CAO CAO

Cao Cao (155–220 d. C.)

Cao Cao, estratega militar, político hábil, poeta refinado y figura ambigua, es uno de los personajes más fascinantes y polémicos de la historia de China. Nacido en el seno de una familia influyente en la dinastía Han Oriental, comenzó su carrera como funcionario menor, pero su ambición, talento y astucia lo catapultaron rápidamente a la cima en un tiempo de caos: el colapso del poder imperial y el surgimiento de los señores de la guerra.

Durante las Guerras de los Tres Reinos —uno de los períodos más convulsos y literariamente fértiles de la historia china—, Cao Cao se consolidó como el hombre fuerte del norte, dominando la corte imperial mediante el control del emperador Xian y consolidando su poder desde su base en Xuchang. Fue el principal impulsor del Estado de Wei, aunque nunca se proclamó emperador: ese paso lo daría su hijo Cao Pi, tras su muerte.

En el imaginario chino, y especialmente en la popular novela Romance de los Tres Reinos, Cao Cao es retratado como el gran villano: astuto, cruel, despiadado, capaz de sacrificar a amigos y aliados por el poder. Sin embargo, los historiadores modernos lo ven con mayor matiz: un reformador pragmático, organizador del sistema agrícola tuntian, mecenas de la literatura y un brillante poeta, cuyos versos aún se leen por su melancolía y profundidad filosófica.

La paradoja de su figura —tirano o visionario, déspota o héroe trágico— ha hecho de él un símbolo duradero en la cultura china. Cao Cao encarna el precio del poder, la frialdad del cálculo político, pero también la brillantez de quien supo dominar un mundo en ruinas y transformar la violencia en orden, aunque al costo de su propia reputación.

Curiosidades de Cao Cao

En una anécdota famosa, Cao Cao, mientras huía tras fracasar una revuelta, se refugió en casa de un viejo conocido. Oyó voces que creía conspiraban contra él y, preso de la paranoia, mató a todos los presentes, incluidos mujeres y sirvientes. Poco después descubrió que lo que había oído era la preparación de una comida en su honor. Su reacción fue célebre:

«Prefiero traicionar al mundo antes que permitir que el mundo me traicione a mí.»
Esta frase, transmitida por las crónicas de Chen Shou y dramatizada en Romance de los Tres Reinos, selló su imagen como el prototipo del maquiavélico: un hombre sin escrúpulos, dispuesto a cualquier cosa para sobrevivir y triunfar.
Pese a su reputación de tirano, Cao Cao fue también un refinado poeta. Sus composiciones, como “Canción de la tortuga vieja” o “Observo la luna en el río”, revelan un hombre consciente de la fugacidad del poder y de la vida. Escribía versos como:

“La vida es como el rocío sobre la hierba / El tiempo pasa sin descanso.”
Muchos poetas posteriores, incluidos los grandes de la dinastía Tang, vieron en él un antecedente del espíritu trágico: un hombre de acción que, en sus momentos de calma, reflexionaba sobre la muerte, la pérdida y la vanidad del mundo.
La Batalla de los Acantilados Rojos (208 d. C.) es una de las más legendarias de la historia china. Cao Cao, confiado en su superioridad numérica, se enfrentó a la coalición de Liu Bei y Sun Quan. Pero estos emplearon un truco magistral: fingieron enviar una flota de refuerzo, cargada con regalos… que en realidad eran barcos llenos de explosivos e incendiarios. Como Cao Cao había encadenado sus barcos para estabilizarlos en el agua, el fuego se propagó rápidamente, destruyendo su flota. Fue una de sus mayores derrotas y un ejemplo inmortal de guerra psicológica y engaño estratégico.
Como muchos líderes poderosos de la antigüedad, Cao Cao temía que su tumba fuera saqueada. Se dice que construyó numerosas tumbas falsas, y que mandó ejecutar a los trabajadores para que nadie conociera la verdadera ubicación. En 2009, unos arqueólogos chinos anunciaron haber encontrado la tumba de Cao Cao en Anyang, con restos, inscripciones y objetos funerarios. Sin embargo, la polémica persiste: muchos creen que la auténtica tumba aún permanece oculta, protegida por leyendas, trampas y el miedo que su nombre aún inspira.
Durante siglos, Cao Cao fue visto como el villano arquetípico, el “Primer Ministro Traidor” por excelencia. Sin embargo, en el siglo XX, intelectuales como Lu Xun comenzaron a rescatar su figura, admirando su talento, pragmatismo y rechazo de la hipocresía confuciana. En la era maoísta, incluso algunos ideólogos comunistas vieron en Cao Cao un reformador radical que desmanteló el feudalismo, y lo defendieron como precursor del pensamiento materialista. Así, el cruel estratega de los libros escolares fue rehabilitado como modelo de eficiencia política… mostrando que, en política, incluso las leyendas pueden reescribirse.

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