Se habla, durante el Levítico, de la consagración de los sacerdotes, consagrando el famoso Moisés a Aarón y a sus hijos como sacerdotes máximos, y demostrando Dios su desagrado por el comportamiento de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, quienes son castigados con la muerte. En fin, un cúmulo de sinsentidos, que convierten a ese grupo de profetas y pueblo empoderado, en apocados infieles, temerosos de la venganza divina. Se menciona el día de la Expiación, día en el que el sumo sacerdote realizaba los sacrificios para purificar al pueblo de sus pecados y las leyes morales y sociales, acentuando el respeto hacia los padres y las restricciones del matrimonio de los sacerdotes y su comportamiento para con la comunidad. 

Dios promete bendiciones si se respetan las cláusulas del contrato entre las partes, y recuerda a los judíos su vínculo con la fe, que les conducirá hasta la tierra prometida. 

La continuación, como seguro que se imaginarán, se produce en el Libro de los Números, donde exhortan a los fieles a recordar las leyes establecidas previamente y donde Moisés encontrará finalmente la muerte.