El proceso Ezpeleta de Miguel de Cervantes
Resulta muy curiosa la historia en la que se vio envuelto Miguel de Cervantes durante su estancia en Valladolid. A resultas de ella, pasó más de un día en la cárcel. Muchos ya conocerán, superficialmente, todo lo ocurrido con Gaspar de Motza y Ezpeleta, al que ya conoceremos como Ezpeleta, pero bien es sabido que gracias a los arduos trabajos de investigación de Canavaggio y de Omeñaca, se han obtenido nuevos datos que aportan luz a un caso que lleva abierto cuatrocientos veinte años.
Gaspar de Motza y Ezpeleta fue una figura notable de la historia de España, aunque su legendaria muerte ya ha ocupado más titulares que su honrosa vida. Era el señor de Ziligüeta, hijo de Merino Mayor de Sangüesa y Dª Jimena de Pardelana, dama de la reina Catalina.
Se casó con Ana María peralta y Velasco en 1566 y defendió la libertad navarra, por lo que fue castigado por Carlos V.
Por aquel entonces, gobernando Felipe III, y con una Valladolid repleta de celebridades debido a la presencia de las Cortes, Ezpeleta llegó a la ciudad por un periodo de tres meses aspirando a la encomienda de la Orden de Santiago. El propio Duque de Lerma falló en contra de Ezpeleta y este, que ya estaba arruinado por el juego y por las deudas, comenzó a dedicarse al vicio y a actividades de dudosa trasparencia. Una noche, paseando por Valladolid, fue atacado por un hombre misterioso, batiéndose en un duelo en el que perdió la vida. Este fue el caso y el recorrido que siguió Ezpeleta hasta su muerte.
Llegó después a las inmediaciones de la casa de Miguel de Cervantes y este, al escuchar los ruidos provenientes de una escalera cercana, se acercó junto a Esteban de Garibay y socorrieron al herido Ezpeleta.
No murió entonces Ezpeleta, pues disfrutó de asilo en la casa de Miguel de Cervantes, que custodió su seguridad hasta que las heridas produjeron la muerte, dos días después, de Ezpeleta.
Y aquí comienza el litigio de Cervantes, que se ve acorralado por diferentes rumores, después incluso de dar asilo al herido. Su propia vecina, Isabel de Ayala, y el Alcalde de Valladolid, encargado de la investigación, cayeron con todo el peso de la ley sobre el manco de Lepanto, que, incrédulo, veía una conspiración en su contra.
“Y siendo informado su merced del dicho Sr. Alcalde que en las casas nuevas que están enfrente del Rastro de esta Ciudad e particularmente en la casa donde estuvo herido el dicho D. Gaspar de Ezpeleta, viven algunas mugeres que en sus casas admiten visitas de cavalleros y de otras personas, de día e de noche, adonde asimismo entraba el dicho D. Gaspar de Ezpeleta, de que en la vecindad hay gran murmuración y escándalo; y para averiguar lo susodicho y saber si de la casa salió la persona que hirió al dicho D. Gaspar de Ezpeleta, o fué por causa de alguna de las mugeres que viven en ella, y averiguar la libertad con que viven las mugeres que están en ella y que en esta Corte no tienen entretenimiento ninguno y que por su causa fué las heridas del dicho D. Gaspar, háganse las informaciones y averiguaciones siguientes. Vistas estas averiguaciones por el Sr. Alcalde Cristóbal de Villarroel mandó se prendan e lleven a la cárcel real de esta Corte, a Miguel de Cervantes e Doña Isabel, su hija, e Doña Andrea y Doña Constanza, su hija, e Simón Méndez, e Doña Juana Gaitán, Doña María de Argonedo y su hermana y sobrina y Doña Mariana Ramírez e D. Diego de Miranda.”
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Casi termina preso
Los vecinos de Cervantes, que observaban cómo en su casa entraban hombres de dudosa calaña, pudiendo desarrollar en su interior actividades lujuriosas, de laxa moral y muy mal vistas en aquella época, denunciaron a Cervantes y a su familia, que se vieron obligados a acudir a prestar declaración. Pero ni testigos existían de la reyerta, ni podría nadie corroborar la culpabilidad o la inocencia de Cervantes.
Desde el día del ataque, el 27 de junio, hasta más de una semana después, el Alcalde de Valladolid, Villarroel, investigó el suceso, entrevistándose con los implicados. Incluso con el propio Ezpeleta, que dio su versión de los hechos antes de morir dos días después.
Descubre el alcalde que Ezpeleta llevaba una vida cuestionable, y que las continuas visitas a los burdeles de la ciudad, la ausencia continuada de una posada que tenía alquilada y que casi no pisaba ni siquiera para dormir, y la posible relación con una mujer casada, condujeron al investigador a comprender que el asesino pudiera bien haber estado motivado por cualquiera de los anteriores conflictos personales y que nada tenían que ver con Cervantes o con su familia.
“En la ciudad de Valladolid, en veinte y siete días del mes de junio de mil e seiscientos e cinco años, para la averiguación de lo susodicho se recibio juramento en forma de derecho de Miguel de Cerbantes, de edad de más de cincuenta años, que vive en las casas nuevas de junto a el Rastro... y acaba: y esto es verdad para el juramento fecho, y lo firmó. Miguel de Cerbantes”
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Es Jean Canavaggio el que analiza, en su magistral trabajo de investigación, la disposición, por aquel entonces, del Valladolid más renacentista. Miguel de Cervantes habitaba, en lo que entonces fue denominado como el Rastro de los Carneros, o el Rastro Nuevo, que fue planteado para suplir las deficiencias del antiguo Rastro, al otro lado del río Esgueva, al sur de la ciudad. Allí, habitaba en una de las cinco casas levantadas por Juan de las Navas. La oscuridad de Valladolid por aquella época y la zona periférica, que estaba dedicada, durante la noche, al tránsito de los más perniciosos caballeros, propiciaron un enfrentamiento que, por venganza o por aleatoriedad, terminó con la vida de Ezpeleta.
Cervantes abandonó el presidio domiciliario para declarar, durante los días venideros y ser encerrado por sospechas; primero por dar cobijo a un vagabundo, y luego por creer que estaba relacionado con el proceso.
Cervantes gozaba, por aquel entonces, de una gran notoriedad, pues en Valladolid era ya un escritor de éxito, y en el mundo comenzaba a conocerse su obra magna: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que había sido publicado apenas seis meses antes en la misma ciudad.
La historia del proceso es curiosa y la investigación desarrollada por Canavaggio es muy recomendable, pues explora los testimonios de todos los implicados en el suceso, que fueron más de veinte.
