EL HOLANDÉS ERRANTE

El Holandés Errante

¿Cómo me da por leer a Wagner, si es tan solo un humilde compositor de ópera? La respuesta es sencilla: porque Wagner, al igual que Cervantes, o Shakespeare, que marcaron un hito para la historia, tanto literaria, como cultural, este compositor cambió la estructura de todas las futuras novelas y las intenciones sociales de los mismos personajes.

 

Este pequeño panfleto, que llegó a mí desde una librería anticuaria de Gijón narra la historia del Holandés Errante, una leyenda europea que era contada a los niños durante el siglo XVII y que fue pasando de generación en generación hasta llegar a los oídos de Wagner.

 

En uno de sus viajes a Londres, escapando de sus acreedores y consiguiendo colarse, junto a su esposa, en un barco que zarpaba hacia Inglaterra, el compositor divisó, entre la niebla y desde su barco, las velas de un navío que luego desapareció sin dejar rastro.

 

Horas después un terrible oleaje destruyó parte del casco del barco, culpando de estos desperfectos al Holandés Errante, cuya historia era conocida por todos.

Consiguió escribirla y malvenderla al director de la ópera de París a finales del siglo XIX, pero pasó sin pena ni gloria hasta que el propio Wagner consiguió presentarla en Berlín, donde fue más aclamada, bajo el nombre del Holandés Errante y no de El Buque Fantasma.

 

Wagner murió enamorado, igual que muchos románticos, y rezó al cielo para que su destino no fuese nunca como el del Holandés.

El íntimo vínculo entre la estructura musical y dramática permite a Scruton descubrirnos la singular concepción de la humanidad en Wagner, para quien la nalidad del arte consistía en «mostrarnos la libertad en su forma más inmediata, contingente y humana, recordándonos lo que signi ca para nosotros». La dramatización de temas como el amor, la muerte, el sacrificio y la libertad permitieron a Wagner mostrar las más profundas verdades de nuestra condición y, con ello, renovar nuestra fe en ellas.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

El Holandés encalla en un arrecife y, cuando otro barco lo aborda, este le ofrece al capitán varias riquezas a cambio de su hospitalidad. El capitán Daland, confundido ante la amabilidad del Holandés, escucha de la boca del errabundo pirata que precisa del amor de una dama ya que, de no encontrarla, no podrá volver a pisar tierra antes de siete años, tal y como reconocía la maldición que le impuso el propio diablo.

Daland ofrece a su propia hija, Senta, que casualmente está obsesionada con la historia del Holandés, y este le ofrece al capitán riquezas sin parangón pues de nada le sirven al Holandés sin nadie con quien compartirlas.

Senta y él se quedan prendados el uno del otro, pero hay un pequeño problema. Senta ya está prometida con un alegre joven cuya preocupación alcanza unos niveles de ansiedad terribles. Más incluso que en la época contemporánea.

Este desarrolla una inseguridad abismal y, el día de la boda, cuando los marineros y las jóvenes cantan e intentan sacar a los marineros errantes del buque fantasma, no escuchan más que el silencio que proviene de sus vacías paredes de madera. Estos se olían algo.

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Resulta que El Holandés necesitaría amor eterno y una fidelidad casi fuera de lo humano. Pero de Senta ya no puede esperar nada pues descubre que estaba prometida con Erik y abandona la Isla junto a su barco. Cuando Senta ve que el Holandés se va, le restriega por la cara su fidelidad lanzándose al mar y perdiendo la vida por su amor.

Thomas Mann reservó su entusiasmo y sabiduría de lector meticuloso para aquellos autores cuyas obras le hicieron soñar. Como figura central de este panteón de padrinos culturales se alza Richard Wagner, pasión fundamental del escritor y piedra de toque de algunas de sus novelas. Este libro ofrece una visión plural y cambiante del compositor, a quien Mann admiró sobre todo por haber sabido trascender las limitaciones específicas de su campo y aspirar a la universalidad.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Mezcla de sátira, crítica, y denuncia social, esta obra no es la más profunda de Richard Wagner, pero es una de las más románticas. Casi al más puro estilo del Werther de Goethe.

Los personajes son redondos y las canciones más descaradas que superficiales. Su importancia es mayúscula a la hora de trasmitir la historia del holandés y los sentimientos de Senta hacia él mismo. Ya me lo imagino convertido en un musical de Lil-Manuel Miranda, a o Hamilton.

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Sin más relevancia que cualquiera de sus otras obras magnas, El Holandés Errante fue un vehículo al que se subió Wagner, en el que estuvo obligado a vender su alma para permitírsele convertir El Cantar de los Nibelungos, cantar medieval germánico, en una de las mayores representaciones artísticas de la Historia. O Lohengrim, o Parsifal, o Tristán e Isolda.

 

Obras de Arte que sí que marcaron un antes y un después en la vida del autor.  ¿Quién sabe el precio que tuvo que pagar Wagner al diablo para vagar durante toda su vida a bordo del Holandés a cambio de que sus Óperas fueran por todos conocidas y admiradas durante siglos?

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