IVAN TURGUÉNEV

Iván Turguénev (1818-1883)

Iván Serguéievich Turguénev nació el 9 de noviembre de 1818 en Oriol, Rusia, en el seno de una familia aristocrática acomodada. Su infancia transcurrió en la vasta propiedad rural de su familia, bajo la sombra de una madre dominante y despótica, Varvara Petrovna Lutovinova, quien gobernaba su hogar con una dureza implacable. Esta experiencia marcó profundamente a Turguénev, inculcándole un sentimiento de rechazo hacia la brutalidad y el autoritarismo que se reflejaría en sus obras.

Tras completar sus estudios en Moscú y San Petersburgo, viajó a Alemania para estudiar filosofía en la Universidad de Berlín, donde se sintió profundamente influenciado por el pensamiento occidental y el idealismo alemán. A su regreso a Rusia, trabajó en la administración pública, aunque pronto abandonó este camino para dedicarse exclusivamente a la literatura.

Su primer gran éxito llegó con Memorias de un cazador (1852), una colección de relatos que denunciaba la miseria del campesinado ruso y contribuyó a la creciente oposición contra la servidumbre, un sistema que sería abolido en 1861. La obra le valió la enemistad del zar Nicolás I y un breve encarcelamiento.

A partir de entonces, Turguénev se consolidó como una de las figuras literarias más influyentes de Rusia. Sus novelas más célebres incluyen Rudin (1856), Nido de nobles (1859), En vísperas (1860) y, sobre todo, Padres e hijos (1862), donde introdujo la icónica figura del nihilista Bazárov. Esta última obra provocó una enorme controversia en Rusia, ya que los liberales consideraron que Turguénev los ridiculizaba, mientras que los conservadores veían en su retrato del nihilismo una peligrosa amenaza social.

Durante gran parte de su vida adulta, Turguénev residió en el extranjero, particularmente en Francia, donde mantuvo una relación cercana con la soprano Pauline Viardot y su familia. A pesar de su amor por Rusia, pasó sus últimos años en París y Bougival, donde falleció el 3 de septiembre de 1883.

Curiosidades de Iván Turguénev

La infancia de Turguénev estuvo marcada por el miedo. Su madre, Varvara Petrovna Lutovinova, era una terrateniente cruel, conocida por su trato despiadado hacia sus siervos. Golpeaba y torturaba a sus sirvientes por nimiedades, llegando incluso a ordenar que azotaran a una nodriza embarazada hasta que abortara.

Esta brutalidad impactó profundamente a Iván, quien creció con una aversión instintiva hacia la violencia y la injusticia. Muchos críticos ven en Memorias de un cazador un intento de redención simbólica frente a la opresión que presenció en su infancia.

Curiosamente, pese a su desdén por su madre, dependió económicamente de ella hasta su muerte en 1850. Cuando heredó su fortuna, la utilizó para mantenerse en Francia, lejos de Rusia.

El gran amor de su vida fue la cantante de ópera Pauline Viardot, una mujer casada con el crítico y compositor Louis Viardot. Turguénev la conoció en 1843 y quedó prendado de su talento y personalidad.

A diferencia de otras historias de amor no correspondido, Turguénev aceptó su papel en la vida de Pauline sin exigir nada a cambio. Se convirtió en un miembro más de la familia Viardot, residiendo en su casa en París y acompañándolos en sus viajes. Aunque nunca se confirmó una relación amorosa entre ellos, la devoción de Turguénev fue absoluta.

Incluso en su lecho de muerte, escribió cartas a Pauline expresándole su amor y agradecimiento. Cuando murió, se encontró en su escritorio una pequeña caja con un rizo de cabello de ella, guardado durante décadas.

A pesar de ser uno de los novelistas más influyentes de Rusia, Turguénev nunca se sintió completamente aceptado en su país natal. Su fascinación por la cultura occidental lo hacía sospechoso para los círculos eslavófilos, que lo consideraban demasiado europeizado.

Por otro lado, en Europa era visto como un representante de la «Rusia bárbara». Sus intentos de integrarse en la intelectualidad parisina lo dejaron en una posición ambigua: en Rusia era criticado por ser demasiado francés y en Francia nunca dejó de ser visto como un «exiliado ruso».

Este sentimiento de desplazamiento se refleja en sus novelas, especialmente en los personajes de sus protagonistas, que suelen ser figuras melancólicas atrapadas entre dos mundos.

