JIPPENSHA IKKU

KUNISADA

Jippensha Ikku (1765-1831)

Jippensha Ikku (seudónimo de Shigeta Sadakazu) nació en 1765 en la ciudad de Suruga (actual Shizuoka), en una sociedad feudal dominada por los samuráis pero con una burguesía urbana en pleno florecimiento cultural. Desde joven mostró interés por el arte y la literatura, y se trasladó a Edo (la actual Tokio), donde sobrevivió como ilustrador, escritor por encargo y ocasional actor, hasta que su fama comenzó a consolidarse.

Fue uno de los grandes exponentes del kokkeibon, un género literario cómico dirigido a lectores urbanos, con tramas cotidianas llenas de equívocos, ironía y sátira social. Su obra más famosa, Tōkaidōchū Hizakurige (1814–1822), narra las desventuras de Yajirobei y Kitahachi, dos pícaros que recorren el camino del Tōkaidō —la ruta que unía Edo con Kioto— en busca de diversión, comida y pequeñas trampas. Con humor desenfadado, sátira de costumbres y una mirada vivaz sobre el Japón viajero del período Edo, la serie se convirtió en un fenómeno de masas.

Además de novelista, Ikku fue editor, ilustrador e incluso promotor de su propia obra, algo inusual para la época. En una sociedad que todavía imponía severas restricciones morales, supo burlarse de la autoridad sin caer en la censura, usando la risa como escudo. Su vida fue tan pintoresca como sus libros: bohemio, socarrón, aficionado al teatro y al sake, se convirtió en una leyenda del mundo editorial.

Murió en 1831, pobre pero célebre, dejando tras de sí una imagen del Japón más popular y callejero, un país en movimiento lleno de tipos extravagantes, contradicciones sociales y humor mundano

Curiosidades de Jippensha Ikku

En una época en la que los autores rara vez eran figuras públicas, Jippensha Ikku rompió moldes: promocionaba sus libros disfrazándose de sus protagonistas —los viajeros pícaros Yaji y Kita— y salía por las calles de Edo leyendo pasajes en voz alta, acompañado de pequeños espectáculos. Esta estrategia de autopromoción performática, que combinaba teatro y marketing, fue pionera en Japón. Así se convirtió no solo en autor, sino también en personaje público: el lector lo asociaba directamente con el humor de sus obras, y esa identificación fue clave para su éxito.
Cuando murió, se rumorea que dejó instrucciones para que su tumba incluyera una abertura o chimenea, como una broma póstuma. La idea era que, si se aburría en el más allá, pudiera volver a la tierra a contar historias. Aunque esta historia mezcla mito y realidad, es perfectamente coherente con su personalidad: humor negro, burla de las convenciones y teatralidad incluso en la muerte. La tumba real en el templo Zenryū-ji de Asakusa no conserva tal chimenea, pero el rumor persistió tanto que se convirtió en una especie de epílogo literario de su estilo irreverente.
Aunque sus obras eran cómicas, las autoridades del período Edo eran muy estrictas con lo que consideraban contenido inmoral o subversivo. En una ocasión, Jippensha Ikku fue arrestado brevemente por un libro que ridiculizaba de forma demasiado descarada a ciertos funcionarios locales. Se le acusó de “fomentar la risa inapropiada”. No fue encarcelado por mucho tiempo, pero el episodio demuestra lo incómoda que podía ser la sátira en un régimen autoritario. Él se defendía diciendo que no escribía sobre política, sino sobre el comportamiento humano “que ya era, de por sí, ridículo”.
Ikku colaboraba estrechamente con ilustradores como Katsushika Hokusai o Utagawa Kuniyoshi, y les pedía que las imágenes fueran tan grotescas y exageradas como sus historias. A menudo indicaba en los márgenes que los personajes debían tener ojos saltones, posturas imposibles o rostros desfigurados por la risa o el susto. Esta estética caricaturesca, que rompía con los cánones de belleza ukiyo-e, sentó las bases visuales del humor gráfico japonés. Algunos estudiosos ven en ello un proto-manga, donde texto e imagen se complementaban para provocar carcajadas y sátira social.
Antes de Ikku, la literatura de viajes en Japón era solemne o didáctica. Con Hizakurige, introdujo el viaje como excusa para la comedia y el absurdo: cada estación del Tōkaidō no era tanto un lugar geográfico como un escenario para bromas, comidas extrañas o malentendidos. Se anticipó así al concepto de “road movie”, donde el desplazamiento revela el carácter humano. En vez de samuráis o monjes peregrinos, puso en el centro a dos vagabundos deslenguados. Esta inversión cómica influyó no solo en la literatura japonesa moderna, sino también en el cine de comedia (jidai-geki) y en series manga como “Hōzuki no Reitetsu” o “Gintama”, que beben del mismo espíritu irreverente.

OBRAS

La obra maestra de la literatura picaresca y de viajes japones. Viaje por el Tôkaidô narra las aventuras y desventuras de Yajirobei y Kitahachi, dos incorregibles sinvergüenzas, en su alocado viaje a lo largo de la gran carretera que conduce desde Tokio a Kioto. Editada por entregas en 1802, esta sátira rebosante de humor obtuvo un tremendo éxito tanto entre los lectores de su época como entre las generaciones posteriores, y es considerada en nuestros días como la gran novela picaresca de la literatura oriental. El libro incluye además reproducciones de los grabados en madera de Hiroshige

*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*