VICENTE HUIDOBRO

Vicente Huidobro (1893-1948)

Vicente Huidobro nació el 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile, en el seno de una familia aristocrática y acaudalada. Criado en un ambiente cultivado y cosmopolita, desde muy joven estuvo expuesto tanto a la alta cultura europea como a las inquietudes sociales y políticas de su tiempo. Su madre, escritora y feminista, fue una figura influyente en su formación y le inculcó un sentido de independencia intelectual que marcaría toda su vida.

Estudió en el colegio San Ignacio y más tarde en la Universidad de Chile, donde cursó Letras y posteriormente Derecho. Sin embargo, su vocación literaria fue más fuerte que cualquier carrera formal. En 1911, con apenas dieciocho años, publicó su primer libro de poemas, Ecos del alma, influido por el modernismo rubendariano. Rápidamente, su estilo evolucionó hacia formas más audaces y personales.

En 1916 viajó a París, centro neurálgico del arte vanguardista. Allí entró en contacto con figuras como Apollinaire, Picasso, Juan Gris y Max Jacob. Fue en esa atmósfera efervescente donde fundó el creacionismo, una nueva corriente poética que abogaba por la autonomía absoluta del poema como un objeto nuevo, sin necesidad de referirse a la realidad externa. El poeta, según Huidobro, no debía describir el mundo sino crearlo.

A lo largo de su vida, Huidobro vivió en varias ciudades europeas, como Madrid y París, y mantuvo una intensa actividad intelectual. Publicó poemarios fundamentales como Altazor (1931), su obra cumbre, un extenso poema en siete cantos que explora el vértigo de la caída y la descomposición del lenguaje. También cultivó la novela, el ensayo y el teatro, y tuvo una activa participación política: fue candidato presidencial en Chile en 1925 y combatió en la Guerra Civil Española del lado republicano.

Murió el 2 de enero de 1948 en Cartagena, Chile, a los 54 años. En su epitafio, dejó escrita una frase que condensa su visión de la poesía y del mundo: «Abrid la tumba: al fondo se ve el mar». 

Curiosidades de Vicente Huidobro

Vicente Huidobro fue, ante todo, un hombre inclasificable. Su vida, marcada por el deseo de trascender fronteras —geográficas, estéticas y conceptuales— está llena de anécdotas que reflejan tanto su genio como su carácter inconformista.

Aunque provenía de una de las familias más ricas y conservadoras de Chile, Huidobro abrazó posturas radicales desde muy joven. Se autoproclamaba “poeta-rey” y, al mismo tiempo, defendía el socialismo, los derechos de la mujer y la libertad creativa. Esta contradicción entre su origen y sus ideales fue una constante en su vida y en sus obras. Afirmaba que un verdadero artista debía combatir tanto la pobreza del espíritu como la injusticia social.

Huidobro no solo participó de las vanguardias, sino que creó una propia. El creacionismo no es un simple estilo, sino una visión del mundo: “El poeta es un pequeño dios”, decía. Con esta consigna, Huidobro pretendía liberar la poesía de la imitación de la naturaleza. El poema debía ser una entidad independiente, inédita, capaz de generar sus propias realidades.

En Altazor, su obra más conocida, Huidobro se convierte en un poeta-navegante que cae a través del lenguaje. En los siete cantos del poema, se pasa de la reflexión metafísica al juego fonético extremo. El poema termina en una descomposición del lenguaje, un balbuceo que imita la caída del paracaidista. Esta experimentación radical anticipa las búsquedas de poetas como Mallarmé o los dadaístas.

Vicente Huidobro mantuvo una relación tensa y competitiva con Pablo Neruda. Lo acusaba de plagiar ideas, de no innovar lo suficiente, y lo desestimaba por su supuesto servilismo político. En sus cartas y artículos, Huidobro lanzó ácidas críticas contra el Nobel chileno, a quien veía como una figura inflada por la fama. Esta rivalidad, alimentada por sus diferencias estéticas y políticas, dividió a la intelectualidad chilena de su época.

La vida de Huidobro fue una permanente aventura. Además de sus viajes literarios por Europa, se involucró activamente en la política española. Durante la Guerra Civil, viajó a Madrid como corresponsal y luego combatió con el bando republicano. Se dice que también participó en operaciones de inteligencia, utilizando su pasaporte diplomático para pasar información y ayudar a refugiados. Su carácter audaz y teatral le permitió moverse como pez en el agua en estos ambientes convulsos.

Huidobro fue un maestro de la autopromoción. Publicaba manifiestos, organizaba lecturas, aparecía en la prensa con declaraciones escandalosas. A veces firmaba sus libros con frases como “El inventor del creacionismo” o “El primer poeta moderno de lengua española”. Esta actitud, que muchos consideraron arrogante, también puede verse como una performance, una manera de entender la poesía como parte integral de la vida.

La frase que pidió para su tumba —“Abrid la tumba: al fondo se ve el mar”— ha sido interpretada de muchas maneras. Para algunos, expresa el deseo de trascendencia. Para otros, es una última imagen creacionista: un mundo nuevo que se abre incluso desde la muerte. Su tumba en Cartagena se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes de la poesía.

Durante gran parte del siglo XX, la figura de Huidobro fue relegada o minimizada por los críticos más conservadores. Su estilo rupturista, su actitud desafiante y su rechazo a las instituciones culturales le pasaron factura. Sin embargo, con el tiempo su figura ha crecido hasta convertirse en una de las más influyentes del siglo. Hoy se lo considera un precursor de la poesía experimental y un puente entre el modernismo y las vanguardias.

Además de escribir en español, Huidobro publicó poemas en francés y tradujo a varios autores. Se sentía igualmente cómodo en París que en Santiago, y su obra se inscribe en una tradición cosmopolita. Fue también ensayista, novelista, dramaturgo, e incluso guionista. Su versatilidad contrasta con la imagen unidimensional que muchas veces se ha proyectado sobre él.

Huidobro vivió con la convicción de que el poeta debía ser un héroe, un visionario, alguien que arriesgara todo por la palabra. Su vida fue un experimento estético y vital, una continua provocación contra lo establecido. A casi un siglo de su muerte, su legado sigue provocando, iluminando y desafiando a los lectores.

OBRAS

«Altazor» y «Temblor de cielo» (1931), poemas en verso y en prosa respectivamente, son las obras clave del poeta chileno Vicente Huidobro, uno de los importadores de las vanguardias artísticas a España. Con el paso del tiempo se ha ido agrandando el eco de la calidad de su obra. En concreto «Altazor» es hoy para muchos una intensa obra metafísica además de un ingenioso juego de palabras. 

*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*

«Cagliostro» es una novela-film del escritor chileno Vicente Huidobro, basada en las películas expresionistas alemanas plagadas de monstruos y formas siniestras. El guion fue probablemente filmado en la primavera de 1923, aunque no hay noticias de su estreno ni se ha encontrado la película. Huidobro, influido por el cine y consciente de las posibilidades técnicas que «el nuevo arte» podía ofrecer a la narración, subraya el carácter fílmico de su novela y enuncia cuatro principios fundamentales indispensables para la realización de una buena novela cinematográfica

*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*