EMILIE DU CHÂTELET

Émilie du Châtelet (1706-1749)

Émilie du Châtelet nace el 17 de diciembre de 1706 en París, Francia, en el seno de una familia noble y culta. Su padre, Louis Nicolas Le Tonnelier de Breteuil, es miembro de la corte de Luis XIV y mantiene contactos con los intelectuales de la época, lo que permite a Émilie acceder a una educación privilegiada. Su madre, Gabrielle Anne de Froulay, es una mujer de estrictas convicciones religiosas que desaprueba el interés de su hija por el estudio, creyendo que una mujer de su rango debería centrarse en la vida social y familiar.

Du Châtelet se dedica a la física, las matemáticas y la filosofía. Su obra más famosa, Institutions de Physique (1740), es un tratado en el que explica y desarrolla las ideas de Leibniz y Newton, tratando de reconciliar sus posturas. Con un enfoque didáctico, introduce al lector en conceptos fundamentales de la mecánica y el cálculo, convirtiéndose en un texto influyente en la Ilustración.

Du Châtelet es conocida por su aguda capacidad analítica y su habilidad para hacer accesibles las teorías científicas. Su trabajo ayudó a consolidar la mecánica newtoniana en Francia, que en su tiempo aún estaba dominada por la física cartesiana.

Además de su labor científica, Émilie mantiene una relación intelectual y amorosa con Voltaire, con quien comparte una intensa vida de estudios y debates en su residencia de Cirey. Juntos colaboran en experimentos científicos y escriben ensayos sobre filosofía y física. Su relación, aunque marcada por la admiración mutua, no está exenta de tensiones debido a la fuerte personalidad de ambos.

Émilie du Châtelet muere el 10 de septiembre de 1749 en Lunéville, a los 42 años, debido a complicaciones en el parto de su última hija. Su muerte prematura truncó una carrera que aún tenía mucho que aportar al pensamiento ilustrado.

Curiosidades de Émilie du Châtelet

Émilie demuestra una inteligencia excepcional y un talento natural para las matemáticas y la filosofía. Se educa en lenguas clásicas, música y literatura, pero su pasión se centra en las ciencias exactas. En una época en la que las mujeres tenían un acceso muy limitado a la educación científica, ella desafía las normas y estudia a los grandes matemáticos como Newton y Leibniz con la ayuda de tutores privados.

En 1725, a los diecinueve años, se casa con el marqués Florent-Claude du Châtelet, un militar mucho mayor que ella. Aunque el matrimonio es por conveniencia y su esposo pasa largos periodos fuera de casa, Émilie aprovecha su posición para dedicarse plenamente al estudio. Mantiene correspondencia con los grandes científicos de su tiempo y, con el tiempo, se convierte en una de las principales intelectuales de Francia.

También destaca su Traducción de los Principia Mathematica de Newton (publicada póstumamente en 1759), la primera versión completa en francés de esta obra fundamental. Su traducción no solo consiste en verter el texto al francés, sino que incluye anotaciones y explicaciones que facilitan su comprensión. Hasta el día de hoy, sigue siendo una de las versiones más respetadas de la obra de Newton.

A pesar de los prejuicios de su época, Émilie du Châtelet se convirtió en una de las mentes más brillantes del siglo XVIII. Su relación con Voltaire no solo fue amorosa, sino también una colaboración intelectual en la que ambos se impulsaban mutuamente en la búsqueda del conocimiento.

Se dice que Voltaire, aunque a menudo ensalzado como el gran pensador de la Ilustración, reconocía abiertamente que Émilie era su igual, si no superior, en términos de comprensión científica. Cuando ella murió, él escribió con profunda tristeza: «He perdido a un amigo de veinte años, un espíritu que nunca encontraré de nuevo.»

Uno de los episodios menos conocidos de su vida es su afición por el juego y las apuestas. Utilizaba su dominio de la teoría matemática de la probabilidad para diseñar estrategias en los juegos de azar, lo que en varias ocasiones le permitió saldar deudas y financiar sus investigaciones.

También fue una de las primeras intelectuales en reflexionar sobre la educación de las mujeres en la ciencia. En sus escritos, argumentaba que la falta de oportunidades, más que una supuesta inferioridad intelectual, era lo que impedía a las mujeres destacar en las disciplinas científicas.

Su legado, aunque durante mucho tiempo eclipsado por el de sus contemporáneos masculinos, ha sido reivindicado en los últimos años, consolidándola como una de las figuras clave en la difusión del pensamiento newtoniano y en la lucha por la inclusión de las mujeres en la ciencia.

El Discurso sobre la felicidad es el único escrito no científico que se conserva de Madame du Châtelet. Lo tenía Saint-Lambert que lo publicó en 1779, cuando tanto el marido como Voltaire ya habían muerto.

El asunto de la felicidad se trató en numerosos ensayos del siglo XVIII, al igual que lo hicieran en la antigüedad autores griegos y latinos. De todos ellos el libro de Madame du Châtelet es uno de los más interesantes y merece ser leído en la época actual.

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