un héroe trágico que se va destruyendo conforme se acerca a su sueño: la reconquista de su amada.
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«El gran Gatsby» (1925), tercera novela de su autor, constituye la cima de su carrera, pues en ella convergen a la perfección una prosa elegante de innegable aliento lírico, una amplia gama de símbolos e imágenes sumamente evocadores y un sagaz análisis de la sociedad estadounidense de la época. La novela aborda temas como los anhelos frustrados, el poder del dinero, el mito nacional del «sueño americano», el papel de la mujer moderna o el frenesí de Nueva York durante la «Ley Seca».
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Hermosos y malditos narra la historia de una pareja de recién casados, Anthony Patch, de Nueva York, y Gloria Gilbert, de Kansas City, punto de partida que escoge Francis Scott Fitzgerald para describir la decadencia de un matrimonio y de una sociedad hedonista donde la belleza y la fortuna son siempre demasiado fugaces.
Muchos años después de su aparición, este clásico sigue siendo el más deslumbrante retrato de la alta sociedad estadounidense, de sus glorias y miserias; un retrato que trasciende su época y se erige en universal.
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El amor, que aparece en su vida con varias mujeres y en especial con Rosalind y con Eleanor, es parte fundamental de la trama, pues, aun enmarcado en un patriarcal y cínico mundo machista, halla belleza en la delicadez del espíritu femenino que acude a su lado para ensalzar la necesidad del individuo por dejar huella en la historia marital de la humanidad.La primera parte de la novela es sencilla y caótica y tan solo nos muestra el divertimento social de una generación que ansiaba algo con lo que nunca consiguió hacerse.
Es curiosa la relación de amor-odio de Fitzgerald con los alemanes pues, aunque sean catalizadores oficiales del odio en su vida, al representar un enemigo contra el que luchar, son fuente también de sus mecánicas literarias, haciendo un uso llamativo del ejercicio de crecimiento al que es sometido Amory, enmarcado dentro del estilo alemán KunstleRoman, intentando imponer un desarrollo y una evolución moral, social, personal, política, profesional, a un personaje desde sus orígenes a una concreción certera de su meta final.
Muestra de esto son las muchas referencias a novelas similares, como aquellas que utiliza Amory Blaine como cunas de estudio sobre su aprendizaje (a citar Retrato de un artista adolescente de James Joyce)
«No puedo pensar en abandonar el colegio. Es que me siento triste en estas noches espléndida. Siento que no volverán otra vez y que no puedo saborear todo lo que tienen».
F.S. Fitzgerald

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En un alarde de valentía, comienza a mezclar los géneros literarios, encontrándose misceláneas de Teatro, narrativa, poesía y epístolas que nos acercan a los pensamientos de cada personaje involucrado en su desarrollo.
Quizás estas cuestiones nos hagan comprender aún menos la trama a la que está sujeta la historia, pues en el escenario sociocultural en el libro llega a mis manos, la instantaneidad que nos impone el disfrute de los libros de una forma rápida me impulsa a abandonar ciertos pasajes para centrarme en la importancia de la trama, dejando de lado, casi por desidia y pesadez, la calidad que remanece entre algunos versos o episodios de la misma.
Las relaciones personales llegan a su zénit con la aparición de Eleanor, ya que, tal y como se dice, es el último encuentro amoroso que destrozará la esperanza de Amory. Esta mujer, que posee varios nombres, no es sino, a juicio del lector que escribe estas líneas, una reinterpretación del mito de Eros y Psique, pues intenta, con la metáfora implícita en el nombre de Amory (conteniendo “Amor” en español, “Amore” o “Amour” en francés e italiano respectivamente), convirtiéndolo en el representativo dios del amor, Eros y persiguiendo hasta la demencia a su compañera vital, Eleanor, a la que en diferentes momentos de la obra denomina como “Psique”.
Este valioso simbolismo eleva la obra a un nivel mayúsculo en su última parte. La más locuaz y certeza en mi opinión.
«Toda mi generación esta inquieta. Estoy harto de un sistema en el que el hombre más rico pueda conseguir lo que desea, la mujer más guapa, donde el artista que no tiene una perra ha de vender su talento a un fabricante de botones»
F.S. Fitzgerald
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Durante la última parte, aquella en la que se alcanza el desarrollo completo del individuo en cuestión que representa Amory o Fitzgerald, este es protagonista de una serie de eventos que lo arrojan al ostracismo y al abandono humano, apareciendo incluso en los periódicos como un simple adúltero que comparte página con un antiguo amor, Rosalind, que a su vez representa la clara influencia de la primera novia de Fitzgerald, cuando esta acaba de anunciar su casamiento al mundo.
Esto sume en un terrible sopor a Amory que decide desvincularse de todo y volver a su tierra natal, abandonado ya por sus amistades y por el amor, que ha caído en el olvido, pretendiendo quitarse la vida más adelante.
Aunque estas palabras sean tan solo eso, son furtivas escenas de una vida rutinaria en el seno de una desesperanzadora generación perdida, a la que pertenecía Fitzgerald, junto a Hemingway, Dos Passos, Sommerset o Steinbeck y bautizados así por Gertrude Stein. El suicidio como única salida a su pensamiento nihilista y derrotista.
Sin empleo y sin ambición, Amory decide vagar de coche en coche hasta Princeton, donde una vez encontró la paz que acompañaba a la infancia y se cruzó con dos hombres, uno de ellos el padre de un antiguo compañero hallado muerto en la guerra, con los que charla sobre la política y los deseos bolcheviques del protagonista, necesitado de una revolución que, aunque contradictoria, le daría una oportunidad para seguir viviendo.
Asegura que ninguno deberíamos hipotecarnos y sufrir el desaliento de un trabajo que no nos merecemos y, al llegar a su hogar, comprender que el camino ya ha sido andado y solo resta el reconocimiento y el entendimiento.
Por ese motivo, una vez se encuentra a escasos kilómetros, alza la voz al cielo para decir:
«Me conozco a mí mismo —gritó al aire—, pero eso es todo»
F.S. Fitzgerald
Interpretando el humilde crítico que la muerte metafórica del personaje ha sucedido y que el nuevo comienzo parte de un aprendizaje anterior pues ha llegado hasta allí nacido del cieno y ahora pretende sobrevivir gracias a las enseñanzas de su yo pasado.
En definitiva. Es un preaviso de lo que llegaría a ser El Gran Gatsby y se queda a las puertas de ser una novela llamativa e interesante, pero consigue llamar la atención y acercarnos al romanticismo del desarrollo y crecimiento de un personaje al que, con el tiempo, acabamos reconociendo como nosotros mismos.