Turguénev y Fiódor Dostoyevski tenían una relación marcada por la hostilidad. Dostoyevski despreciaba la influencia occidental en la literatura rusa y veía en Turguénev a un traidor a la identidad nacional.

En una ocasión, tras la publicación de Padres e hijos, Dostoyevski escribió una parodia brutal de Turguénev en Los demonios, donde lo ridiculizaba como un intelectual pusilánime y servil hacia Europa. Turguénev, ofendido, intentó responder con ironía, pero su estilo elegante contrastaba demasiado con la ferocidad de Dostoyevski.

Irónicamente, tras la muerte de Dostoyevski en 1881, Turguénev fue uno de los pocos escritores que pronunció un discurso en su honor, demostrando que su resentimiento no era tan profundo como el de su rival.

Si bien Turguénev y Lev Tolstói se respetaban como escritores, su relación personal estuvo llena de altibajos. En un momento de tensión, llegaron al punto de retarse a duelo, aunque finalmente el enfrentamiento nunca se llevó a cabo.

El motivo de la disputa fue una discusión sobre la educación de las hijas de Tolstói, en la que Turguénev hizo un comentario que Tolstói consideró insultante. Tolstói, conocido por su carácter volcánico, lo desafió a un duelo, pero después de reflexionar decidió retractarse y pedir disculpas.

Años más tarde, cuando Turguénev estaba en su lecho de muerte, Tolstói le escribió una emotiva carta pidiéndole reconciliación, lo que demuestra que, a pesar de sus diferencias, siempre hubo una admiración mutua.

A pesar de su sensibilidad hacia el sufrimiento humano, Turguénev era un apasionado cazador. Su amor por la caza era tal que incluso organizaba sesiones de tiro con amigos escritores.

Uno de sus encuentros más memorables fue con Gustave Flaubert, con quien mantuvo una gran amistad. Cuando Flaubert le preguntó cómo lograba escribir personajes femeninos tan realistas, Turguénev le respondió con una ironía típica:
«Los observo como observo a los faisanes antes de dispararles».

Flaubert, conocido por su brutal honestidad, respondió:
«Entonces espero que nunca me observes demasiado de cerca».

En sus últimos meses, Turguénev padeció un dolor insoportable debido a un tumor en la médula espinal. En una de sus últimas cartas a Tolstói, escribió:

«Mi querido y gran amigo, antes de morir quiero decirte cuánto te respeto y admiro. Si alguna vez dije algo que te ofendiera, olvídalo. Solo me queda una súplica: vuelve a escribir. Rusia necesita tu pluma».

OBRAS

«Primer amor» (1860) es uno de los mejores ejemplos de su capacidad para retratar los movimientos y pasiones del alma humana. Pocos lectores, en efecto, podrán dejar de reconocer en mayor o menor medida un territorio ya visitado al leer el relato en primera persona del violento enamoramiento del que cae presa el adolescente Vladímir Petróvich por la joven princesa Zinaída Aleksándrovna

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

Turguénev coloca justo en el centro de este mundo frágil a uno de los héroes clave de la literatura rusa y universal, el estudiante de medicina Bazárov, dotado de una energía prodigiosa para el sarcasmo, la negación y la paradoja, y de un carisma que seduce a la vez que aleja a todo el mundo. Padres e hijos (1862) fue la obra más polémica de su autor.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

La publicación de «Memorias de un cazador» causó una profundísima impresión en los lectores rusos. Los reaccionarios la consideraron una «obra incendiaria» y el autor fue sometido por parte de las autoridades a una estrecha vigilancia. La aldea rusa, sus campesinos, nunca habían sido descritos con tal profundidad psicológica y tanta simpatía.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural. 

«Turguéniev fue testigo de la lenta ruina de la nobleza rusa, aunque distanciado de ella por poderosas razones. Distanciamiento que le permitió captar los rasgos básicos de los rusos del siglo pasado y, al introducirlos en su literatura, escribir una larga historia que ayuda a conocer los orígenes de la Rusia actual». Esta novela es una de sus obras maestras y es también uno de sus textos más autobiográficos, ya que se basa en su cruel madre y en su abuso de los cinco mil campesinos que poseía.

***Recuerda que esta página no hace apología de ninguna religión y que tan solo recomendamos libros por su contenido histórico y cultural.