CARTAS A LOS HEBREOS

Cartas a los Hebreos

La Epístola a los Hebreos destaca entre los textos del Nuevo Testamento por su profundidad teológica y estilo literario casi litúrgico. Escrita alrededor del año 65 d.C., su autor sigue siendo un misterio: aunque tradicionalmente se atribuía a Pablo, su lenguaje y estructura sugieren una autoría diferente. El propósito de la carta es claro: animar a los cristianos de origen judío a perseverar en su fe, reconociendo la supremacía de Cristo sobre las figuras y rituales del Antiguo Testamento. Es decir, que el contenido es muy similar al de otras cartas. 

La presente edición contiene todos los evangelios que han llegado hasta nosotros, tanto canónicos como apócrifos. Llamamos evangelio al término utilizado a partir del siglo II en toda la cristiandad: «Libro que recoge los hechos y palabras de la vida de Jesús de Nazaret como buena noticia de salvación para todos los seres humanos ». En lo que se refiere a los llamados evangelios gnósticos, entendemos como tales a «los libros que contienen la revelación de Jesús, normalmente tras su resurrección, acerca del Dios trascendente, de la esencia espiritual de los elegidos y de su salvación». De este modo, son verdaderos evangelios también algunos libros que no se definen como tales y llevan títulos diferentes. Por tanto, el número de evangelios conocidos, y recogidos en este volumen, supera los setenta, aunque de algunos de ellos no conservamos más que el título o pequeños fragmentos. 

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

La epístola está cuidadosamente estructurada en torno a la idea de la preeminencia de Cristo. Comienza con una potente declaración sobre cómo Dios habló en los últimos tiempos a través de su Hijo, resaltando su naturaleza divina y su papel como sustentador de todas las cosas. 

 

Moisés y el sacerdocio levítico: Aquí el autor demuestra cómo Cristo supera las figuras clave del judaísmo, no solo como profeta, sino como el sumo sacerdote perfecto.  En este “salón de la fama” espiritual, se enumeran héroes bíblicos que vivieron con fe, concluyendo que Cristo es el autor y consumador de esa fe. 

 

El autor invita a los creyentes a mantenerse firmes y vivir conforme a su llamado celestial. 

Hebreos no es solo un tratado teológico; es un manifiesto para la esperanza. En tiempos en los que renunciar a la fe era tentador, esta carta exhorta a sus lectores a mirar hacia Cristo, el “mediador de un nuevo pacto” (Hebreos 8:6). Con un dominio del Antiguo Testamento que haría temblar a cualquier académico moderno, el autor nos recuerda que la obra de Cristo trasciende las categorías humanas. 

 

Hebreos no solo desafía teológicamente; también conecta emocionalmente. Su invitación a la perseverancia es gigantesto. Pero, en definitiva, por muy fecunda que sea esta idea, no dista demasiado de las que ya hemos conocido en otras cartas. El ímpetu de los autores por trasmitir la palabra y la doctrina de Dios y de Jesús, trasciende ya el copia/pega para llegar al plagio entre una y otra misiva. 

 

Aun así, desde Literatura Diderot siempre le animamos a rodearse de la verdad; lean ustedes el texto, ¡que son unos vagos! Y no se fien de la palabra de un extraño. Sobre todo de la mía… que mira que soy extraño. 

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