PHILLIP ROTH

Phillip Roth (1933-2018)
Philip Roth nació el 19 de marzo de 1933 en Newark, Nueva Jersey, en el seno de una familia judía de clase media. Hijo de Herman Roth, un agente de seguros, y Bess Finkel, ama de casa, creció en el barrio de Weequahic, una comunidad vibrante de inmigrantes judíos de Europa del Este. Esta herencia cultural, junto con la tensión entre asimilación y tradición, marcaría profundamente toda su obra. La figura de su padre, un hombre disciplinado y de fuertes valores, fue crucial para forjar su mirada crítica sobre el mundo, mientras que la figura de su madre representó el peso de las expectativas familiares.
Roth estudió en la Universidad de Bucknell y más tarde obtuvo una maestría en literatura inglesa en la Universidad de Chicago, donde también enseñó durante un tiempo. Su carrera literaria comenzó a tomar forma con la publicación de su primer libro, Goodbye, Columbus (1959), una colección de cuentos que le valió el National Book Award a los 26 años. Desde entonces, Roth se consolidó como una de las voces más provocadoras, mordaces y lúcidas de la narrativa estadounidense del siglo XX.
Obsesionado con la identidad, la sexualidad, la religión, la culpa y la libertad individual, Roth no rehuía la controversia. Obras como Portnoy’s Complaint (1969), con su irreverente confesión de un joven judío atormentado por sus impulsos sexuales, desataron polémicas tanto dentro como fuera de la comunidad judía. Pero detrás del escándalo estaba un autor que buscaba explorar las zonas más conflictivas del yo moderno, con una prosa vibrante y una ironía punzante.
Durante más de cinco décadas, Roth escribió más de treinta libros, muchos de ellos entrelazados por personajes recurrentes y un juego permanente entre la realidad y la ficción. Su célebre alter ego, Nathan Zuckerman, fue el vehículo para explorar las tensiones entre vida privada y creación artística. También abordó temas como el envejecimiento, la enfermedad, la historia estadounidense y el antisemitismo con una profundidad cada vez más sombría y autoconsciente.
Roth se retiró de la escritura en 2012, declarando que ya no tenía más historias que contar. Pasó sus últimos años revisitando sus libros, asegurándose de dejar cerrada su obra. Murió el 22 de mayo de 2018 en Manhattan, a los 85 años, dejando un legado literario monumental y una huella indeleble en la narrativa contemporánea. Fue muchas veces candidato al Nobel de Literatura, aunque nunca lo recibió, lo cual suscitó un debate eterno sobre la política del premio. En vida, Roth fue amado y odiado, pero jamás ignorado.
Curiosidades de Roth
Una de las grandes marcas de Philip Roth fue su tendencia a ficcionalizar su propia vida, hasta el punto de confundir deliberadamente al lector sobre qué era invención y qué biografía. Su personaje más conocido, Nathan Zuckerman, es un claro ejemplo de ello: un escritor judío, polémico, solitario y profundamente autoconsciente, que atraviesa muchas de las mismas crisis que Roth vivió. Sin embargo, Roth se resistía a que se le confundiera con sus personajes. De hecho, solía responder con ironía cuando se le preguntaba si él era Portnoy o Zuckerman: “No soy ellos, pero tampoco soy ajeno a ellos”.
Portnoy’s Complaint, publicada en 1969, fue tanto un éxito de ventas como un escándalo público. Escrita como una confesión de diván, en la que Alexander Portnoy relata sus obsesiones sexuales y conflictos familiares a su psiquiatra, la novela rompió todos los tabúes literarios de la época. Fue tachada de pornográfica, misógina y blasfema por ciertos sectores, especialmente dentro de la comunidad judía estadounidense. Roth fue acusado de “traidor cultural” por exponer con crudeza los conflictos internos de la identidad judía-americana, pero él veía esa acusación como una prueba de que había tocado un nervio real y doloroso de su tiempo.
Durante años, Philip Roth fue considerado uno de los grandes autores estadounidenses que “merecían” el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, el galardón nunca llegó. Esta omisión fue interpretada por muchos como un desaire ideológico del comité sueco, que prefería voces más internacionalistas o comprometidas políticamente. Roth, por su parte, nunca hizo campaña por el premio ni lo pidió: “No hay nada que uno pueda hacer para ganarlo. Es como intentar seducir a una sombra”.
Roth tuvo relaciones complejas con las mujeres, tanto en su vida privada como en su literatura. Estuvo casado brevemente con la actriz Claire Bloom, una relación que terminó de manera tormentosa y que ella retrató con dureza en sus memorias. Roth respondió, como solía hacer, desde la ficción: novelas como I Married a Communist o The Human Stain contienen venganzas literarias apenas veladas. Además, fue acusado de misoginia por algunos críticos, debido a la manera en que retrataba a sus personajes femeninos: a menudo manipuladoras, neuróticas o subordinadas al deseo masculino. Roth se defendía diciendo que escribía sobre individuos, no sobre géneros.
Roth tenía una rutina de trabajo rigurosa. Durante años, escribía en una pequeña casa rural en Connecticut, aislado del mundo, sin teléfono, sin internet, sin distracciones. Su día comenzaba temprano y podía pasar ocho o nueve horas frente a la máquina de escribir, revisando y corrigiendo obsesivamente cada línea. Consideraba que escribir no era inspiración, sino transpiración. “El talento es estar sentado allí, todos los días, aunque no tengas nada que decir”.
