JEAN COCTEAU

Jean Cocteau (1889-1963)
Jean Cocteau nació el 5 de julio de 1889 en Maisons-Laffitte, un suburbio elegante de París. Desde joven vivió rodeado de arte y tragedia: su padre, pintor aficionado, se suicidó cuando Jean tenía apenas nueve años. Esa herida marcó su carácter y avivó una sensibilidad extraordinaria que lo llevó muy pronto a interesarse por la literatura, la pintura, el teatro y el cine. Cocteau fue, más que un artista de una sola disciplina, un creador total: poeta, novelista, cineasta, dramaturgo, dibujante, diseñador y hasta escenógrafo de ballet.
Publicó su primer libro a los 19 años, La Lampe d’Aladin (1909), y fue llamado “el príncipe frívolo” por su estilo ornamentado y su amor por lo decorativo. Sin embargo, a partir de su contacto con artistas como Apollinaire, Picasso, Erik Satie y el círculo del Ballets Russes de Diaghilev, su obra dio un giro hacia una modernidad vanguardista, sin abandonar nunca un clasicismo subyacente.
Fue un espíritu inquieto: pasó por el simbolismo tardío, se acercó al surrealismo (aunque fue expulsado por Breton, que lo consideraba burgués y ambiguo), experimentó con el cine de vanguardia, la ópera, el circo, el mito y el dibujo automático. Cocteau vivió cada una de sus creaciones como una puesta en escena de sí mismo: su vida fue una performance.
En 1929, la muerte por sobredosis de su amante, el joven novelista Raymond Radiguet, lo devastó y lo condujo a una etapa de adicción al opio. De esas experiencias nacieron obras como Opium, journal d’une désintoxication (1930), un testimonio lírico sobre la dependencia y la visión alterada.
En el cine dejó una huella indeleble con películas como La Belle et la Bête (1946) o Orphée (1950), donde unió mitología, poesía visual y una estética onírica y teatral que influiría en generaciones posteriores de cineastas. Fue además un agudo pensador del arte y la estética, defensor del derecho del artista a contradecirse, a mutar, a ser «una mentira que dice la verdad», como él mismo afirmaba.
Murió el 11 de octubre de 1963, apenas un día después de enterarse de la muerte de su amiga Édith Piaf. Su fallecimiento fue tan teatral como su vida. En su epitafio puede leerse: “Yo permanezco entre ustedes.”
Curiosidades de Jean Cocteau
Cocteau no separó jamás su vida de su arte. Vestía con excentricidad, posaba como una figura mitológica, se rodeaba de jóvenes bellos, pintores, bailarines y poetas. Su imagen pública fue una construcción deliberada, un personaje tan importante como sus obras. Él mismo decía: “El artista debe saber desaparecer detrás de su máscara”.
Fue abiertamente homosexual en una época en que eso podía costar el ostracismo. Sus grandes amores incluyeron al boxeador panameño Marcel Khill, al actor Jean Marais (protagonista de muchas de sus películas), y especialmente a Raymond Radiguet, joven prodigio literario cuya temprana muerte dejó en Cocteau una herida emocional profunda. Para muchos, Radiguet fue su gran amor y su espectro lo acompañó hasta el final.
Radiguet, con quien Cocteau vivió una relación intensa, murió de fiebre tifoidea a los 20 años. Había escrito Le Diable au corps, una novela escandalosa. Cocteau, que promovió su carrera literaria con fervor, quedó devastado con su pérdida. Algunos creen que Radiguet no solo le rompió el corazón sino que también lo dejó en una especie de orfandad estética.
Cocteau fue íntimo amigo de Pablo Picasso durante años. El pintor lo dibujó en múltiples ocasiones, y ambos colaboraron en obras como Parade, el famoso ballet que unió al propio Picasso, Cocteau, Erik Satie y los Ballets Rusos. Aunque su relación tuvo momentos de tensión, se respetaban como artistas totales.
Cocteau hizo del cine una extensión de la poesía. Su adaptación de La Belle et la Bête (1946) es una obra maestra del cine fantástico. En ella usó efectos especiales artesanales que deslumbran aún hoy por su elegancia. En Orphée (1950), adaptó el mito de Orfeo como si fuera un moderno poeta que atraviesa espejos para dialogar con la muerte. Fue precursor del surrealismo cinematográfico.
Tras la muerte de Radiguet, Cocteau se volvió adicto al opio. No lo escondió: escribió un diario de desintoxicación (Opium) y convirtió esa experiencia en metáfora de su estética. Para él, la droga era una forma de amplificar lo real, no de escapar de él. Sus dibujos de esa época —rostros flotantes, formas alucinadas— son testimonio de ese mundo liminal.
En 1955 fue admitido en la prestigiosa Academia Francesa, algo inusual para un artista vanguardista, homosexual y enemigo del formalismo. Cuando lo eligieron, dijo con ironía: “Ya no soy un marginal, soy una institución”. Aun así, se mantuvo irreverente hasta el final.
Escribió libretos para óperas, diseñó vestuarios, pintó murales, esculpió, ilustró libros, colaboró con músicos como Satie y Stravinski, y diseñó decorados para el teatro. Trabajó incluso en vitrales para iglesias, como los de la capilla de Villefranche-sur-Mer, que él mismo decoró en homenaje a los gitanos.
Aunque compartía temas e ideas con los surrealistas, André Breton lo despreciaba, considerándolo demasiado burgués y egocéntrico. Cocteau, por su parte, se burlaba de la ortodoxia surrealista. Decía que no necesitaba un movimiento, porque él mismo era un género artístico.
Cocteau murió de un infarto al enterarse del fallecimiento de Édith Piaf, su gran amiga. Algunos piensan que la noticia lo sacudió hasta matarlo. Su muerte parece el acto final de una obra cuidadosamente compuesta. Su casa, en Milly-la-Forêt, está abierta al público y su tumba, decorada con su firma y un dibujo solar, sigue recibiendo visitantes devotos.
OBRAS
Los libros de cine no abundaban en 1946. Tal vez por ello las agudas anotaciones de Cocteau decidieron la vocación de varios futuros cineastas. Un tal Jacques Rivette toma tras la lectura de este libro la decisión de montar al tren que lleva de Rouen a París para hacer películas; un tal Jean-Luc Godard se lo regala años después a Anne Wiazemsky, diciéndole que es el mejor libro sobre cine que conoce. Pero, en contraste con el aspecto feérico de la historia, los detalles que Cocteau consigna son a menudo los más grisáceos.
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*