SAN ANSELMO DE CANTERBURY

San Anselmo de Canterbury (1033-1109)
San Anselmo de Canterbury nace alrededor del año 1033 en Aosta, una pintoresca ciudad al pie de los Alpes italianos. Desde joven, Anselmo muestra una inclinación por el conocimiento y la filosofía, además de un gusto inexplicable por las largas caminatas por las montañas (lo cual, se rumorea, hizo sus sermones increíblemente largos).
A lo largo de su vida, Anselmo se dedica a explorar la teología y la filosofía, convirtiéndose en una figura influyente del pensamiento medieval. Es conocido por su argumento ontológico para la existencia de Dios, que, para muchos, es tan claro como el agua… embotellada. Su método de enseñanza consistía en plantear preguntas y estimular el pensamiento crítico, algo que, sin duda, le valió el respeto de sus contemporáneos (y quizás alguna que otra ceja levantada).
Aunque San Anselmo no fue precisamente un escritor prolífico de novelas de misterio, sus ideas fueron recopiladas y estudiadas con devoción. Es famoso por su frase «Credo ut intelligam», que refleja su creencia en la primacía de la fe para alcanzar el conocimiento. Su vida está marcada por su compromiso con la verdad y la justicia, incluso enfrentando desafíos como el exilio y las disputas con la realeza (las malas lenguas dicen que incluso tuvo que aguantar alguna que otra mala crítica en su versión medieval de Twitter).
En el año 1109, San Anselmo fallece en Canterbury, dejando un legado que sigue siendo admirado y estudiado por generaciones de teólogos y filósofos. Su vida y obra nos enseñan que, incluso en la adversidad, el compromiso con la verdad y la fe puede ser una guía luminosa (y que quizás unas buenas botas de montaña también ayudan).
***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.