GUÍA DEL AUTOESTOISTA GALÁCTICO

Guía del autoestopista galáctico

Es muy probable que mi enfado se traduzca al realizar esta reseña, y que esta, al igual que el libro, prometa una extensión y unas calidades que luego no cumpla. Me refiero a «Guía del Autoestopista Galáctico» de Douglas Adams. El libro, que adquiero en la editorial Anagrama y que promete casi trescientas páginas de diversión, no es sino un trampantojo endulzado con las historias de otra generación pues, a mitad del libro, cuando la trama presenta su curva más intensa y el final parece el punto más lejano de la galaxia, nos encontramos con la temible palabra «The End», que nos conduce a error.

¿Pero no le quedan otras cien páginas de libro? Quizás no contentos con la corta extensión de la novela primigenia y queriendo alcanzar a un número de potenciales clientes, la Editorial Anagrama ha tenido de diligencia que rellenar esas cien páginas con una especie de Epílogo de un productor de la película y entrevistas transcritas a los actores del filme de 2005 que poco o casi nada tienen que ver con el relato que acabamos de terminar.

Es decir, entiendo la necesidad de una gran empresa de vender ese ejemplar, pero ni siquiera se dignan a promocionar el contenido del «Post-Libro» pues saben que nadie gastarías sus reales cuartos en un libro que es mitad novela y mitad elucubraciones de un nostálgico productor de Hollywood.

Además, este enfado, que quizás se aleja de lo que el lector de estas líneas busca en ellas, no va dirigido hacia Adams, que para más inri falleció sin ver cumplido su sueño de llevar «Guía del Autoestopista Galáctico» a la gran pantalla. Van contra los editores, que no contentos con rellenar páginas con un añadido inocuo, se alejan de lo meramente literario y nos introducen en el mundo cinematográfico que, con el perdón de los interesados, nada de importancia tiene en este nicho.

Pero, desgraciadamente, el fin de semana no ha hecho más que empezar, y la galaxia es un lugar extraño y sorprendente. Arthur huirá de la Tierra junto con un amigo suyo, Ford Prefect, que resultará ser un extraterrestre emparentado con Zaphod Beeblebrox, un pirata esquizoide de dos cabezas que fue Presidente de la Galaxia, en cuya nave Arthur conocerá al resto de personajes que lo acompañarán a lo largo de su periplo espacial: un androide paranoide y una terrícola que, como él, ha logrado escapar.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Por desgracia, mi capacidad de recordar nombres es insulsa y precoz, por lo que no voy ni siquiera a hacer referencia a los protagonistas principales, Arthur Dent y el Autoestopista Galáctico, que aparece durante algunos años en la vida del protagonista para hacerle ver, después de ese tiempo, que la Tierra será destruida y que ambos, deberán escapar en la nave de los asesinos.

 

La novela, en general, está bien y tiene tintes simbólicos que enriquecen su trama y hacen que eches una leve carcajada de vez en cuando. Como la semblanza que realiza cuando unas máquinas bulldozers desean destrozar la casa de Dent y este se tumba enfrente para que ninguna de ellas la derrumbe. Minutos después, una nave alienígena destruirá la Tierra y ambos demostrarán tramas burocráticas visibles que nos trasmitirán la crítica por parte del autor.

 

Es un voraz análisis, a modo de narración radiofónica de nuestro mundo, con incipientes muestras de cordura que aportan al devenir de la obra una profunda importancia argumental. Y no se queda ahí, sino que explora los temas científicamente más guturales, más extremos y nos presenta, a nivel usuario, paradójicas estratagemas de los protagonistas que a más de un físico han sorprendido, como su nave espacial de la Improbabilidad, donde esta utiliza la energía de la improbabilidad para moverse por el espacio.

MÁS OBRAS DE ADAMS

Junto a otros dos personajes, Dent y el Autoestopista dan con un robot depresivo que les salva de las fauces de los ratones, mentes brillantes que son los dueños del mundo y creadores de la moral.

 

Estos roedores, construyeron millones de años atrás, un ordenador tan potente que pudiera contestar a la pregunta definitiva. ¿Por qué estamos aquí? El ordenador, con el sarcasmo que le caracteriza, contesta que no puede hacer eso, ya que existe un ordenador más potente capaz de hacerlo.

 

De hecho, no existe, pero existirá. Ese ordenador, es el Planeta Tierra. De esa manera, con el escape gracias al robot depresivo, termina la novela dejándonos con ganas de saber qué es lo que pasará a continuación, en su secuela, El Restaurante del Fin del Mundo

Años después de que los libros se publicasen, y resumo de esta manera el arduo epílogo que recomiendo no se lean, se pretende realizar una adaptación cinematográfica que, costándole la vida al propio Adams, tarda lustros en ver la luz.

Cientos de encargados, guionistas, directores, intentaron que el Autoestopista tuviera su propia película, cosa que consiguieron en 2005 con el filme «Guía del Autoestopista Galáctico», adaptación que este humilde escritor no ha visto ya que con el nivel de atención que otorgo a la pantalla, quizás tardara más en verla completa que en leerme el libro.

Los actores, ya conocidos hoy en día, como son Martin Freeman y Zoey Deschannel, protagonizan una encarnizada sátira que tiene de especial su mayoritaria interacción con la FAMOSA TOALLA, objeto de deseo de muchos interesados en la temática de ciencia ficción, y que cuenta con su propio día pues, según las palabras del Autoestopista, una toalla es la mejor herramienta que puede tener a mano un hombre.

En general, y quizás porque ya estoy desvinculado de la ciencia ficción, o por lo menos, no lo estoy tanto como años ha, este libro ha dejado poca intriga que rellenar y el sabor de boca de un libro sin terminar ha repleto mis papilas gustativas. Quizás en un futuro vuelva a él, me ría y recuerdo aquellos momentos en los que mi pragmatismo devoró al niño que había en mí.

Esto es Literatura Diderot