Aunque Roth fue considerado uno de los grandes narradores de la identidad estadounidense, nunca fue un patriota complaciente. De hecho, novelas como American Pastoral, The Plot Against America o Our Gang son agudas críticas al sueño americano, a la política exterior de Estados Unidos, al racismo y a la banalización del mal en la cultura de masas. En The Plot Against America, por ejemplo, imagina un Estados Unidos fascista, gobernado por Charles Lindbergh, en una poderosa distopía que se leyó como una advertencia sobre el populismo moderno.
En la última etapa de su carrera, Roth abandonó las provocaciones sexuales de su juventud y se centró en temas más sombríos: la decadencia física, la pérdida de la identidad, la muerte. En obras como Everyman, Exit Ghost o Nemesis, el cuerpo enfermo y la conciencia del final son protagonistas. Roth exploró la vulnerabilidad humana con una honestidad brutal, despojando al yo de toda máscara. Fue, en muchos sentidos, su forma de prepararse para el final.
En 2012, Roth sorprendió al mundo anunciando que dejaba de escribir. Declaró que había dicho todo lo que tenía que decir y que no quería convertirse en un escritor repetitivo. Pasó los últimos años releyendo su propia obra, corrigiendo ediciones, dando entrevistas ocasionales, y leyendo sobre historia y política. “La lucha ha terminado”, escribió en una nota manuscrita que dejó sobre su escritorio. Esa decisión fue respetada como un gesto de integridad artística: el escritor que supo retirarse a tiempo.
A lo largo de su vida, Roth mantuvo una relación ambigua con la crítica. Agradecía la atención, pero despreciaba los juicios morales. Detestaba ser leído como un representante de algo —ya fuera la comunidad judía, la masculinidad, la América blanca— y prefería ser visto como un observador ferozmente individual. Su obra es incómoda porque no ofrece respuestas fáciles, y porque retrata a sus personajes con una ambivalencia perturbadora. Roth sabía que los grandes escritores no piden perdón.
Hoy, Philip Roth es leído como uno de los más grandes novelistas en lengua inglesa del siglo XX. Su estilo, mezcla de furia, lucidez, sarcasmo y ternura, ha influenciado a generaciones de escritores. Aunque no ganó el Nobel, sí obtuvo casi todos los premios importantes de la literatura anglosajona, incluyendo el Pulitzer, el PEN/Faulkner y el National Book Award. Más allá de los galardones, dejó una obra que retrata, con una mezcla inquietante de introspección y crítica social, el alma torturada del individuo moderno.
OBRAS
OTRAS GRANDES OBRAS DEL MODERNISMO
Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, pocos sabían quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocías como ex secretario de otro irlandés no menos genial: James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos pasó a ser «el autor de Esperando a Godot». Se dice que, desde aquella primera puesta en escena ―que causó estupefacción y obtuvo tanto éxito― hasta nuestros días, no ha habido año en que, en algún lugar del planeta, no se haya representado Esperando a Godot. El propio Beckett comentó en cierta ocasión, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1969, que Esperando a Godot era una obra «horriblemente cómica».
*Literatura Diderot recomienda libros por su valor cultural y divulgativo, sin alinearse con ideologías o religiones. Cada recomendación se basa en obras relevantes para el autor analizado.*
Segunda novela de la trilogía que Samuel Beckett (1906-1989) escribiera después de la Segunda Guerra Mundial y que abre «Mohillo» y cierra «El innombrable», publicadas también en esta colección, «Malone muere» mantiene en la indistinción hombres y objetos, subjetividad y exterioridad. En un universo en el que no cabe adivinar las tendencias ni descubrir el sentido no hay pecado, pero tampoco salvación: sólo queda la desesperación cósmica, el horror frente a la existencia, la imposibilidad de superar la soledad.
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La conjunción de la más importante novela histórica de los últimos tiempos y de la versión castellana del gran narrador argentino hacen de este volumen un verdadero acontecimiento literario.
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A través de sus prolijos y entrometidos comentarios sobre el poema, sobre su amistad con Shade los meses anteriores a su muerte, y sobre el lejano reino de Zembla, que tan precipitadamente tuvo que abandonar, Kinbote va trazando un hilarante autorretrato, en el que acaba por delatarse como un individuo intolerante y altivo, excéntrico y perverso, un auténtico y peligroso chiflado. En este sentido, podría decirse que Pálido fuego es también una novela de intriga, en la que al lector se le invita a tomar el papel de detective.
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Lucila Godoy Alcayaga (Vicuña, Chile, 1889 – Hampstead, EEUU, 1957) fue suplantada literariamente por Gabriela Mistral, pero siguió siendo Lucila Godoy en relación a su profesión de maestra. El falso nombre, el de circulación pública, deslinda territorios, perfila el gesto de la autoría literaria y la delimita como lugar de creación poética. De «Tala» a «Lagar» hay diferencias y hay continuidades.
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Esta novela, ambientada en la India tradicional, relata la vida de Siddhartha, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. En sus páginas, el autor ofrece todas las opciones espirituales del hombre.
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